ELENA PUÉRTOLAS PUÉRTOLAS 11/05/2019
Toca el agua y no le parece que esté tan fría. En
pocos días, Cloe, de 11 años, se zambullirá en el pantano del Mediano
y alcanzará la torre, símbolo de la despoblación y de la resistencia.
"Tienes la piscina más grande de todo Sobrarbe", le dicen en el colegio.
Con bajar unas pocas escaleras desde su casa, puede bañarse. Su rostro, el
de la única niña que vive allí, es uno de los que se refleja a diario
en la superficie de este embalse 50 años después de que inundara el
antiguo pueblo. Mediano vive hoy con vistas al pantano, sin olvidar su historia,
pero con la mirada puesta en el futuro.
El 29 de abril de 1969, los antiguos vecinos tuvieron que salir con el agua al
cuello. Y no es una metáfora. Tres días de lluvias torrenciales y,
sobre todo, el cierre de los túneles que embalsaron el agua sin previo aviso,
obligaron a evacuar una población que tuvo que dejar sus pertenencias antes
de que subiera demasiado el nivel. Sus recuerdos salieron a flote con ellos y nadie
los ha podido ahogar, pero Mediano tiene hoy otra historia cotidiana de la que poco
se habla.
Cloe vigila cada día el estado del embalse desde la ventana de su habitación,
en una casa de la Confederación Hidrográfica del Ebro en la que vive con
su familia, porque su padre, Pablo Isla, es trabajador de mantenimiento.
Ha nacido allí y forma parte de su vida. De niña, cuando bajaba el nivel,
decía que la torre crecía. Conoce perfectamente el comportamiento del
agua y recuerda la última vez que se vio el fondo. Fue en febrero de 2018
con una nevada y solo un mes después ya estaba como ahora, al 70 %. Pesca,
nada o navega en todo tipo de cachivaches y, con su juego, la alegría emerge
del agua que un día ahogó la ilusión de muchos vecinos. Ismael
Pera nació en 1950 ahí debajo, donde ya solo queda la iglesia y el esconjuradero.
Mira una foto de los años 60, entre un gran paquete que lleva en la mano, sentado
en medio de Mediano sobre aquel Seat 600, que conducía mucho antes de alcanzar
la mayoría de edad, y le brotan miles de anécdotas. Imposible contener
una cierta rabia, pero también trasmite que Mediano fue un pueblo lleno
de vida con la fonda que tenían sus padres, el comercio donde hasta vendían
textiles, los bares o el cine.
La construcción del pantano se aprobó ya en 1915 con el Plan de
Riegos del Alto Aragón como pieza fundamental para regar la parte sur de la
provincia. Sin embargo, no fue hasta 1929 cuando se iniciaron las obras.
Con parones por la situación política, se retomaron en 1941 y
allí llevaron mano de obra de las cárceles. También acudirían
muchas familias de toda España que se alojaban en pabellones. Por ello, llegó
a haber hasta dos colegios y 800 vecinos. El abuelo de Pablo Isla, tras subir
unos días a trabajar desde Monzón en bicicleta, se trasladó ahí.
Años después, Pablo, tras ocupar otros destinos dentro de la Confederación
Hidrográfica del Ebro, eligió Mediano. Fue en 1992 y ya no se ha movido
de allí.
"Es un lujo vivir aquí con el pantano", resalta Cloe. Sus padres,
conscientes también de residir en un lugar especial, han hecho un esfuerzo
por continuar allí. Cloe tenía que ir a la guardería a Boltaña
y su madre, Carmen Pera, de Tierrantona, trabajó muchos años de enfermera
en Monzón y ahora, al menos, está en Aínsa. Allí empezó
Cloe a ir al colegio con la ruta de transporte, la misma que el próximo año
la llevará al instituto.
Solo ella vive en Mediano, aunque hasta hace pocos años se criaron allí,
también solos, los hijos de Begoña Broto, del Mesón de Samitier,
que ahora con 27 y 24 años viven en Zaragoza y Barcelona respectivamente. "Gustarles
les gusta. Necesitan subir a respirar el aire pero es difícil que vuelvan
porque es complicado que aquí encuentren trabajo. Tanto que se habla de
la despoblación, si no hay puestos de trabajo..." , indica. Begoña
tiene apartamentos de turismo rural en el Mesón de Samitier, alojamiento
que abrió el bisabuelo de su marido. Esta gran casa de ventanas azules en la
travesía de la A-138 (Barbastro-Francia) sirvió para guardar pertenencias
o incluso acoger a alguna familia de las que tuvieron que marchar mientras acababan
su casa.
Ahí, junto a la carretera, algunas de las seis familias que tuvieron que salir
ese 29 de abril de 1969 levantaron de nuevo su vivienda. Lo hicieron los padres
de Ismael Pera, aunque sus negocios ya no funcionaron y, con más de 50 años
su padre tuvo que marchar a Barcelona a iniciar una nueva vida como conserje.
Ismael ha regresado casi cada fin de semana y ahora, jubilado, pasa largas temporadas
en Mediano. Igual que Sara Palacio y Begoña Olivar, ambas nacidas en Mediano.
Begoña, a sus 88 años, subirá este sábado desde Barbastro
para quedarse toda la temporada de verano. "Sabíamos que nos teníamos
que ir, pero nadie nos había dicho cuándo. Ya teníamos el agua en
la plaza cuando subimos todo a la falsa, cubierta pero sin cerramientos, pensando
que bajaría el nivel. Pero el ingeniero había cerrado las compuertas
sin avisar. Nos tuvimos que ir y los baúles con ropa, libros... se quedaron
allí", explica Begoña Cavero. "Es un drama que no se olvida
nunca. A veces no duermo y vuelvo a ver las calles, porque era un pueblo muy unido,
muy rico y con buena tierra", recuerda. Su marido ya fallecido, José María
Campo, trabajó un tiempo en la central y después siguió con un camión,
por lo que pudieron quedarse en la casa que se hicieron cerca de la carretera. Cuando
salieron del pueblo, ya tenían a sus tres hijos que hoy viven en Zaragoza.
Aunque nunca se fue, "el pueblo es una cosa como descafeinada. Le llamamos
Mediano pero no se parece en nada porque tenía mucha vida", comenta.
Esa vida volverá el día 20 de mayo, con la celebración de la Virgen
de Monclús, ubicada ahora en una capilla del salón social, junto a la
campana recuperada que marca las horas.
Aunque hay pocos vecinos más (18 censados), están unidos. Los holandeses
Guus y Bea Klaver descubrieron Sobrarbe porque buscaban algo en la montaña
y Chernobyl les hizo mirar hacia el Pirineo. Después de venir durante años
con su caravana, se asentaron. En su jardín, cerca del pantano, dan de comer
a un corzo y han instalado nidos por los árboles en los que se escucha la vida.
La vida y a Cloe que "es el futuro de Mediano", dice Bea.
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