ELENA PUÉRTOLAS 14/09/2019
La venta de madera, la naturaleza, el apoyo a la ganadería y la fibra óptica.
Son los pilares sobre los que se tiene que sustentar el futuro de Jasa si se quiere
que viva gente allí. El resumen lo hace Noelia Frutos, la secretaria-interventora
del Ayuntamiento y madre de uno de los seis escolares que asistían el pasado
año al colegio que ha cerrado sus puertas, que pide que se eliminen las trabas
administrativas para generar empleo en el valle. Sin trabajo, no hay niños.
El paso al instituto de los dos escolares más mayores ha provocado que los
padres tomaran la decisión de cerrar el centro. "Me duele mucho, pero
no hay perspectivas de que haya más niños porque no hay gente joven. O
viene alguien de fuera o es imposible. Pero de qué va a trabajar si solo tenemos
turismo y ganadería, que va cada vez peor. No me atrevo a decirle a alguien
que venga porque lo engañaría. De qué va a vivir", reflexiona
el alcalde de Jasa, José María Miranda.
Era la escuela de los Miranda, que es así como se apellidan cinco de los seis
escolares que iban, porque había dos parejas de hermanos que son primos entre
sí y, a su vez, primos segundos del quinto Miranda. Este último es el
hijo del alcalde que dice que si no se genera algún otro puesto de trabajo,
cerrarán más casas en los próximos años.
En su caso, como él es ganadero, trabaja en el monte y se encuentra solo, con
su madre de 89 años, para el cuidado de su hijo, ha decidido llevarlo a Jaca
con una hermana suya para que estudie 5º . El resto de los alumnos bajan
desde el martes en el transporte escolar a Hecho. Por suerte, están cerca.
En Jasa hay 92 vecinos empadronados frente a los 127 del año 2000. Pero,
de ellos, solo viven entre 50 y 60 personas, de los que unos 15 superan los 80 años.
"No hay vida porque no hay trabajo", asegura Miranda. Ya solo quedan tres
ganaderos, entre los que se encuentra él, y el más joven tiene 40 años,
el de menor edad de la localidad.
"El problema de estos pueblos es que a los políticos se les llena la
boca con la España vaciada y la están vaciando ellos", explica
la secretaria Noelia Frutos, que reside en Aragüés del Puerto. "Aquí
todo son problemas burocráticos. El mayor recurso que este pueblo ha tenido
siempre es monte, porque estamos en los Pirineos y en pleno parque natural (de los
Valles Occidentales), pero en lugar de crear trabajo los está anulando",
denuncia.
"Llevamos años sin poder marcar madera y para ser ganadero es meterte en
dos hipotecas y, si además tienes trabas burocráticas, la gente se desanima",
comenta, al tiempo que pone el ejemplo de una familia de Aragüés que
lleva tres años de trámites para abrir una quesería. Y mientras
tanto su rebaño ha sufrido el ataque del oso. "Aquí hay crispación
porque, aunque parece que hay intentos de mantener la población, lo que se
percibe es todo lo contrario, con el oso en la puerta y la paralización de
la madera", señala. El Ayuntamiento de Jasa tuvo que comprar leña
fuera el pasado año porque el plan de ordenación del monte lleva tres
años paralizado. "Somos un valle privilegiado y se podría crear empleo
con la madera, que antes por eso eran pueblos ricos, y serviría también
para sanear el monte", insiste.
Por otro lado, reclama la fibra óptica para atraer nuevos habitantes.
Con el plan Conecta Aragón, de la DGA, solo les llegó a la escuela, ahora
cerrada, pero no se ha distribuido al resto del pueblo. Como estaban en este plan,
quedaron fuera del de la Diputación Provincial, que extenderá la fibra
en 321 núcleos.
Su hijo pequeño, ante el panorama de Jasa y como no había ninguno en
Infantil, ya comenzó el pasado año en la escuela de Hecho, mientras
que el mayor ha vivido el cierre. Era el único que no se apellida Miranda.
"Sabes, mamá, no ha sido para tanto", le dijo Fernando Miranda, de
7 años, a su madre Avelina Aznárez el primer día de curso. "Da
mucha pena el cierre, pero al final, no queda otra porque no hay niños.
Lleva unos días en Hecho y está muy contento", dice Avelina, madre
también de Javier, uno de los que tenía que pasar a la ESO, como su primo
hermano Sergio.
La madre de este último, Olga Zúñiga, que trabaja como veterinaria,
ve difícil que cambie la situación, a no ser que se instalara una empresa
grande, en Puente la Reina, por ejemplo. "Es una opción que hemos elegido
y estamos muy a gusto aquí, pero vivir en un pueblo sale caro", resalta.
El CRA Río Aragón, con sede en Santa Cilia, ya ha tenido que cerrar
tres centros en los últimos años: Bailo, Santa Engracia hace dos cursos
y Jasa. Se mantienen abiertas las de Santa Cilia (42 alumnos), Ansó (28), Hecho
(58), Berdún (21 ) y Salvatierra de Esca (18), ya en Zaragoza. "Tanto a
los padres como a los profesores y al equipo directivo nos da pena cerrar, pero
cuando se llega a un número de 3 o 4 ya no se pueden hacer algunas actividades.
No es bueno para nadie, es la despoblación", indica el director Ibón
Gállego.
CROQUETAS CASERAS FRENTE A LA DESPOBLACIÓN
La despoblación de Jasa amenazaba la rentabilidad del bar-restaurante y del
temor a tener que marchar a Pilar Gil se le ocurrió vender fuera las croquetas
que tanto éxito tenían en su establecimiento. De aquello hace cuatro
años y ahora tienen un obrador en el pueblo y comercializan el producto con
la marca Croquetas Oroel. "Y se venden muy bien", dice.
"Hubo una época muy mala. Veía que el bar iba para abajo por la despoblación
y le preguntaba a mi marido, Leandro, qué íbamos a hacer allí. Se
me caía el alma a los pies. Entonces, como soy muy activa, se me ocurrió
vender las croquetas fuera", explica Pilar Gil Laplana, promotora de Croquetas
Oroel, que apunta que en verano hay mucha actividad turística pero que
cesa en invierno.
Eso sí, "tenía la idea pero no sabía por dónde empezar",
admite. Su gestor le orientó para que acudiera a la comarca y entonces se
estaba creando el vivero de empresas de Adecuara, asociación para el desarrollo
del Alto Gállego y Jacetania que cuenta con obradores (carne, pastelería,
quesos...) en Jaca y Biescas. Y así comenzaron.
"La verdad es que en buena hora, porque estuvimos dos años y unos meses
en el vivero de empresas y ya decidimos montarnos nuestro obrador para no tener
que bajar a Jaca. Elaboramos las croquetas en Jasa desde marzo", resalta
Pilar. Para ello, han alquilado un local municipal. Además, desde hace 14 años,
tienen la concesión del bar-restaurante, aunque cada cierto tiempo sale a concurso.
Inicialmente, llamó a las puertas de bares y restaurantes de la Jacetania sin
éxito, porque "muchos decían que las hacían ellos, aunque eran
compradas, y nadie nos echó un cable". Las Croquetas Oroel son 100 %
naturales y están hechas con caldo casero, indica. Ahora, venden de setas,
de jamón y de berenjenas en Supermercados Altoaragón de Jaca y Sabiñánigo,
que apostaron por nosotros.
Pili nació en Jasa y, después de vivir unos años en Candanchú,
se instaló allí con su marido Leandro Ribera, natural de Esplús,
y con sus hijas. Ellas salieron a estudiar Fisioterapia y Derecho y trabajan en
Olorón y Jaca, respectivamente, por lo que tiene claro que no volverán.
"No se puede vivir aquí porque no hay medio de vida", señala.
Y ella, ante esta situación, se han buscado el suyo.
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