Diario del Altoaragón 30/11/2019
El prejuicio y la generalización constituyen dos de los cimientos principales
sobre los que se alza la injusticia. Son, además, incompatibles con el rigor
y con una cualidad que ha de primar en el análisis de la vida pública:
la serenidad. Y, finalmente, representan los obstáculos más alarmantes
cuando tratamos de una cuestión tan sensible como la seguridad, que exige ante
todo responsabilidad, porque es uno de los fundamentos del Estado de Derecho. En
definitiva, uno de los factores garantes de la libertad y de la convivencia.
Todos los que nos movemos en torno al debate público debemos estar comprometidos,
con el mismo peso que tiene la veracidad, con la proporcionalidad y la dimensión
a la hora de tratar un asunto tan sustantivo. Los incidentes de los últimos
días en Huesca requieren más análisis que reacciones intempestivas,
más tranquilidad que visceralidad, firmeza pero dentro de los cauces por los
que no se pueden desbordar las bajas pasiones y la obcecación. A tal fin, resulta
imprescindible la confianza en los profesionales a los que, exactamente igual que
exigimos resultados, debemos el respeto a la credibilidad que constatan con su excelente
hoja de servicios, tanto los policiales como los judiciales. La ciudadanía
tiene sus derechos pero también sus deberes de colaboración, y además
ha de ser consciente de que no son aceptables ni las respuestas desmedidas ni la
atribución irreflexiva de comportamientos y conductas a colectivos que como
tales no merecen acusación, que corresponde a los individuos que infrinjan
las leyes. Las administraciones tienen en su tejado la pelota de la dotación
de medidas y recursos, dentro de la mesura y del ajuste a derecho.
Diario del AltoAragón
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