Diario del Altoaragón 07/04/2020
En las horas en las que la estadística daba un vuelco a la cierta desesperanza
que respirábamos los españoles y los aragoneses, abatidos por la procesión
interminable de contagios y de fallecimientos, los anuncios se sucedían desde
las autoridades sanitarias, con la cautela razonable de quien ha tropezado una y
otra vez con el virulento devenir de los acontecimientos y pensando seguramente
en la nueva etapa que sucederá a las más estrictas restricciones para
evitar cualquier paso atrás después de haber ido ganando terreno al virus
a golpe de pérdidas humanas.
Llegaban por fin los test rápidos y otros materiales en la cuarta semana de
confinamiento, que representan un rayo de luz que se suma a una cierta impresión
de meseta en la destrucción del covid-19. Y, a la par, la palabra que competirá
para ser la del año en nuestro idioma, asintomáticos, brotaba con fuerza
para ser planteada como la prueba del algodón, la que nos dirá si esta
pesadilla se esfuma o todavía puede dar coletazos e incluso resurgir. Mientras
algunas informaciones cifran entre 1,7 y 7 millones los españoles que han podido
sufrir el coronavirus de manera más o menos consciente, de momento llega un
millón de test rápidos y una resta sencilla desde los 46 millones de españoles
señala que, hasta poder identificar a quienes no se han enterado de que han
hospedado el virus, faltan muchos millones de unidades para tranquilizar definitivamente
a la población. Sucede como con el baile de las mascarillas, ora no recomendables
para quienes no tienen ningún síntoma, ora casi obligatorias, ora lo pensamos
porque no hay suficientes. El sacrificio de los españoles bien merece incorporar
al discurso certidumbres y coherencias, porque no se puede vivir en un ay permanente
ante un enemigo todavía no delimitado.
Diario del AltoAragón
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