ELENA PUÉRTOLAS 22/12/2018
Arte sano. Juntas o por separado estas palabras definen la esencia del trabajo de
Inma Bielsa y Claudio Ramírez, que apostaron por buscarse la vida en
el medio rural y crear turrones artesanos y un restaurante de guisos tradicionales,
cocinados a fuego lento, en Naval. Paradójicamente sus dulces artesanos se
comercializan bajo el nombre "La Fábrica", porque es como se
conocía la antigua licorera de la localidad del Somontano, que rehabilitaron
para poner sus negocios en marcha.
Seis años después del inicio, sus turrones hechos con panela (azúcar
sin refinar) ecológica cada vez tienen más mercado y les permite mantener
actividad en invierno, ya que el restaurante lo abren de Semana Santa hasta
octubre. Trabajan los dos, las hijas de Inma, de 25 y 18 años, también
se suman y este último verano han generado un puesto de trabajo para
un joven de Naval que les ha ayudado.
Cuando comenzó la crisis, Claudio, arquitecto de profesión, se quedó
sin trabajo en Barcelona y con Inma decidieron trasladarse a Huesca,
pero tampoco hubo suerte en la arquitectura. Un día, se fueron con unos amigos
a coger almendras, probaron a hacer turrón y de ahí surgió la idea.
Crearon un obrador en una borda de 35 metros cuadrados de planta en Naval, pueblo
donde nació el padre de Inma y donde ella, nacida en Barcelona, pasó gran
parte de su infancia con su tío, el conocido sacerdote Javier Bielsa.
Por suerte, Sanidad les permitió, como algo excepcional para favorecer la desestacionalización,
utilizar la misma cocina en invierno para el turrón y en verano para el restaurante.
"Nuestra sensación cuando estábamos en ello es que nos teníamos
que tirar a la piscina porque ya habíamos probado de todo. Hasta vender libros",
indica.
El restaurante surgió gracias a una amiga que les cedió un pajar y además
alquilaron dos huertos para crear una terraza jardín de 80 metros cuadrados,
que abrieron en 2014. Situada en un mirador frente al Salinar, allí
sirven guisos tradicionales. "Dedicamos el tiempo a cocinar a fuego lento
y eliminamos el estrés de tener clientes pidiendo el plato. Se envasa al vacío
y después solo hay que calentar, por lo que necesitamos menos servicio. El
tiempo lo dedicamos a cocinar", explica Claudio Ramírez, que ha pasado
de ser arquitecto a cocinero.
En realidad, no es tan raro, porque antes de estudiar arquitectura se planteó
formarse en alta cocina en Suiza, pero entendió que era un lujo que no se podía
permitir. "La crisis al final se ha convertido para nosotros en una oportunidad",
indica, ya que Inma disfruta de hacerse cargo de la parte de relaciones públicas
y comercial. "Cocinar me relaja y para mí no es un trabajo", admite
Claudio. Y en ello pasan gran parte del año, desde Semana Santa que empiezan
a abrir el restaurante los fines de semana, y después todos los días de
junio hasta octubre.
En cuanto cierra, empiezan con el turrón. "Todo a ido poco a poco,
paso a paso, por ensayo error. Hemos ido analizando nuestras experiencias y es lo
que te hace avanzar y consolidar la clientela", indica Ramírez. Tienen
ya en el mercado cuatro tipos de turrón, todos con panela: de almendra,
de avellana, de nuez y de chocolate blanco y miel de romero. Los ofrecen en dos
formatos y ahora ya los comercializan "on line". Además, de acudir
a ferias, en los últimos días han realizado degustaciones en comercios,
como Supermercados Altoaragón, que ha empezado a comercializarlos.
Todo lo elaboran en Naval, donde "la sensación es que lo rural es
más bien un escenario" por su actividad frenética. El verano lo pasan
allí y en invierno están a medias entre Huesca y Naval. Además generan
movimiento en el pueblo y "el planteamiento de la familia o grupo de trabajo
cobra fuerza" .
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