ELENA PUÉRTOLAS 16/11/2019
Se fue a estudiar a Huesca y trabajaba en una inmobiliaria con su hermana cuando
por circunstancias familiares se replanteó su camino. "Decidí volver
a casa (a Arascués), al campo y con las ovejas". De aquello hace 25
años, recuerda María José Mainer, que a sus 49 años, mantiene
la cabaña ovina, ha construido dos granjas de terneros y sigue llevando la
tierra. Le faltan horas para trabajar y ya ha perdido la cuenta de los años
que hace que no se ha ido de vacaciones. Es igual, le apasiona su trabajo.
No es la primera de su familia que trabaja en el campo. Tal y como lo han hecho
generaciones y generaciones de mujeres, su madre también. Fue cuando esta
última se quedó al frente de la explotación cuando María José
decidió seguir en Arascués. "Hacía de todo, pero el tractor no
lo había cogido", recuerda, así que fue ella la que decidió tomar
el volante.
"En casa éramos tres chicas y, cuando salías de la escuela, ibas con
las ovejas, al campo... pero no me había planteado dedicarme a eso", indica.
"Cuando volví, decidimos sacarle más partido a lo que teníamos
y apostamos por las granjas de terneros". "Cada vez se necesita más
para tener una rentabilidad", dice, y el trabajo se dispara.
En verano, a las 6:30 de la mañana suelta las ovejas al monte hasta las 11
horas, cuando el calor aprieta. Entonces, las deja en un vallado a la sombra de
las carrascas (encinas) mientras va a las granjas de los terneros y a casa a preparar
la comida. Por la tarde, a las 18 horas, las vuelve a soltar hasta el anochecer,
cuando regresa a la granja. Ahora, el horario es un poco más reducido por las
horas de luz. Y, además, en verano hay hierba en el campo para alimentar a
los animales y evitarse un gasto. "Llevo años sin ir de vacaciones,
pero es que para hacer esto te tiene que gustar mucho", comenta María
José. "¿No te aburres?, me dice a veces uno de mis hijos. Pero si
ahora no te puedes aburrir, porque si no es con un libro con el móvil o una
tablet, no hay problema", comenta.
Pero también le gusta acudir a conferencias, y aprovecha que está cerca
de la capital oscense. En ocasiones, asiste a los desayunos organizados por las
Mujeres Empresarias de la Provincia de Huesca (Amephu), para lo que madruga un poco
más y llega con el trabajo hecho. "Si un día tienes que ir a algún
sitio o a algún acontecimiento, te toca trabajar más el día anterior,
te tienes que organizar", asegura. En realidad, aunque siempre se dice que no
tienen horarios, lo que no tienen son horas. "Antes tenía pastor, pero
ahora ya no hay nadie que sepa ni que esté dispuesto a hacer este trabajo.
El oficio se pierde", alerta.
Además, complementa su actividad con cuatro apartamentos de turismo rural,
que le gustaría dar más a conocer, pero le falta tiempo para promocionarlos
y, sobre todo, para estar pendiente de tenerlos a punto. "Y de trabajo no
se queja, pero de los papeles sí. "Estamos en unos tiempos en los que
tienes que saber tanto de tractores como de papeles. Las administraciones nos matan,
sobre todo a los ganaderos", asegura, ya que encuentra diferencia entre los
requisitos exigidos en la agricultura a los de la ganadería.
Por ello, el futuro del sector no lo ve nada claro. Ni siquiera el suyo, aunque
su hijo de 19 años quiere ahora incorporarse, aunque sin ovejas. Mainer llegó
a tener el doble de cabezas de ovino. Ahora cuida 360 (de rasa aragonesa y alguna
ojinegra), pero se plantea quitárselas por un problema de salud. Además,
"se come cada vez menos cordero, pero tampoco me extraña. En los menús
de los colegios lo tendrían que poner para que se acostumbraran los niños.
El ternasco es la carne que da nombre a Aragón, y les ponen mucho cerdo, pollo
y pescado, pero no cordero", denuncia. Teme por el futuro del ovino y de
la ganadería extensiva.
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