El investigador es profesor y director de la primera cátedra sobre despoblación de la Universidad de Zaragoza y la DPZ
ELENA PUÉRTOLAS PUÉRTOLAS 28/07/2018
Una inversión millonaria en regadíos puede traducirse en una medida
contra la despoblación. Pero el agricultor igual tiene que vivir en una
ciudad por los cuidados de sus padres, los estudios de sus hijos, la disponibilidad
de vivienda... Con este ejemplo, Luis Antonio Sáez, director de la primera
cátedra sobre despoblación de la Diputación Provincial de Zaragoza
y la Universidad de Zaragoza, de donde es profesor titular del Departamento de Estructura
e Historia Económica y Economía Pública, defiende la idea de que
"la despoblación se compone de muchos elementos y, por ello, tiene que
haber una armonía". Es miembro del CEDDAR (Centro de Estudios sobre
Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales), un centro aragonés que
nace a partir de un grupo de profesores universitarios y de investigadores de las
ciencias sociales preocupados por el desequilibrio entre el mundo rural y el urbano.
Ha realizado una investigación sobre las políticas contra la despoblación.
¿Han sido testimoniales?
- Investigué -entre 2000 y 2010- las estrategias que se habían llevado
a cabo, para ver el grado de ejecución, si habían acertado o en qué
habían derivado. A nivel autonómico hasta hace dos años, solo tenían
la Junta de Castilla y León y el Gobierno de Aragón, que habían hecho
planes estratégicos. Además, había habido diferentes iniciativas
de pueblos, como el caso de Aguaviva, que llegó a tener 300 pueblos asociados,
o Castelnou, ambos en Teruel; el programa "Abraza la tierra" o, ahora, "Pueblos
vivos" en el Somontano. Se trataba de dar una sistemática conceptual, un
análisis a través de la economía pública. Igual que cuando un
médico encaja los síntomas en el diagnóstico de una enfermedad. Es
lo que podemos aportar con modestia los investigadores.
¿Y cuál es el diagnóstico?
- Había un Plan Integral sobre Política Demográfica y Despoblación
del Gobierno de Aragón que estaba en el limbo. Estaba aprobado por todas las
fuerzas políticas, pero no se llegó a desarrollar. En 2008, tenía
un cronograma, un marco de actuación... Pero es como si compras un libro y
no lo lees.
¿Lleva el mismo camino la Directriz de Política Demográfica y
contra la Despoblación aprobada por el actual Gobierno aragonés?
- Creo que no. El consejero José Luis Soro es sensible y tiene como jefe de
Servicio de Ordenación del Territorio de la DGA a Pablo Dolz. Han sacado el
Índice Sintético de Desarrollo Territorial, que es una herramienta y da
muestra de un trabajo. Han elaborado un procedimiento minucioso, parece que hay
un compromiso presupuestario... y a mí el enfoque me parece consistente. La
propia directriz es una partitura que está bien, que tiene buena música,
pero ahora hay que ver si la interpreta una charanga o una orquesta sinfónica,
porque a veces esos eslabones no se ponen en juego y por ahí va la cosa.
De momento es un plan más. ¿Hay que pasar a la acción?
- Es cierto que las directrices para la despoblación están muy bien, aunque
es un esfuerzo grande y es fácil que una norma quede obsoleta enseguida. A
veces creo que más que una norma específica, sería interesante que
se impregnaran el resto, un poco como las cuestiones de género. Igual sería
mejor que se introdujera en cada tema.
Entonces, hay muchas medidas que pueden traducirse en lucha contra la despoblación
(la apertura de un colegio, una inversión...)
- Cualquier cosa se puede justiciar como despoblación, pero esta se compone
de muchas cosas, aunque lo importante es que haya armonía, que todo tenga su
sentido, su idoneidad, el contexto adecuado... Una inversión en regadío
no siempre conlleva el asentamiento de familias si no va acompañada de otras
medidas. Tenemos que pensar en que haya actividad, en cómo hacemos el medio
rural atractivo para la gente joven.
Ahora, cada vez hay más directrices y más comisionados en el Gobierno
central, en la DGA... ¿Cómo se armoniza eso para que haya resultados?
- Lo que hace falta es que el comisionado fuera ya un director de orquesta, alguien
que supiera cómo integrarlo todo y no alguien que llega por afinidad y tiene
que aprender solfeo. Lo que hace falta son directores de orquesta para pasar a la
acción, porque hay que introducir la cuestión de género, la edad,
la inmigración, la vivienda, la educación... El problema es que no le
damos importancia al intérprete, a que el consejero o el funcionario esté
comprometido con el tema. Es como si creyéramos en la magia de los boletines.
En los Consejos de Gobierno tiene que haber un debate trasversal, pero en eso sigo
siendo muy escéptico, porque la parte de las partituras es aceptable, pero
omitimos la implementación.
¿Todo está por hacer?
- Hay cosas hechas importantes y parte de la despoblación ha tenido un ajuste
muy potente. Hoy en día quien quiera puede vivir en un pueblo mejor que hace
40 años, cuando había carencias fundamentales, depende más de su
voluntad.
¿Y qué resultado tienen las experiencias más locales?
- Muchos municipios hacían de la necesidad virtud, había una urgencia,
a veces incluso por encima de la capacidad técnica, de las competencias legislativas
y por eso el proyecto de Aguaviva, que ha sido incluso objeto de tesis doctoral
en Norteamérica, ha sido un laboratorio muy interesante. Uno de los elementos
más interesantes, en los que estoy trabajando ahora, es en la importancia de
la cultura frente a la despoblación.
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