Las ayudas a la incorporación a la agricultura y la ganadería de la DGA, que en dos años han aprovechado 303 altoaragoneses y cada vez más mujeres, permiten a los jóvenes asentarse en el medio rural
Elena Puértolas 10/02/2018
Isabel Atarés se levanta a las 7:00, deja a su hijo de 5 años con su madre
media hora después y se enfunda en el mono para empezar la faena en su granja
de terneros mamones. Toman leche a su hora como cualquier bebé, les arregla
la "cama" (de paja), recibe a los veterinarios… y por la tarde le toca volver.
Sus amigas todavía no entienden por qué esta administrativa cambió
la capital oscense y su trabajo de oficina por una explotación que le exige
una dedicación los 365 días del año. Además, "no había
visto un ternero en mi vida, prácticamente hasta que me los trajeron en el
camión, pero ahora no cambiaría mi granja por nada". La ganadería
le ha permitido vivir en Curbe, en Los Monegros.
"Volver al pueblo está bien pero ¿de qué trabajo?", se preguntaba
cuando se lo planteaban con su marido, al que le apetecía el retorno porque
se crió en Lalueza. Con ese pensamiento, vio la oportunidad de cumplir su sueño
con las ayudas a la incorporación de jóvenes agricultores del Programa
de Desarrollo Rural para Aragón 2014-2020.
El Gobierno de Aragón, con el apoyo de Fondos Europeos, destinará para
este año 20 millones de euros. Aunque ya se daban puntos por vivir en la misma
comarca de la explotación o limítrofes, como novedad se premia la residencia
en el municipio para favorecer el asentamiento en el medio rural, destaca el director
general de Desarrollo Rural, Jesús Nogués.
Con todo, Isabel Atarés lamenta el excesivo papeleo que se exige, con el que
empezó en 2014, y fue en abril de 2016 cuando le llegaron los primeros terneros
a la granja. Estas ayudas tuvieron un parón de dos años y en los dos últimos
han llegado a 834 aragoneses. En 2016 se destinaron 30 millones, para compensar
el "atasco", que recibieron en parte 171 jóvenes; y en 2017, 132 jóvenes
obtuvieron parte de otros 20 millones, detalla Nogués. Del total, 303 son de
la provincia de Huesca y un 20 % son mujeres como Isabel.
Para este año, se han acercado muchos interesados (no pueden haber cumplido
los 41 años) a las oficinas de las agrupaciones Asaja y Uaga para presentar
su plan antes del 15 de marzo. "Ha venido más gente a preguntar que el
año pasado, menos que hace dos años que fue el boom, pero no sabemos cuántos
se cerrarán", comenta el técnico de Asaja José Antonio Salas.
La inversión media es de 170.000 euros, pero una granja de 2.000 cerdos de
cebo conlleva un gasto de 400.000 euros, añade. En general, reciben una media
de 42.000 euros, al margen de la inversión, y el máximo es de 70.000,
indica Nogués.
Inicialmente Isabel Atarés pensó en una granja de cerdos, pero conseguir
un terreno que cumpliera la normativa a un precio razonable le fue imposible, así
que un amigo le habló de los terneros mamones y se lanzó con el apoyo
de Uaga. En el caso de los terneros, la inversión es menor, pero la rentabilidad
también. "Aún hay gente que piensa que estoy loca, pero si me dan
a elegir lo tengo claro: soy la más feliz del mundo", indica.
Empezó de cero. Su madre le donó el terreno para construir la granja,
que segregó del lote de los abuelos que fueron los colonos que bajaron de Bara,
en la Sierra de Guara. El resto de las tierras se las arrendó para cultivar
cereal, por lo que además de construir la explotación compró un tractor.
"Empezar de cero exige mucho sacrificio, pero merece la pena el esfuerzo",
indica.
Son muchos los jóvenes que dan continuidad a explotaciones familiares, y una
parte son de la montaña. En esta zona especialmente, el secretario provincial
de Uaga, Joaquín Solanilla, resalta que es "prácticamente imposible"
empezar de cero. Además, parte de este programa se destina a la modernización
de instalaciones de agricultores de cualquier edad. La técnico de Uaga Inés
Artero resalta que "muchos se quieren quedar en el pueblo y ven en el ganado
intensivo una oportunidad". En 2016, se aceptaron el 65 % de los planes de incorporación
y el 87 % de modernización; y, en 2017, el 83 % y el 90 % respectivamente.
Ahora, se espera que este año "se desatasque la acumulación",
indica Nogués.
Cada euro invertido se multiplica por cinco
El técnico de Asaja resalta que "estas ayudas no solo son importantes para
la persona, sino para el medio rural, porque generan economía en la zona. Cada
euro invertido se multiplica por cinco". También considera que "con
todo lo buenas que son, son insuficientes en áreas de montaña", donde
la actividad es la que mantiene el territorio y el incremento que reciben por esta
condición no compensa los gastos. En estas zonas, la apuesta es la ganadería
extensiva, para la que se dan más puntos. Además, este año se valora
más que se encuentren en espacios naturales protegidos y que se integren en
denominaciones de origen", señala Nogués.
Con todo, jóvenes de montaña se quejan de que se les exige incorporarse
con un número de cabezas que les garantice un 35 % de la renta agraria de referencia
que publica el Ministerio (para 2018, BOE de 28 de diciembre de 2017) y que asciende
a 28.725 euros, lo que supondría unos 10.000 euros. "Es un mínimo
muy mínimo para que una explotación permita ser agricultor profesional
a un joven que se incorpora. Y el objetivo es, precisamente, el incorporar profesionales,
de forma que por lo menos la mitad de su renta provenga del sector agrario. De lo
contrario, estaríamos favoreciendo una economía de mera subsistencia",
argumenta Nogués. Esto supone empezar con 350 ovejas o 56 vacas y para algunos
jóvenes implica demasiado.
El Gobierno de Aragón quiere incidir en la formación y ampliar el curso
actual de 100 horas. Isabel no sabía nada de nada de terneros pero "el
integrador te enseña a todo, pasa la veterinaria… y luego el día a día
es un máster", comenta.
Un 20 % son mujeres
No oculta tampoco que le molesta cuando alguien relaciona el trabajo en una granja
con alguien sin estudios o duda de que sea ella la que se ocupa; y recuerda que
hasta no hace muchos años las mujeres rurales se encargaban de los animales.
El 20 % de quienes se incorporan son mujeres y para ello Desarrollo Rural colabora
con el Instituto Aragonés de la Mujer para "solucionar el problema de masculinización
del medio rural", define Nogués. Asaja resalta que al final "son las
que fijan población en el medio rural".
Ahora, Isabel Atarés solo piensa en sacar sus terneros adelante, en amortizar
la inversión e incluso en ampliar su explotación. Nunca se imaginó
a sí misma en esta situación y con estas ganas de luchar cuando después
de su trabajo a media jornada pasaba las tardes Coso arriba, Coso abajo en la capital
oscense. Ahora, se agobiaría. Apunta que le animó el hecho de que haya
escuela en Curbe y también destaca que esto es posible gracias a que su madre
cuida de su hijo. Ahora, su lema es "yo puedo y voy adelante" y su recompensa,
ver a su hijo crecer feliz en el pueblo, donde un día puede dejarle un trabajo.
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