GERARDO CASTILLO CEBALLOS 03/04/2020
Vivimos en una sociedad huérfana de héroes, en la que el heroísmo
está dejando de ser considerado como un valor y una referencia para una vida
honesta. Thomas Carlyle se lamenta de la desaparición del culto a los héroes:
«La nuestra es una sociedad que niega la existencia de los grandes hombres,
y ni siquiera aspira a que los haya».
La sociedad se fundó sobre el culto a los héroes. La verdadera historia
del mundo es la biografía de los grandes hombres y mujeres; con su ejemplo
de sacrificio y auto-superación nos invitan a crecernos ante las dificultades.
El olvido de los héroes está ocasionando un vacío interior en quienes
se encuentran en la edad de los grandes ideales (los jóvenes). Ello provoca
un descenso en su nivel de aspiración, dejando así abierto el camino para
conformarse con los antihéroes que están de moda. Por el contrario, la
lectura de biografías de grandes héroes suele suscitar admiración
por su rebeldía positiva en función de valores. Los mismos adolescentes
que se aburren oyendo charlas teóricas sobre virtudes humanas, suelen emocionarse
cuando descubren esas virtudes encarnadas en algún héroe.
El profesor Juan Luis Lorda subraya que el cumplimento del deber en situaciones
de extrema dificultad tiene un valor ejemplarizante que es decisivo en la educación
de los jóvenes: "Hay circunstancias en la vida donde la dignidad humana
puede exigir grandes sacrificios; es decir, heroísmo. A veces, el deber nos
lleva a afrontar el dolor y la muerte antes que ceder a lo que es indigno de un
hombre. (.). La historia de todas las culturas está llena de gestos ejemplares
de hombres que han sabido sacrificar lo personal ante deberes que consideraban más
altos: por el bien de su patria, por el amor de sus padres, de su cónyuge o
de sus hijos, por amistad. (.). Son hechos admirables que despiertan el deseo de
imitarlos. Han servido en todas las culturas como pautas para la educación
de la juventud".
Muchos héroes se forjaron en la adversidad, creciéndose ante dificultades-reto
que les invitan a dar lo mejor de sí mismos. García de Leániz, afirma
que "se dejaron hacer por la hostilidad», y pone como ejemplo a muchos
hombres anónimos que en la primera Guerra Mundial se revelaron en el frente
como grandes soldados: «La adversidad máxima del campo de batalla estimulaba
un fondo de heroísmo que ellos mismos desconocían. Eran héroes sorprendidos
de su heroísmo». Esa actitud la tuvieron algunas personas durante el hundimiento
del Titanic.
La noche del 14 de abril de 1912, el barco chocó contra un iceberg, y mientras
se hundía, en medio del pánico la orquesta empezó a tocar. La música
fue un bálsamo de consuelo al que muchos pasajeros se aferraron.
El choque con el iceberg se produjo a las 23:40h de la noche, y la orquesta seguía
tocando a la 1:15, cuando la inclinación del barco era ya totalmente inestable.
A las 2:10, ya sin luz en cubierta, ni botes salvavidas, ni esperanza alguna de
sobrevivir, el director de la orquesta, liberó a los músicos, pero ellos
siguieron tocando hasta el momento en el que el barco se hundió. Según
el testimonio de una superviviente, Mary Hilda Slater, la última canción
que interpretaron fue "Nearer, My God, to Thee". (más cerca, mi Dios,
de Tí).
Los músicos no fueron los únicos héroes. A ellos se sumaron algunos
pasajeros que cedieron su bote a otra personas.
Cuando se cumple el centenario del hundimiento del Titanic nos llega la pandemia
mundial del coronavirus. Muchas personas están reaccionando con el mismo altruismo,
valentía y solidaridad que los pasajeros del barco. Ellas exponen sus vidas
para salvar las de los demás. Me refiero a los profesionales sanitarios, farmacéuticos,
periodistas, taxistas, panaderos, repartidores, policías, militares, empleados
de supermercados, etc.
Los voluntarios merecen un capítulo aparte. Algunos dan conciertos caseros
de balcón a balcón y se ofrecen desinteresadamente para cuidar niños
que están solos. Otros se ofrecen a personas mayores, que viven solas y están
imposibilitadas, para hacerles la compra. Todo esto está ocurriendo en una
sociedad con fama de insolidaria, Una vez más surgen héroes estimulados
por la adversidad, para dar lo mejor de sí mismos de forma incondicional.
Espero que esa actitud se generalice y mantenga cuando el coronavirus sea derrotado
por la ciencia unida a las muchas rogativas que se están haciendo, porque la
raíz y la solución del mal trasciende lo humano. Y sin olvidar que cada
día existen motivos para vivir la solidaridad y el altruismo en muchas cosas
pequeñas, por ejemplo sonreír al triste o al que nos incomoda y escuchar
a quien se le rehúye por ser pesado.
Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
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