Comercios multiservicios impulsados por los municipios y vendedores que recorren los pueblos permiten asentar población
Son esas tiendas en las que igual venden pan, pescado congelado o la botella de
lejía. Las de ultramarinos de toda la vida, que desaparecieron en las ciudades
con la llegada de los supermercados, en varios pueblos de la provincia se han abierto
como tiendas multiservicio en los últimos años: Hoz de Barbastro, Sangarrén,
Monflorite-Lascasas, Jasa, Frula, Panillo o El Grado. En todas ellas se puede comprar
además, unos kilos de recuerdos y unas buenas dosis de futuro. Sirven para
ir a por huevos o el papel higiénico para el día a día o ante imprevistos
pero, además, son un lugar de socialización para muchos mayores que pueden
compartir pasado y futuro porque este servicio les permite vivir allí.
"Antiguamente se encontraban en el lavadero y ahora en la tienda multiservicios.
Se sientan en las sillas y pasan un rato", comenta Juan José Millaruelo,
alcalde de Hoz de Barbastro, primera localidad en abrir una en 2010 gracias a un
convenio entre el Gobierno de Aragón, la Cámara de Comercio, la Diputación
Provincial de Huesca y el Ayuntamiento, por el que se invirtieron entre 60.000 y
70.000 euros. En los últimos proyectos municipales, ya solo colaboraba la DPH.
Hoy se puede decir que "ha sido un éxito, una de las mejores obras que
hemos hecho", indica. El alguacil, Antonio Barrio, está al frente -en otros
pueblos son familias de fuera- del único comercio de esta localidad del Somontano
en la que de las 70 personas de duermen a diario, 40 superan los 85 años. "Es
un servicio fundamental para la gente mayor y hasta se les sube la compra a casa",
apunta el alcalde.
Con todo, "a veces me pregunto para qué tanto esfuerzo, porque en diez
años no sé quién quedará aquí. La gente joven se va. La
despoblación nos está matando. Pero lo que está claro es que sin
estos servicios no habría nadie", reflexiona. En dos semanas, hemos tenido
que cerrar cuatro casas por un fallecimiento y otros que han tenido que ir a la
residencia. "Los pueblos si no por la Diputación nos habríamos muerto,
porque del Gobierno de Aragón nos llega muy poco", denuncia este alcalde
socialista. Además, impulsó un servicio de peluquería que atiende
dos veces por semana una chica de Buera, que también se desplaza a Salas Altas
y Naval. Y cuentan con botiquín de farmacia.
Este último servicio es habitual en muchos pueblos del entorno de la capital
como los del área de influencia de las farmacias de Bolea, Angüés,
Loporzano y Tierz. La farmacéutica de esta última, Esther Azón, atiende
Quicena, Alerre, Monflorite, Lascasas, Banastás, Chimillas, e Igriés.
"La gente mayor es la que más valora este servicio o la gente que está
de baja, pero muchos jóvenes se van al centro de salud de Huesca Rural",
comenta. "Hay pueblos que salen rentables pero otros ya no porque hay muy poca
población. Pero siempre hay gente que te encarga alguna cosa más",
indica. Azón se desplaza junto al médico, lo que también le permite
tener en el botiquín la medicación adecuada.
Otro servicios viajan en furgonetas de panaderos, fruteros, pescaderos, peluqueros
o podólogos que van de pueblo en pueblo prestando servicios. A las 10:15 de
un día cualquiera el silencio en San Jorge, pueblo de colonización del
municipio de Almudévar, se rompe con el sonido de la bocina del panadero de
Tardienta. Brigi Barrios, de 93 años, y Mártires Visús, de 82, nunca
faltan a la cita porque para ellas es fundamental este servicio, ya que no tendrían
posibilidades de desplazarse a Almudévar o a Huesca. Aparecen Pilar, Tere o
Ana y es también la excusa para verse entre las vecinas y cruzar unas palabras.
"Venimos todos los días menos el domingo y nos sale rentable por el sábado
que hay más gente, porque si no, esto se ha quedado abandonado. Pero a la gente
mayor si le quitas el pan y las frutas o congelados que les traen otros días,
lo dejas tirados. Si no tuvieran esto, tendrían que irse todos a vivir a la
capital", comenta el panadero José Antonio Lisa, que lleva 16 años
con el servicio; y su exsocio, ya jubilado, igual llevaba 40. Ya no quedan ni panaderías
en los pueblos, dice. En el entorno, solo en Almudévar, Robres y Tardienta.
Con todo, a pesar de los esfuerzos por mantener los servicios, "la despoblación
es un problema de difícil solución. Si los gobiernos no hacen algo más
para cambiar esto, en pocos años los pueblos se abrirán en verano y los
fines de semana", indica Juan José Millaruelo. Eso sí, se muestra
convencido de que estos servicios contribuyen a frenar la despoblación. Al
menos, a que sigan los mayores.
|