ELENA PUÉRTOLAS 16/11/2019
Al principio me daba vergüenza llevar el tractor y que la gente me viera. Pero
ya es hora de visibilizar el papel de la mujer, que siempre ha trabajado mucho en
ese sector". Elena Alcubierre Oto, de 24 años, ha cambiado la capital
oscense en la que se ha criado por vivir en Lanaja, y ahora ni se plantea trabajar
de lo que ha estudiado. Mientras acaba el proyecto de fin de grado, ha puesto
en marcha una granja de terneros mamones.
Elena es un rayo de esperanza frente a la despoblación. Y lo mejor es que no
es la única, porque asegura que muchos jóvenes se están quedando
en Lanaja aunque trabajen fuera. La cifra de población del municipio monegrino
ha caído desde principio de siglo, aunque de 2017 a 2018, que son los últimos
datos del Instituto Aragonés de Estadística, ha aumentado ligeramente
hasta 1.202. Igual algo está cambiando. Ahí se incluyen 202 vecinos de
Orillena, que pierde habitantes; y Cantalobos -ambos de colonización-, que
en los últimos años ha crecido.
Comenzó en marzo con sus terneros mamones y, tras unos meses en los que ya
sabe que no hay días de fiesta: "No lo cambiaría por nada. Estoy
muy contenta con la decisión que he tomado. Nunca me ha gustado la ciudad
y desde pequeña quise venir a vivir a Lanaja", asegura Elena Alcubierre.
Se crió en Huesca, donde trabajaban sus padres, pero como los dos son de la
dicha localidad, todos los fines de semana y los veranos los pasaba allí. Cuando
hacía Bachillerato, la familia se trasladó al pueblo y hacían viajes
a diario a pesar de tener el piso en Huesca. Elena Alcubierre ayudaba a regar, a
vendimiar o a coger las olivas "en los cuatro campos" de su familia, aunque
no era una explotación porque su padre trabaja en la administración. Pero
fue él quien le hizo pensar en esta posibilidad, en incorporarse como joven
agricultora. La idea le sedujo.
"Surgió la oportunidad y lo hice", asegura esta mujer que solicitó
en 2015 las Ayudas a la Incorporación de Jóvenes a la Agricultura
y a la Modernización del Programa de Desarrollo Rural para Aragón 2014-2020.
Entonces, comenzó como agricultora y después se ha hecho la granja
sin subvención.
Por ello, "está claro que me voy a quedar aquí, y más después
de la inversión", asegura Elena Alcubierre. Y es que montar una
granja de terneros mamones cuesta unos 200.000 euros. "Si no hubiera sido
por el apoyo (económico) de mi familia, no lo hubiera podido conseguir",
indica. Pero, "me siento muy orgullosa porque sé que todo esto ha sido
una decisión mía y lo he diseñado todo desde el principio. Me ha
hecho sentir me emprendedora", indica.
Fue poco a poco porque aún estaba estudiando y se planteó hacer una
granja. "Comencé a visitar algunas y desde el principio lo que más
me gustaron fueron los terneros. Un día fuimos a moler olivas y el del molino
nos los enseñó, y me gustaron mucho", recuerda. En marzo, estrenó
sus instalaciones.
"Cada día es diferente", dice, y no tiene un horario fijo, pero
"siempre hay cosas que hacer". Ahora, como hay menos horas de sol, va
en torno a las 8:00 y a las 17 horas, pero en verano acude a las 6:00 y a las 19
horas por la tarde. "Cuando llego a la granja, lo primero que hago es mirar
que todos los animales estén bien, me doy una vuelta por la nave", detalla.
"Después, cuando tengo que dar leche, lo que hago es prepararla en una
batidora grande con agua caliente y leche en polvo y la reparto a los terneros.
Cada uno tiene su propia tetina para poder calcular la dosis de leche que beben",
asegura. También destaca que "es muy importante encamar, porque el mejor
medicamento es que tengan una cama seca y limpia". Por ello, suele echar paja
muy a menudo, y para eso usa el tractor. Ahora tiene unos 240 terneros mamones
y, aunque tiene capacidad para 600, por ahora prefiere ir poco a poco porque
está empezando. Los cuidará hasta que tengan 3,5 meses, que es
cuando la integradora se los llevará a otra explotación. Son muchos los
vecinos que han ido a visitar su explotación porque además es la primera
de estas características que se monta en Lanaja.
"Son los 365 días del año, mañana y tarde, fines de semana
y festivos, pero es lo que me gusta hacer", asegura. "Al principio nadie
apostaba por lo que quería hacer, nadie entendía que quisiera trabajar
en una granja después de acabar una carrera", indica. Sin embargo, enseguida
le apoyaron todos, su familia y sus amigas.
La carrera que ha estudiado, Trabajo Social, en la capital aragonesa, nada tiene
que ver con lo que hace ahora. "Hice prácticas en el Ayuntamiento de
Huesca y me gustó, pero ahora no me veo trabajando todo el día en una
oficina", asegura. "A la gente le choca porque vengo de estar en Huesca
y en Zaragoza, aunque nunca me ha gustado la ciudad", insiste. Por ello, tiene
claro se que quiere quedar a vivir en Lanaja.
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