Nació en Aineto y dspués de estudiar en Madrid, volvió a su pueblo con un proyeto de vida
ELENA PUÉRTOLAS 14/07/2018
HUESCA.- Fue una de las primeras niñas que nació y se crió en
Aineto tras la ocupación en los años ochenta. Después de marchar
a Madrid a estudiar Psicología en la universidad y de trabajar incluso en diferentes
países como Senegal, República Dominicana y Marruecos, Oihane Montero
Sanz, de 33 años, ha vuelto a su pueblo. Su proyecto de vida está hoy
en esta localidad de La Guarguera, donde ha tomado las riendas de la panadería
con su pareja Nico, de origen argentino y al que se encontró allí, y donde
espera tener hijos.
Cumpliría así el sueño de su padre, Agustín, uno de los primeros
pobladores, pero también el suyo. "Lo que más me gusta es la libertad
que tienen para salir a la calle y la protección de toda la gente de aquí
que está pendiente de los niños", apunta, al tiempo que recuerda con
mucho cariño su infancia. "El paso más fuerte para mí fue la
salida al instituto de Sabiñánigo. Fue muy duro el rechazo y los perjuicios
hacia la gente de Aineto. Las primeras fueron mi hermana Nuei y Lila, que se
tuvieron que cambiar a Huesca, pero los siguientes ya no tienen ese problema. Fue
un choque porque había más niños de mi edad en clase que gente en
mi pueblo", comenta.
Un día se cruzó con Alma, de 6 años, nacida también en Aineto,
que le contó que iba a buscar tierra para que paseara su mascota, una lombriz,
a la que había puesto nombre. Oihane destaca la educación ambiental, que
no es una asignatura, sino un conocimiento "trasversal", como la educación
en valores. "Los niños desde pequeños tienen contacto con la naturaleza.
Yo crecí saltando muros y subiéndome a los árboles", destaca.
"Se ven todos los procesos de la naturaleza que en una ciudad igual te lo
estás perdiendo. Y como estás tan en contacto, te hace ser consciente
de lo que tienes que cuidar", apunta después de tener la experiencia
de vivir en una capital. "La llegada a Madrid fue mucho más suave porque
hay mucha diversidad y hueco para todas las características", señala.
Oihane volvió hace dos años y encontró en la panadería, que
se había quedado vacía, un recurso económico. Por ello, comenzó
a vivir en casa de su madre, pidió el ingreso en la comunidad y aprendió
a hacer pan. Ahora, trabajan especialmente para la venta a grupos de consumo de
Jaca, Huesca y Zaragoza. Como es todo ecológico, pensó en trabajar para
lograr el sello pero "con el volumen de producción que tenemos, no podemos
cubrir gastos", por lo que reclama que las exigencias no sean las mismas
para productores locales que para las grandes empresas, en la línea de
la de muchos artesanos agroalimentarios del Alto Aragón. Con todo, planea la
reforma del obrador, donde el horno de pan es de tiro de pistola y bóveda,
que los primeros pobladores de Aineto consiguieron en Canfranc a cambio de limpiar
los escombros de donde se encontraba. "La vida es dura porque tienes que hacértelo
todo: la leña, la huerta, los animales... A veces te apetece salir y ver caras
nuevas porque somos un grupo reducido, como una familia, para lo bueno y para lo
malo", indica. Pero es donde quiere vivir.
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