ELENA PUÉRTOLAS 16/03/2019
HUESCA.- El diagnóstico está claro: un problema de rentabilidad
de las explotaciones ganaderas de montaña. La solución es urgente por
dos razones: mantener el medio ambiente y, sobre todo, la población. Así
lo resume Francisco Santolaria, ganadero de Molino de Villobas (Sabiñánigo),
en el acceso a la carretera de La Guarguera (A-1604) desde la cara norte de Monrepós.
Alerta de que "si los municipios del Pirineo se quedan sin ganado, el coste
económico para la sociedad será más alto". "Se perderá
la gente, los pastos, la montaña será todo un monte, y el turismo irá
detrás". Por ello, advierte de que mantener la ganadería supone también
frenar la despoblación.
"Y entonces qué haremos, ¿poner ovejas públicas?", reflexiona.
"Si no se toman medidas, llegará un momento en el que sobrevivirán
unas cuantas explotaciones en las zonas más favorecidas, pero se abandonarán
valles completos en la montaña", alerta Santolaria. Es una de las tres
familias de La Guarguera, las otras dos viven en Arraso y Castiello de Guarga, que
no solo mantienen su ganado sino sus pueblos vivos.
Santolaria reflexiona al hilo de la reivindicación
de Adelpa, la Asociación de Entidades Locales del Pirineo Aragonés,
que esta misma semana ha anunciado actuaciones en defensa de la ganadería
extensiva de montaña. Su objetivo es "concienciar de la urgente necesidad
de actuación por parte del Gobierno autonómico". Su queja va acompañada
de las "Propuestas de actuación para la reestructuración de la ganadería
extensiva en el Pirineo Aragonés", que ya presentaron ante la Comisión
de Desarrollo Rural y Sostenibilidad de las Cortes de Aragón, y sobre la que
esperan una respuesta del Gobierno de Aragón.
"Los ayuntamientos del Pirineo apuestan por pequeñas explotaciones extensivas
familiares, porque las grandes explotaciones son inviables territorial y medioambientalmente
en la montaña", indica Adelpa, en alusión a la apuesta del consejero
de Desarrollo Rural, Joaquín Olona, por el aumento de las "dimensiones
económicas".
"Es una dificultad estar en montaña porque domina el minifundio, con fincas
pequeñas y accesos difíciles, por lo que no es posible tener grandes
explotaciones", asegura el ganadero. "Precisamente lo que hemos estado
haciendo en los últimos 30 años es una economía de escala, porque
como el precio del cordero no subía en proporción a la vida, teníamos
que ir poniendo unas pocas más", explica Santolaria.
Sin embargo, esta fórmula llega un punto que es "peligrosa" y puede
"arruinar" la explotación. Con su hermano, han llegado a tener 1.700
ovejas y contrataron a un pastor. Sin embargo, "cuantas más ovejas,
más riesgos. Es un error total", señala. Ahora, tienen entre 900
y 1.000, pero estima que con 400 debería ser suficiente para vivir porque,
"si no se consigue, será difícil que en el futuro haya gente que trabaje
de esto". Por ello, apunta que a ver qué pasa con la próxima reforma
de la PAC, porque será clave.
¿CÓMO ES LA GUARGUERA?
Y especialmente en su zona, donde solo quedan tres familias con ganado. En
su casa aislada aún vive su familia y, por delante, especialmente la generación
anterior, ha visto marchar a muchos vecinos del valle para no volver. "El temor
de los municipios del Pirineo es quedarse sin ganado", advierte. "¿Cómo
apagaremos el fuego?", se pregunta.
La Guarguera es de las áreas con más problemas de despoblación
de la provincia de Huesca y, aunque parte de sus núcleos quedaron deshabitados
con el éxodo rural del pasado siglo, diecinueve sobreviven aunque con muy poca
población.
Aineto es el núcleo más poblado de la zona con 32 habitantes, seguido
de Solanilla, con 14. Son dos localidades del Gobierno de Aragón ocupadas legalmente,
la primera desde hace casi 40 años por el colectivo Artiborain que aboga por
el retorno al medio rural.
Ninguno de los otros núcleos superan los 10 habitantes. Bara cuenta
con 9, después de perder uno en el último año, aunque no todos viven
allí. En Gillué hay 9 (tras perder 1), con un restaurante y una casa de
turismo rural, por lo que hay mucho trasiego, detalla la concejal de Pueblos de
Sabiñánigo, Isabel Mañero. En Laguarta, hay siete empadronados, vive
una familia, pero ha perdido un habitante que llevaba el albergue. Ahora, después
de diez años, se sacará la explotación a concurso. En Lasaosa también
hay una casa de turismo rural y muchas otras arregladas, por lo que el pueblo está
"vivo", pero no figura ningún empadronado. Además, está Belarra
(5), Bentué de Nocito (1), Cerésola (5), Gésera (8 tras perder 1),
Grasa (2), Molino de Villobas (4), Ordovés (2), San Esteban de Guarga (4) o
Yéspola (2). En Fablo (1) no hay ni una casa en pie, pero sí tiene antiguos
vecinos vinculados.
En Used, hay un vecino empadronado y, por fin, este año ha llegado a luz
a las casas, con la financiación del Ayuntamiento de Sabiñánigo
y la Diputación Provincial de Huesca. "Pero estamos en el siglo XXI",
apunta Mañero para expresar que ya era hora, al tiempo que recuerda que un
vecino le dijo emocionado que era un día "histórico". Falta Cerésola,
núcleo con varias casas, donde tienen farolas solares en las calles.
En esta situación, Francisco Santolaria -que se presenta a la Alcaldía
de Sabiñánigo por el PP- entiende que es fundamental la labor de la
ganadería, aunque calcula que entre las tres familias que aún tienen
ganado no pastarán ni una quinta parte de La Guarguera. "No queremos
que se abandonen los territorios porque se hace una labor ambiental", señala.
Las otras familias viven en Arraso, con cinco miembros, y en Castiello de Guarga,
con seis. En este último núcleo, Mañero apunta que la Diputación
Provincial está construyendo un depósito de agua para evitar que puedan
quedarse sin suministro.
A pesar de la escasa población, hay un movimiento vecinal, Guarguera Viva,
al que está vinculado Francisco Santolaria, para reivindicar mejoras como
la de la carretera A-1604 que vertebra la zona y permite el acceso por el norte
a la Sierra de Guara, así como el ramal que lleva hasta Nocito.
Sin embargo, ve complicado el mantenimiento de la actividad si no se adoptan
medidas. A su juicio, con los recortes presupuestarios para las ayudas de los
años 2010-11, agravaron el problema. Y ahora, dice, hay un problema de "continuidad"
porque un joven no ve su futuro en una actividad poco rentable en la que además
hay que trabajar mucho.
Adelpa mantiene que "la ganadería en zonas de montaña no es solo una
cuestión que competa a las políticas agrarias, es una cuestión
que afecta de forma decisiva al medio ambiente, a la biodiversidad, a la organización
del territorio, y a la sociedad en general". En definitiva, a la despoblación.
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