Ambos apuestan desde Orós Bajo por la crianza de churra tensina o cabra pirenaica
ELENA PUÉRTOLAS 22/09/2018
HUESCA.- ¿Por qué defendemos el románico y no las razas autóctonas?
Ricardo Azón y Rosa Avellanet están decididos a recuperar el cordero
tensino y su gastronomía como patrimonio.
Lo suyo fue una apuesta por un modo de vida en el medio rural que iniciaron
hace 10 años y que además les permite desarrollar su profesión, ya
que él es Ingeniero Agrícola y ella Bióloga y doctora en Producción
Animal.
Es un empeño por la sostenibilidad ambiental, el mantenimiento del paisaje
que les rodea en Orós Bajo, cerca de Biescas, y la continuidad de las
razas autóctonas. Cuentan con 400 ovejas churras tensinas, 50 cabras pirenaicas,
cerdos y burros de la raza Asnal Catalana, criados todos extensivo, además
de pavo oscense y gallina de Sobrarbe.
Y todo ello les sirve para educar en valores a su hija Izarbe de solo tres
años, "de una manera natural y con una calidad de vida que no se puede
pagar con nada. A mucha gente le gustaría", opina Rosa Avellanet, que recuerda
que una amiga profesora le contó que les pidió a unos niños dibujar
un gallo y le pintaron un pollo a l"ast.
Es toda una experta en ganadería, puesto que ayuda siempre a sus padres
y conoce todos los manejos. Ya se autodefine como "miniganadera" y de mayor
quiere ser: ganadera.
Es de las pocas niñas que vive en esta localidad, donde apenas residen 20 habitantes.
"Hay dos niños de dos años más, pero cuando ellos nacieron,
hacía muchos años que no había nacido nadie", indica Rosa. Con
todo, no les supone ningún problema, por la proximidad a Biescas, Sabiñánigo
o Huesca.
Ricardo Azón proviene de allí. Su familia hacía años
que había dejado de vivir de la agricultura, pero después pusieron una
pequeña explotación de ovino, que fue el germen de todo.
Por ello, decidieron asentarse en Orós Bajo después de recorrer parte
de la provincia por razones laborales, ya que ambos realizaban tareas de consultoría
vinculadas a la ganadería. "Prácticamente nos daba igual vivir en
un sitio o en otro porque nos desplazábamos por Aragón, Cataluña,
Navarra..., pero preferimos asentarnos en Orós por mantener esa explotación
con razas locales", apunta Ricardo, que sigue con su trabajo de gestión
de libros genealógicos y conservación de las razas autóctonas.
Rosa, desde que tuvieron la niña, se dedica a los trabajos de gestión
y a la explotación ganadera de la que es titular. En su caso, tenía más
vinculación con el ovino, ya que su abuelo era trashumante y bajaba
de la zona de la Seu d"Urgell a Tarragona, donde se asentó. "De mi
abuelo he aprendido todo lo que sé", indica.
Todo empezó con la pequeña explotación familiar, en la que fueron
introduciendo las razas locales. "Vimos que con el mismo esfuerzo puedes ir
un poco más allá y al final le dimos un formato profesional",
detalla Ricardo Azón, que explica que colaboran con el Plan de Conservación
de Gallina de Sobrarbe, el libro genealógico de la churra tensina o la cabra
pirenaica.
Pero, ¿qué diferencia hay entre una gallina de Sobrarbe y una normal?,
le preguntaron a Azón. "La normal es la de Sobrarbe, la otra es un híbrido
industrial creado en una fábrica con cruce de 40 estirpes. Lo normal es lo
mío", indica.
Y utiliza un símil muy ilustrativo: "Es como si sustituyéramos
las ermitas del Románico por templos cubistas. Parece que ahora lo raro
es mantener lo del país cuando lo raro tendría que ser lo de fuera".
En este sentido, Rosa Avellanet indica que muchos ganaderos introdujeron hace
30 años mardanos de otra raza y se dieron cuenta de que tenían que
volver a la tensina, de la que ahora hay 9.000 cabezas.
"Las razas autóctonas son parte de nuestro patrimonio y para no
tenerlas tienes que estar seguro de que el cambio es positivo", señala
Azón. "Son razas que tendrían que estar reconocidas en el territorio,
en la gastronomía, y vemos que no es así. Solo impera el precio, ni la
calidad ni el kilómetro 0 por mucho discurso que haya, porque la realidad no
acompaña", comenta.
VENTA DE CORDERO Y UN PROYECTO DE TRANSFORMACIÓN
"Cuando vas a un territorio lo ideal es comer lo de allí y eso es riqueza
para el territorio. No tiene sentido venir aquí a comer sepia", indica.
Esta es la razón por la que comenzaron la venta directa a establecimientos
y particulares de sus cabritos y corderos y lechales tensinos, a través de
la marca Borda Matías.
Sin embargo, quieren ir un paso más allá y, por ello, están trabajando
en un proyecto de transformación y de precocinados. "Queremos dar un
valor añadido porque estamos percibiendo la caída del consumo y del precio
del cordero. Muchos jóvenes no lo consumen porque no saben cocinarlo o creen
que es caro y es más sencillo comerlo de lo que parece", indica Ricardo.
Conocen bien el sector y, por ello, alertan del peligro de la desaparición
de la ganadería extensiva y de lo que supone tanto para la economía
del país como para el mantenimiento del medio natural. "En España
no se valora el sector primario, es de segunda, y los que estamos lo sentimos porque
hay mucha diferencia con otros países", indica Avellanet.
A pocos kilómetros, en Francia, una señora con 70 cabras puede vivir
bien haciendo quesos. Aquí, "es muy difícil vivir de la ganadería
extensiva y nosotros porque tenemos otro trabajo, pero los márgenes son muy
justos". De hecho, asegura que el precio del cordero está igual que hace
40 años cuando vendía su abuelo.
El ovino forma parte de la tradición ganadera del Pirineo oscense. Sin
embargo, se fue sustituyendo por el vacuno, debido a que su manejo es algo más
sencillo, apunta Azón. "El censo de la oveja cae muchísimo aunque,
en general, el de la ganadería extensiva", indica Azón.
En su caso, ahora en verano, las tienen en la montaña en Panticosa junto
a las que otro ganadero trashumante que tiene 1.300 ovejas. El próximo día
30 bajarán del puerto hasta su cuadra y desde allí el otro rebaño
continuará el camino hasta San Jorge, junto a Almudévar.
Pero, ¿quién las cuida en el puerto? Este es otro de los problemas de
la ganadería extensiva y es que no se encuentran pastores. Primero,
que quieran; y luego, que entiendan del oficio.
El pasado verano, recuerda Rosa, tuvieron cuatro hasta que uno se quedó, pero
a mitad de esta temporada se ha marchado, por lo que el otro ganadero sube
tres días a la semana y ellos uno. En otoño y primavera, las atienden
en prados del entorno de Orós con pastores eléctricos; y en invierno,
buscan zonas en la tierra baja para evitar la estabulación en días de
nieve y frío.
Cuando ayer explicaba toda esta historia, Rosa regresaba de la montaña de Piedrafita
de Jaca de revisar el estado de las burras para ir a recoger a su hija al
colegio de Biescas a las 13:30.
Se levantó a las 8:00 y, tras desayunar con Izarbe y prepararla para ir a la
escuela, fue a la cuadra a dar de comer a los animales, se cogió la perra mastina
leonesa, que les ayuda a proteger al ganado de los ataques, y subió a ver a
las burras, que venden a muchos países de Europa.
Después de comer, tocaba volver a la cuadra. Eso sí, con la "miniganadera",
que es su fórmula para conciliar. Cada día es diferente según
las necesidades de los animales, pero no cambian por nada su proyecto de vida.
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