HUESCA.- En julio de 2016 se publicaban los números de divorcios en nuestro país. Los
titulares en los medios de comunicación lo dejaban bastante claro: “Por cada
matrimonio se producen dos divorcios en España”, ese era el titular del que se
hacía eco el ABC y que había distribuido Europa Press. Con esas cifras, las
consultas a abogados de divorcios han crecido mucho en los últimos años,
así como su trabajo y la especialización de los que terminan la facultad de
Derecho.
Según el Instituto de Política Familiar, desde 1981, cuando entró en vigor la
ley de divorcio, se han producido alrededor de 3 millones de rupturas
matrimoniales y las personas separadas o divorciadas ya representan el 6% de la
población adulta española.
Se podría indagar sobre las causas del aumento de las separaciones
conyugales. La primera, claramente, es el hecho de la entrada en vigor de esa
ley en los años 80. Antes de eso, muchos matrimonios resistían juntos porque no
podían hacerlo, legalmente, de otra forma. Con la llegada de la ley de divorcio,
lentamente, se comenzaron a producir las separaciones, muy tímidamente, ya que
no hay que olvidar que España venía de una dictadura y de un sistema muy cerrado
y tradicional en el que estos temas no eran bien vistos.
Otra de las causas, aún a pesar de caer en tópicos, es la incorporación de la
mujer al mundo del trabajo. La no dependencia del marido, la autonomía económica
y el cambio de mentalidad que se fue forjando desde esos años hasta hoy en día,
en el que se esperan aún más cambios y avances en terrenos, tan conocidos como
la conciliación o la igualdad salarial, jugó un papel importante.
Estas causas son el contexto, el pistoletazo de salida, quizá. Las
infidelidades, los enfrentamientos y diferencias que, de pronto, se vuelven
insalvables, problemas puntuales que lo inundan todo, sexo o, simplemente, el
fin del amor hacia la otra persona, se pueden encontrar entre las causas más
comunes de divorcio.
Muchas parejas, aunque ya han tomado la decisión en el corazón, no comienzan
los trámites por lo engorroso de la situación. Bienes comunes, niños a su cargo,
empresas y un sinfín de otras variables que entran en juego por las que sienten
rechazo a iniciar todo el papeleo y poner fin a la relación de forma legal.
Una separación es dolorosa. Siempre lo es. Decidirlo en el corazón y desde el
corazón es la acción más valiente. Formalizarlo, en realidad, es sólo un
trámite. Algo a lo que las parejas se han de enfrentar antes o después. Es
importante que se haga porque, para poder pasar página hay que terminar el
capítulo.
Es un trámite con fuertes connotaciones emocionales, por eso es importante
contar también con un buen abogado matrimonialista, que entienda la situación,
que sepa bien gestionarla, que tenga experiencia y que, además, por qué no,
pueda comprender lo que se está viviendo e inspire confianza. Por eso, muchas
veces, funciona el boca a boca, las recomendaciones, porque algo tan importante
como pasar de una forma de vida a otra se tiene que hacer con el profesional
justo.
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