El próximo sábado día once será beatificado por la iglesia católica
junto a otros mártires Justo Ramón Piedrafita, hermano de mi padre, oscense
de nacimiento y bautizado en la parroquia de la catedral. En los primeros días
de la Guerra Civil (1936-1939) fue detenido por milicianos frente populistas en
su domicilio de Madrid, y desde allí conducido cuatro veces por distintas checas
en las que fue sometido a tortura, siendo por fin fusilado el día 24 de agosto
de 1936.
Sus crímenes fueron: haber prestado servicio militar en la Guardia Real hasta
el advenimiento de la II República, haber pertenecido a la junta de un sindicato
católica y haber dedicado parte de su tiempo a la atención de menesterosos
en un comedor de caridad. Ante el pelotón de fusilamiento y durante su prisión
en la cárcel Modelo, mostró gran fortaleza de ánimo y serenidad,
según acreditaron quienes compartieron sus últimos momentos de vida.
Dejó viuda y seis hijos. Elvira, la mayor de doce años y el menor, Agustín,
de uno. Ya no vive ninguno. Todos pasaron vacaciones escolares de verano en Huesca
al amparo de sus tíos y primos. Jamás se observó en ellos rencor
alguno contra los esbirros que fusilaron a su padre. Y entre mis recuerdos infantiles
figura el relato del día que subieron precipitadamente a la terraza de su casa
madrileña para recoger los panes que habían lanzado los aviadores nacionales,
aun a pesar de que las autoridades rojas advirtieron del peligro que suponía
su consumo pues estaban envenenados.
Y también recuerdo el día que uno de ellos enmendó la plana al tío
Pablo después de que éste le regañara por no haber llenado el pozal,
se le llamaba cubo, y que la jeta, añadió, dándose un cachete en
la mejilla, era el rostro de los caraduras. Ahora nuestro tío Justo va a ser
canonizado y es de suponer que allá donde quiera que se encuentre compartirá
esta gloria con la madre de sus hijos, pues si él hizo santa su biografía
en la instantaneidad de unos balazos, ella, a su vez, se ganó la aureola de
su santidad velando en interminables noches cómo sobrevivir y criar a sus hijos
en un ambiente hostil y de carencias mil y agravado por el estigma de ser la primera
viuda de un "fascista". Finalizada la guerra conoció que el delator
de su marido estaba preso en la cárcel de Valencia y se le ofreció tomar
venganza, lo cual ella declinó cristianamente. Santa tía María, santa
madre de seis hijos, ruega por nosotros.