Javier Lacambra y Miguel Cuello, de 18 y 20 años, han apostado por la crianza de cerdos y pollos como proyecto de futuro para seguir en Azara
ELENA PUÉRTOLAS 08/09/2018
Azara pierde habitantes, pero lo que sucede hoy puede cambiar esa tendencia mañana.
Los jóvenes quieren quedarse y apuestan por un futuro en esta localidad del
Somontano. Miguel Cuello, de 20 años, se ha montado una granja de pollos
y ya ha empezado a trabajar en ella. Javier Lacambra, con solo 18 años,
ha solicitado este año las Ayudas a la Incorporación de Jóvenes Agricultores
y ha puesto en marcha la segunda granja de cerdos de su familia. En su caso,
sigue además con la actividad de su abuelo y de sus padres.
Miguel y Javier son del mismo grupo de amigos y no son los únicos que quieren
quedarse a vivir en Azara. Solo ven ventajas. A solo 15 kilómetros de
Barbastro y casi 40 de la capital, lo tienen todo a su alcance, mientras conservan
la tranquilidad y las posibilidades que les ofrece su territorio. No echan nada
en falta. Precisamente, esta proximidad ha favorecido que en los últimos
años otros jóvenes y parejas con niños hayan fijado su residencia.
Se desplazan a trabajar fuera, pero su casa está en Azara. Y lo que
también es muy importante: el colegio. Este último curso han asistido
unos 25 chavales no solo de este pueblo del Somontano sino de los más próximos:
Azlor y Peraltilla.
Conviven con una población envejecida que, según los últimos
datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) es de 180 vecinos, la cifra
más baja desde que existen datos. Comenzó este siglo con 216 habitantes,
menos de la mitad de los 591 con los que empezó el XX. Pero, además, las
cifras hablan de empadronados, porque los que cada día duermen todo el año
aún son menos. No difiere mucho del camino que llevan otros pueblos, pero aquí
la esperanza está puesta en sus jóvenes.
Miguel Cuello ya solicitó las ayudas a la incorporación el año
pasado. "Siempre me había hecho ilusión trabajar en una granja. Le
propuse a mi padre montar una y tiramos para adelante. Mi padre ya se la habría
hecho, pero con 57 años para qué. Si yo no quería seguir, ahí
se quedaba", explica Miguel, ya que conlleva una inversión de más
de 400.000 euros. Por ello, fue él mismo quien ilusionó a su padre
con el proyecto que hoy es su futuro.
Su padre siempre ha trabajado en comercio en Barbastro y, además, llevaba las
tierras de casa porque éstas por sí solas no dan para vivir. Miguel dejó
de estudiar y se puso a trabajar de albañil con una empresa del pueblo, pero
su ilusión era tener una granja. "Pillamos la temporada en la que se estaban
poniendo muchas granjas de cerdos y no nos daba la distancia para cumplir la normativa,
por lo que pensamos en los pollos. Hace un año que empezaron a montarla
y a principio de año comenzamos a llenar", detalla.
Como es habitual en este sector, trabajan con una integradora, en este caso Guissona,
que le trae los pollos nacidos del mismo día y Miguel los cría durante
40 o 42 días, en función de cuánto crecen, hasta que están
listos para el consumo. Estos días la tiene vacía tras criar 33.000
pollos, aunque la nave tiene una capacidad para 36.700. Su proyecto le encanta
y ya piensa que en un futuro próximo puede construirse una segunda granja para
crecer.
"Me quiero quedar a vivir aquí porque se vive muy tranquilo y estás
a 10 minutos de Barbastro", explica. Y, en principio, no parece que vaya a ser
el único. "Creo que de los que estamos de nuestra pandilla muchos nos
quedaremos aquí. En invierno estamos menos vecinos, porque se van a estudiar
fuera y vienen los fines de semana, pero de momento se está quedando gente",
comenta.
Además de la proximidad a Barbastro y Huesca, resaltan los servicios que
tiene la localidad como el médico, la enfermera... Solo que se han quedado
sin panadería, un comercio que, como el colegio, también daba servicios
a los pueblos del entorno.
Javier Lacambra todavía es más joven pero tiene las cosas igual
de claras. "En casa ya había cerdos y yo he querido seguir adelante. Desde
pequeño iba a la granja con mi abuelo y mis padres y siempre me gustaron.
Sabía que quería seguir con la ganadería y la agricultura",
explica. Su madre es la que se encarga de atender la granja de cerdas madre, mientras
su padre lleva las tierras en las que hacen siembra directa de cereal. Además,
como es habitual en toda esa zona del Somontano, tienen almendros.
En Azara, la agricultura ha sido el medio de vida tradicional, que en los últimos
años se ha complementado con la construcción de granjas. Hay varias
de porcino y, además, está la de pollos de Miguel Cuello.
Lacambra ha solicitado este año las ayudas a la incorporación para
financiar la inversión -algo menos que la de Miguel- de su granja integrada
en el grupo altoaragonés Costa, aunque aún se encuentra a la espera de
la confirmación. "Las ayudas son muy importantes para dar el paso adelante,
pero, con todo, empezar de cero en la agricultura y la ganadería sin tener
nada de antes (patrimonio familiar) es prácticamente imposible", comenta.
Eso sí, "no sé qué comeremos en el futuro si no hay más
jóvenes que monten granjas", se pregunta al hilo de la reflexión de
que a veces esta actividad está denostada.
Mientras tanto, acabará sus estudios en Huesca, un grado superior de
Paisajismo, después de haber terminado el grado medio de Agricultura y Ganadería
en el CPIFP Montearagón. Por ello, hasta febrero que termine el curso, se
desplazará a diario para poder atender la granja y después ya se empleará
a fondo en su trabajo. "Mi madre me decía siempre que estudiara, que para
trabajar siempre había tiempo pero bueno... ahora en cuanto acabe, a trabajar
en casa, que es lo que siempre me ha gustado", indica. Su decisión marca
la continuidad en su casa, puesto que es hijo único, por lo que explica que
sus padres están contentos y su abuelo todavía más.
"Azara es un pueblo pequeño, pero aún hay gente de nuestra edad. Estamos
una cuadrilla maja", apunta. Aunque después de estar tres años estudiando
en Huesca echará en falta a los amigos, "en el pueblo se está muy
bien", comenta. "Creo que cada vez se valora más poder vivir en
el pueblo", resalta. Y, aunque todavía son muy jóvenes y no se
atreven a soñar demasiado, su futuro lo pintan en Azara.
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