núcleos dispersos: Son menores que viven sin vecinos de su edad para jugar pero a los que el medio rural les brinda un sinfín de diversiones
ELENA PUÉRTOLAS 26/05/2018
Javi Estradera, de 4 años, es el único niño de su pueblo, Lamiana,
en el municipio de Tella-Sin. Su primo Raúl Garcés, de 11 años,
vive igual en Santa María, en Puértolas, y Unai Bernal, de 8 años,
también juega solo en Latrás, en Sabiñánigo. Ni viven aislados
ni son casos extraños porque hay muchos pequeños núcleos en la provincia
donde hay menores que viven solos o con algún hermano. Sucede también
en Arto, Lasieso, Yosa de Sobremonte, Sasal, Castillo de Guarga o San Julián
de Basa solo en el Alto Gállego. ¿Y no se aburren? Esta es la pregunta
a la que tienen que responder una y otra vez. La respuesta es no. Y no echan de
menos vivir en un pueblo mayor.
"Los únicos problemas de vivir aquí son la educación y la
sanidad", denuncia Lourdes Sesé, la madre de Javi, quien tiene que
bajar en coche hasta Lafortunada y subir allí al minibús escolar. Tarda
una hora en hacer un recorrido de unos 20 o 25 minutos hasta el colegio de Bielsa.
Javi Estradera es la cuarta generación de la única familia de Lamiana.
Su abuelo, Feliciano Sesé, ahora alcalde, ya se crió solo con su hermano.
Entonces, también tenía una hora hasta el colegio de Tella, eso sí,
a pie. Aunque ha mejorado el transporte, cada generación tiene que ir más
lejos. Como el colegio de Tella ya se había cerrado, Lourdes y su hermana Elena
ya tuvieron que bajar a Lafortunada.
¿Y no te aburres? Ellas nunca entendieron muy bien la pregunta y contestarla
era lo único que les aburría. Ni siquiera necesitaban peluches porque
cogían un cordero para vestirlo y desvestirlo. Ahora, Javi juega en el colegio
y cuando llega a casa a las seis hace la vida de cualquier otro niño. Los
fines de semana reciben a mucha gente en el restaurante y alojamientos turísticos
de su familia, ya que además de sus padres, Lourdes y Javi, viven sus abuelos
y su tía. Y no solo turistas, porque su casa siempre está llena.
RAÚL GARCÉS, 11 AÑOS
A pocos kilómetros de allí, también con vistas al monte Castillo
Mayor aunque en otro valle, vive su primo Raúl Garcés, en Santa María
de Puértolas. Raúl ni siquiera recibe la visita de otros niños los
fines de semana, pero no siempre es el único, ya que desde finales de 2014
acogen en vacaciones a Maksym, un niño ucraniano de su edad.
Desde hace ya varias décadas, su familia es la única que vive allí
y su padre, Ramón, aunque es el pequeño de varios hermanos, ya no tuvo
vecinos de su edad. Allí viven también sus abuelos Antonio y Pilar y su
tío abuelo José. Su madre, Quinita Estradera, también ve en la
educación uno de los principales problemas. Cuando fueron a escolarizar
a Raúl, un transporte escolar bajaba a unas niñas de Puértolas hasta
Aínsa, pero aunque pasaba casi por su puerta, ahí no podía subirse
Raúl porque a los nuevos alumnos los derivaban a Laspuña, donde no tenían
comedor. Quinita subió y bajó a Raúl durante cinco años a
Aínsa, unos 16 kilómetros diarios y casi 600 metros de desnivel hasta
que los tribunales les dieron la razón.
"Para vivir en un sitio así tienes que estar disponible para subirlo
y bajarlo. Después hablan mucho de que ayudan a las mujeres, pero nada de nada",
denuncia. Quinita trabajó en información en el Parque Nacional de Ordesa
y Monte Perdido, como su cuñada Lourdes. Sin embargo, le tocaba ir muchas veces
a centros alejados para pocas horas y no le compensaba. Por ello, decidió apostar
por aprovechar el gran mirador donde se ubica su casa frente a la Peña Montañesa
y con vistas al valle del Cinca para abrir un chiringuito (aún en proyecto)
para servir bebidas y bocadillos en un valle muy despoblado donde no existe este
servicio y es el acceso al sector Escuaín del Parque Nacional de Ordesa y Monte
Perdido, que celebra ahora su centenario. "Me denegaron las ayudas Leader porque
me dijeron que la construcción era muy pequeña. Pero, ¿qué quieren
que haga aquí? ¿Un rascacielos? Si solo lo podríamos abrir en verano,
porque en invierno para que vengan los únicos vecinos del pueblo de al lado,
les invito en casa", explica.
Su marido es guarda del Parque y tiene ganado. Este es uno de los mayores
entretenimientos para Raúl. Lo ha descubierto especialmente este invierno porque
al lesionarse su padre, toda la familia ha tenido que colaborar. Ahora, cuando su
padre libra en el parque, le pide que lo despierte a las 7:00 para ir con las ovejas.
Después se ducha, desayuna y se va a la escuela. "Le gustan tanto que
le intentamos inculcar que estudie Veterinaria o Ingeniería Agrícola si
quiere dedicarse un día a esto y quedarse aquí, pero que primero se forme",
indica Quinita.
UNAI BERNAL, 8 AÑOS
En Latrás, Unai Bernal, de 8 años también es el único niño
del pueblo. El último que se crió allí ya tiene 48, comenta la
madre, Raquel Echevarría, y vive en el pueblo como sus padres. Ella es de Sabiñánigo
pero se mudó hace 13 años a Latrás con su marido Andrés, que
llegó desde Madrid y se construyó una casa. Andrés trabaja en la
administración en Huesca y Raquel en Sabiñánigo, donde aún tiene
su piso de soltera, aunque admite que no lo utilizan nunca. "Estamos muy contentos,
tenemos mucha tranquilidad y ningún inconveniente. No lo cambiamos por nada.
Unai está acostumbrado y no solo no echa nada en falta sino que los fines
de semana no le apetece ir a Sabiñánigo", apunta. "Hemos tenido
gallinas, cabras y ovejas y ahora tenemos un caballo, un pony... Y eso no podríamos
tenerlo en otro sitio", indica. El transporte escolar lo recoge en la puerta
de casa y tres días a la semana lo van a buscar ellos por la tarde para que
haga extraescolares. En Latrás los fines de semana aumenta la población
y llegan más niños con los que Unai puede jugar. De modo que ni se aburren,
ni son casos aislados. Lo que sí son es el futuro de estos pequeños núcleos.
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