Se puede visitar en los locales de la parroquia de Santiago hasta el 7 de diciembre
HUESCA.- Ropa de bebé, juegos de toallas y de sábanas, mantelerías,
delantales, cojines, camisones..., labores que se entremezclan con todo tipo de
menaje: vajillas, cristalerías, juegos de café..., objetos de decoración:
jarrones, cuadros..., motivos religiosos: crucifijos, imágenes de santos...
Eso es el Rastrillo Solidario de Manos Unidas en Huesca, “una explosión
de gozo, calor y color que brota del corazón”.
Con esas palabras ha inaugurado el obispo de la diócesis, Julián Ruiz,
una nueva edición de esta cita tradicional para los oscenses, en la
que participan y muestran su solidaridad con los que menos tiene entre los que menos
tienen.
Como ha dicho monseñor Ruiz, “Manos Unidas pretende alargar, extender la solidaridad
y la fraternidad a aquellas personas que carecen de lo imprescindible, y Manos Unidas
extiende la colaboración porque extiende el corazón”, algo que desde esta
organización de la Iglesia se ha sabido transmitir a los ciudadanos, que con
sus compras de este año contribuirán a llevar el agua potable a seis
pueblos de Togo, en África. Un proyecto al que desde Huesca se aportarán
15,000 euros.
Representantes de la junta gestora de la entidad y voluntarios y voluntarias,
han arropado tarde al obispo Ruiz en la apertura del Rastrillo Solidario, un acto
al que han acudido el consiliario de Manos Unidas, Alexánder Alvarado, el administrador,
Fernando Calvo, la concejala Marta Escartín, y el párroco de Santiago,
Luis Gurucharri.
Julián Ruiz ha recordado que este acontecimiento “es un momento de convivencia”
en el que hay unos elementos clásicos, entre ellos “un globo que explota porque
están situados junto a las tuberías del agua caliente” (algo que también
ocurrió ayer), y continuó diciendo que es esa “explosión de gozo
cálido es lo que constituye este Rastrillo de Manos Unidas, una explosión
de gozo cálido que brota del corazón”, al tiempo que ha alabado el “esfuerzo,
constancia, trabajo, ingenio, talante, creatividad de tantas personas que hacen
posible esta realidad emergente en este espacio de la parroquia de Santiago, que
nos acoge con todo el corazón”.
Y es precisamente corazón lo que ponen todos las voluntarias para que este
Rastrillo sorprenda a quienes lo visitan. Un gran cartel de Manos Unidas da la
bienvenida a los locales de la parroquia de Santiago. A medida que uno avanza
por el pasillo ya empieza a notar el bullicio. Al llegar, las voluntarias de Manos
Unidas, con sus delantales azules y su mejor sonrisa, informan, cuenta, explican,
ayudan y, sin pedirlo, invitan a comprar.
A uno se le pierde la mirada entre labores realizadas a mano por algunas de ellas,
el cristal, la plata y todo tipo de objetos, es el preludio de la Navidad, la
estrella de la puerta y el árbol decorado ya lo marcan.
Cuando uno sale con las bolsas se fija en un cartel que al llegar le pasa desapercibido.
Sobre un fondo azul, casi del color de los delantales y del cartel de la entrada,
las fotografías de las voluntarias, el alma de Manos Unidas y el ejemplo
de que dando un poco de tiempo, quienes no tienen nada reciben mucho.
Esa es la grandeza de Rastrillo al que el deseo de éxito “de corazón
y económico” de monseñor Ruiz, se hace extensivo a todos los oscenses
porque como ha recordado Patricia Cuvas, “se sigue preparando año tras años
con la misma ilusión y vocación, para luchar contra el hambre que asola
buena parte del mundo”.
Eso se ha visto reflejado en una proyección que mostró el trabajo que
realiza Manos Unidas en el Tercer Mundo, una entidad que cumple 60 años de
servicio a los demás.
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