The Waterboys mostraron su vertiente más rockera en el arranque de Pirineos Sur
HUESCA.- La meteorología se alió con el Festival Internacional de las
Culturas en la apertura de su 28ª edición, y regaló una noche
espléndida en el bello escenario flotante del pantano de Lanuza. Una noche,
por otro lado, bastante inhabitual en Pirineos Sur en el terreno estrictamente musical.
Porque si bien es cierto que el rock ha sonado en más de una ocasión en
Lanuza, no lo había hecho nunca como protagonista absoluto de una de sus veladas.
Y desde luego, rock hubo, ¡y mucho!, el viernes inaugural en esta nueva
edición de Pirineos Sur que parece anunciar un cierto cambio de rumbo, desdibujando
el espíritu original del festival, aunque conservando una buena parte de su
ideario.
El rock, como se ha dicho, fue el
gran protagonista de la primera noche, con tres propuestas diferentes, en
un arco estilístico que iba de lo más salvaje a lo más reposado.
La primera ración llegó en el nuevo escenario, Caravana Sur, que se
ha instalado en la carpa superior del recinto y que sustituye a la antigua cabina
de disc-jockeys. Lo ocuparon las dos aguerridas zaragozanas que responden al nombre
de Lady Banana. La guitarrista Nerea y la batería Alba se reparten las tareas
vocales y, con frescura, facturan una música que bebe de fuentes diversas
(hard rock, garage, punk o rock progresivo), evocando el sonido de artistas tan
diversos como The White Stripes, Sleater-Kinney, Cream o Runaways. Recogiendo la
herencia de las riot grrrls, ofrecieron un concierto vibrante en el que repasaron
los temas de su más reciente EP, Balance, como Blackout o Molly Malone, sin
olvidarse de otros pequeños hitos de su trayectoria como Pepe, Haircut o Tally
Ho, con el que despidieron su electrizante inauguración del nuevo escenario.
Y tras la tempestad, la calma. Y es que Morgan es un grupo adicto a las baladas
y los medios tiempos, aunque también deja espacio al desmelene eléctrico.
El grupo madrileño, que arrasó en la última edición de los Premios
de la Música Independiente española (Premios MIN) al obtener cinco galardones,
ha experimentado un gran crecimiento en su carrera y a buen seguro una gran parte
de los más de 2.000 espectadores que registró esta primera noche de
Pirineos Sur se debieron al tirón actual de una banda que, sin duda, tiene
en la magnífica voz de Nina de Juan su principal atractivo. Una voz con
un punto de afonía que la hace muy especial y que parece estar siempre
a punto de quebrarse, arropada además por una banda sólida y competente
que recicla con acierto los hallazgos de los artistas del sonido americana y del
soul-rock más cálido y envolvente. Su problema es, quizá, que Morgan
no ha querido o sabido ir más allá y no ha conseguido aportar a esa combinación
unos elementos más personales, originales o autóctonos. Por lo demás,
su actuación fue impecable y en ella se dedicaron a interpretar sobre todo
los temas de su disco Air, aunque tampoco faltaron otros de su anterior trabajo.
Comenzaron con Planet Earth y siguieron deslizándose por canciones como, entre
otras, Blue eyes, la balada Sargento de hierro (la única que interpretaron
en castellano), Home (puro sabor "americana"), Flying peacefully o Another
road (gettin´ ready), un tema de soul-funk muy bailable que podrían haber
encadenado perfectamente con el Get lucky de Daft Punk. Se despidieron con esa
emocionante e intensa balada que es Marry you, dejando entre el público
un buen sabor de boca.
Pero faltaba el plato principal de la noche, los Waterboys. En la banda escocesa
del, por decirlo de forma suave, temperamental Mike Scott solo queda un miembro
"casi" original del grupo, el violinista Steve Wickham, que entró
en The Waterboys en 1985, dos años después de su creación. El
resto del grupo ha ido variando con los años y finalmente ha derivado en su
encarnación actual. Unos Waterboys muy distintos a los que hace ya doce
años desembarcaron en el festival oscense Periferias, que poco a poco han
ido abandonando su adscripción folkie para mostrar su vertiente más rockera,
cuajada de riffs y ritmos ardientes. Como dice el refrán, a la vejez viruelas.
Su actuación se inició con el tema que da título a su último
disco, el muy stoniano Where the action is, la única concesión a su
trabajo más reciente junto con Ladbroke Grove. No tardó en llegar uno
de sus grandes hits, A girl called Johnny, que Scott interpretó al piano, avivando
la nostalgia por su pasado más recordable. Su amor por el country se vio
plasmado en Nashville, Tennessee, canción en la que canta eso de "mi
alma está en Memphis, pero mi trasero está en Nashville, Tennessee".
Y llegó la primera sorpresa de la noche, una revisión ortodoxa del Under
my thumb de los Rolling Stones, a la que siguió la parte más folkie del
concierto, la que en cierta forma les servía de excusa para estar programados
en un festival como Pirineos Sur. Lamentablemente, esta parte fue muy corta y se
redujo a la interpretación de When ye go away, seguida de un esbozo de jiga
al violín.
Los efluvios stonianos siguieron con Medicine Bow, hasta desembocar en un
apresurado final de concierto en el que, por fin, sonaron los dos temas que todo
el mundo estaba esperando, las dos grandes joyas de su repertorio: el épico
The whole of the moon (auténtica hipérbole de esa "great music"
que pregonaba Mike Scott en su día) y el Fisherman´s Blues con su aliento
céltico. Y al final, una nueva sorpresa: se despidieron con un bis en el que
sonó únicamente una vibrante versión del Jumpin´ Jack Flash
de los Stones.
Un paradigma, quizá, de esta curiosa nueva edición de Pirineos Sur.
Un clásico del rock sonando en la despedida de la primera noche en Lanuza.
Fue un concierto agradable el de The Waterboys. Pero eso sí, sería un
poco triste que al final acabaran derivando en una banda tributo a sus Satánicas
Majestades.
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