La dura lección aprendida durante la pandemia es que, en medio de la vorágine
del colapso hospitalario, con la falta de equipamientos adecuados, no hemos sabido
propiciar una buena muerte para miles de personas. Lo cuenta el profesor Emilio
García Sánchez, de la Universidad CEU Cardenal Herrera, en una reciente
investigación científica. El temor al contagio en los primeros compases
de extensión del coronavirus provocó que se lesionara "lesionaron
una de las bases de la calidad asistencial: procurar que el enfermo no muera nunca
solo, sin despedirse de su familia y asistido espiritualmente", explica este
investigador.
La conclusión es elocuente: aplicadas las medidas médicas necesarias para
paliar el dolor, lo que todos buscamos para tener una "buena muerte" es
estar acompañados, tener el corazón en calma y sentir el cariño de
los nuestros. Muy útil la reflexión en estos tiempos convulsos en los
que el Gobierno ha querido aprovechar para legislar sobre la eutanasia.
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