ANTONIO PLANES ARIÑO 03/04/2020
La crisis del coronavirus va a tener consecuencias desastrosas. En primer lugar,
por supuesto, las sanitarias. No podemos más que lamentar profundamente el
elevado número de personas afectadas y, en segundo lugar, también muy
importante, las económicas.
El COVID 19 va a hacer saltar por los aires a un incontable número de pequeñas
y medianas empresas, motor de desarrollo y actividad de este país, por falta
de liquidez y, con su caída, serán muchos los puestos de trabajo que desaparecerán
también.
Ante un panorama tan desalentador, sería bueno que el Gobierno cediera íntegramente
todos los impuestos, estatales, regionales y locales de este año 2020 como
préstamo a esas empresas que serán las encargadas de volver a generar
economía después de este dramático parón que nadie sabe su duración.
Hablo de un préstamo, estipulando su devolución en un plazo prudencial,
que inyectaría liquidez en el sistema y evitaría que las empresas tengan
que negociar directamente con los bancos. Una negociación que, en el caso de
las pequeñas y medianas empresas, con capacidad limitada, suele ser arriesgada.
Los pequeños y medianos empresarios creen en sus negocios, dedican a ellos
todo su esfuerzo, junto a sus trabajadores, que son lo más importante de las
empresas, y cuando vuelvan a abrir las puertas sacarán energías de donde
no las hay para salir adelante. Que puedan hacerlo o no, que puedan mantener sus
plantillas y con ellas la economía de muchas familias o se vean abocados a
los despidos y al cierre, depende de esa liquidez tan necesaria y de que, por una
vez, el Gobierno se acuerde de ellos y busque soluciones eficaces, prácticas
y ágiles.
ANTONIO PLANES ARIÑO
Barbastro
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