TERESA DÍAZ/EFE 18/03/2020
MADRID.- Atendió a pacientes del 11-M, pero nada comparado con los contagiados
de coronavirus que cada día ve en la UCI en la que trabaja. "Me siento
como si fuera a la guerra y me pongo mi armadura para intentar protegerme de lo
que surja", asegura a Efe Agustín, enfermero del Hospital Gregorio Marañón
de Madrid.
También Yolanda, enfermera de quirófano en el mismo hospital, emplea un
símil bélico para definir una situación que, al igual que Agustín,
cree que se va alargar, y va a obligar a los que como ella están ahora en el
segundo frente a pasar a primera línea, "según vayan cayendo los compañeros".
Ambos son profesionales con veinticinco años de experiencia y el COVID-19 ha
cambiado su día a día en el hospital y en su vida personal.
Agustín (46 años) ya atiende en primera línea, en la UCI, a la que
llegan los casos más graves y que en estos momentos tiene ocupadas en su totalidad
por contagiados de coronavirus las 23 camas de las que dispone. Y no solo por personas
mayores, también jóvenes de 30 años o menos.
A este enfermero, que compagina su turno de noche con la docencia universitaria
y su labor en la Asociación de Peritos Enfermeros, el coronavirus le ha cambiado
la rutina.
De entrada, desde hace ya un tiempo ha sustituido el transporte público por
su coche para ir al hospital, "no tanto por contaminarme yo como por poder ser
un vector de contaminación".
La UCI de este hospital, "bastante puntera", se ha convertido "de repente"
en una unidad en la que se atiende solamente a pacientes con insuficiencia respiratoria
causada por el "maldito" COVID-19, "lo que crea una extraña circunstancia".
En primer lugar, porque el acceso de familiares está restringido, cuando esta
UCI se precia de potenciar la "humanización" mediante las visitas sin
horario.
Además, "nada más entrar te ves obligado a usar mascarilla" y
ahora todas las habitaciones son cerradas, por lo que para acceder hay que colocarse
unos trajes de protección específicos "que te tardas mucho tiempo
en ponértelos y son incómodos. Te hace el trabajo un poquito más
lento".
La relación con el paciente también ha cambiado. La mayoría están
intubados, pero los que están conscientes "están muy asustados".
"Ver que entras con la escafandra y con prisas, porque nos han aconsejado que
estemos lo menos posible sin que estén desatendidos", no les ayuda.
Cuando se le pregunta si siente miedo responde rotundo: "No, respeto", porque
"estamos preparados para situaciones de riesgo y sabes que hay que anteponer
la vida del paciente a la tuya".
Y cuando hay miedo es sobre todo por la familia. Lleva 15 días sin ver a sus
padres; a sus tres hijos, de momento, sí los ve, porque aunque está divorciado,
mantiene el régimen de visitas.
Agustín reconoce que no trabaja en las mismas condiciones de antes. Aunque
tuvo la experiencia del 11-M, "que fue muy dura, porque era un tipo de pacientes
que no estábamos acostumbrados a atender, con heridas de metralla, fue puntual
y no estaba en riesgo tu integridad".
Ahora "la carga de trabajo es bestial" y, aunque se está reforzando
el personal, muchas veces son profesionales sin experiencia en UCI.
Sus pacientes requieren "muchísima carga asistencial" y el trabajo
se ralentiza "por el tema de los equipos". Un material que ha escaseado,
especialmente las mascarillas ffp3, las recomendadas, al igual que ciertos fármacos,
que se están "agotando".
Afirma que ha vivido "momentos puntuales" en los que ha tenido que usar
una mascarilla durante todo el turno y reclama a los políticos "que hagan
lo que sea" para proporcionales equipos de protección individual (EPI).
Aunque en ocasiones les han pedido que doblen turno, nunca les han obligado, y los
enfermeros han respondido. "Ya sabes que en la enfermería somos muy dados
a darlo todo, pero es agotador".
Sin querer alarmar, Agustín explica que el coronavirus es muy contagioso, se
está aprendiendo "sobre la marcha" y produce complicaciones "bastante
importantes", por lo que los fallecimientos en UCI ahora superan a los habituales.
Al contrario de lo que se transmite, sus pacientes no son solo gente mayor, sino
que también tiene de 40 y 30 años, incluso más jóvenes. "Esto
se ha desbordado por todos lados", advierte.
Este lunes el Gregorio Marañón comenzó a "abrir" camas de
pacientes críticos en unidades coronarias y asegura que los criterios de ingreso
en UCI siguen siendo clínicos, al menos en este hospital.
Reconoce que la presión asistencial provoca "momentos de tensión"
entre los compañeros e insiste en que siente que va a la guerra. "El miedo
es libre", recalca.
Personalmente también le ha cambiado la vida y no solo en sus relaciones familiares.
Ha tenido que dejar de dar paseos, ir al gimnasio o montar en bici, su vía
de escape para desconectar del trabajo, y tampoco duerme igual que antes.
Su colega Yolanda González tiene 48 años, está casada y es madre
de dos niñas de cinco y dos años y medio y señala a Efe: "profesionalmente
lo vivo con miedo, no te voy a mentir".
"Los profesionales sanitarios no esperábamos llegar a esta situación
y nos sentimos un poco engañados, nos planteamos si no había alguien que
lo viese venir para haberlo hecho de otra manera".
Pero el miedo no es por ella sino por su familia. "Tú estas entregada,
pero luego llegas a casa, ves a tu marido y a tus hijos... Además, las mías,
sobre todo la más pequeña, te demanda cogerla en brazos, cambiarle un
pañal y, a veces, te da miedo. Intento no tener tanto contacto "piel con
piel".
Desde que se suspendió la actividad escolar, es su marido, que hace teletrabajo,
el que se ocupa de las niñas.
De momento no ha cambiado su horario, que es de mañana, y todos los días
acude al hospital "con ilusión de poder dar el cien por cien. Entras y
te olvidas de todo lo demás".
Hasta la semana pasada su área han estado funcionando normal, pero el viernes
ya empezó a disminuir la actividad quirúrgica, que se limitó a los
casos oncológicos y urgentes y, ahora, "a lo muy imprescindible".
Está mentalizada de que en cualquier momento la pueden trasladar a la UCI,
donde trabajó durante 20 años, porque están reclutando a gente con
experiencia.
Le produce "agobio" saber que cada día algún compañero no
ha ido a trabajar porque se ha contagiado o porque está en aislamiento ante
la sospecha de poder estarlo, porque "piensas quién será el siguiente".
"Esto nos ha desbordado, se nos ha ido de las manos, cómo no se han tomado
medidas antes..." son algunas de las reflexiones que se hace Yolanda todos los
días.
En su hospital ya hay tres plantas enteras para tratar a pacientes de COVID-19 y
dice que el miedo es que llegue un momento en que haya que hacer "una criba"
para seleccionar quién ingresa en UCI y quién no.
A pesar de las experiencias vividas, muchas de ellas muy duras, tanto Agustín
como Yolanda se emocionan cuando cada día a las 20.00 horas escuchan los aplausos
con los que sus vecinos desde sus ventanas agradecen a los profesionales sanitarios
su labor ante esta pandemia.
Y les piden que sigan haciéndolo. EFE
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