Hacía mucho tiempo que no respirábamos una tensión política
tan cargada como la de este miércoles, 6 de febrero de 2019. Vaya mañanita.
En la misma tacada, escenificación del acercamiento dialogado de Moncloa al
independentismo (bilateral de gobiernos, mesa de partidos) y ruptura del frente
constitucional (Y eso que escribo antes de asistir al acto de presentación
del libro de Alfonso Guerra, que se avecina implosivo).
Pablo Casado (PP) amenaza con moción de censura, Albert Rivera (Cs) convoca
a los españoles en la madrileña plaza de Colón el domingo que viene,
y ambos apedrean de forma inmisericorde la figura de Pedro Sánchez (felón,
traidor, irresponsable y en ese plan) mientras reiteran la apremiante exigencia
de elecciones generales.
El desencadenante inmediato de la crispación instalada este miércoles
de los circuitos políticos y mediáticos fue la aceptación por parte
del Gobierno de la figura de un "relator", que en realidad cursa como desactivador
semántico del intermediario solicitado por los independentistas.
Pero el desencadenante está ahí desde hace siete meses. Forma parte del
componente fundacional de la actual crisis interna del PSOE y, más concretamente,
de la moción de censura votada el 1 de junio contra Rajoy. No a favor del hoy
presidente del Gobierno. Hablo de esa dependencia tóxica del nacionalismo catalán
que mantiene a Sánchez en Moncloa. Lo cual le obliga, si no a hacer concesiones,
a parecer que las hace. En política viene a ser lo mismo.
A partir de ahí se entiende todo. Desde las descaradas propuestas del separatismo
sobre el Estado español represor, liberticida y antidemocrático, hasta
la ruptura del bloque constitucional en la que decae argumentalmente la ruptura
del bloque independentista. Ambas forman parte de un diabólico cruce de acontecimientos:
la tramitación de los PGE, las vísperas del juicio al "proces"
y el clima pre-electoral del 26 de mayo.
Momento raro de la política nacional. Su máxima expresión es el hecho
de que la "derechona" del 155 permanente y el club de fans de la república
independiente de Cataluña hacen frente común contra Sánchez. En el
debate presupuestario y en el identitario. Unos porque capitula frente al chantaje.
Otros porque no capitula frente al chantaje. Lance absurdo en esta democracia de
último minuto y una consecuencia del pernicioso juego al que de ninguna manera
debería prestarse el Gobierno con sus peligrosos quiebros semánticos.
Insisto: el problema es que la apariencia de estar cediendo a las exigencias anticonstitucionales
de Torra y compañía es la apariencia de estarse pasando por el arco del
triunfo principios del Estado básicos a petición de parte. Es inaceptable.
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