Ingeniera, agricultora y ganadera en Junzano, reclama ayudas gubernamentales para mantener el sector del ovino, aquejado de precios bajos y falta de relevo generacional, pero fundamental para el medio ambiente
ELENA PUÉRTOLAS 06/10/2018
HUESCA.- La población cae en picado y no hay quien lo detenga".
María Paúl, de 39 años, se despierta cada día en Junzano,
pueblo del municipio de Casbas, en la Hoya de Huesca, donde apenas duermen 15 personas
y no ve muchas opciones de cambio si no se actúa pronto. Amanece, coge el tractor
y se va a labrar.
En esta tarea la pillamos, porque es lo que toca en esta época, pero además
tiene ovejas, aunque se las va a sacar. "Me duele mucho porque el trabajo
de la ganadería lo he hecho toda la vida, pero no puedes meter 5 para conseguir
4", lamenta esta ingeniera agrícola que se crió entre el ganado
y los campos y que tiene muy clara su vocación. Además, "no hay mejor
manera de fijar población que con la ganadería extensiva, porque te
hace estar en el pueblo", asegura a modo de mensaje a las administraciones.
Por ello, lanza un SOS desde el sector ovino, porque necesita ayuda.
No parece conformista, sino luchadora, pero la realidad se impone. "El extensivo
nos lo estamos cargando, los censos caen, los precios son iguales que hace diez
años, y como no sea con ayudas gubernamentales, no hay otra solución",
opina María Paúl, socia de la Cooperativa Oviaragón Grupos Pastores.
"No puedes estar trabajando todos los días del año para sacar un
sueldo muy justo. Si las explotaciones tuvieran mayor rentabilidad, sobrevivirían",
asegura. A su juicio, el mercado no se regulará solo, porque si en lugar de
ir a 70 euros el cordero fuera a 100, no se vendería. Por ello, se muestra
convencida de la necesidad de ayudas.
Pero también quiere poner en valor que no serían un gasto sino una "inversión".
"Este año porque no hemos tenido incendios, pero si hubiera, España
arde. En todos los montes tendría que haber ganado porque hacen una labor
de conservación brutal", asegura esta ingeniera agrícola. "Si
tanto nos importa la ecología, esta es la manera", sugiere. Y además,
"en las zonas del lobo, no es normal que un pastor tenga que dormir con las
ovejas en el siglo XXI". "Y luego vienen a los pueblos cuatro vestidos del
Decathlon a pasearse y meterse con el intensivo. ¿Dónde quieren que críen
los cerdos, ¿en medio de Madrid? Quieren comer bueno, barato y que les hagan
masajes a los cerdos. La gente tiene una visión del campo que no es real",
denuncia. Pero también hace un llamamiento para revalorizar el sector: "En
la Hoya en lugar de denostar la ganadería, tendríamos que sentirnos orgullosos",
dice.
Al terminar sus estudios en la universidad, volvió a trabajar en casa
con su hermano mayor, de 45 años, con el que ha llegado a tener un rebaño
de 700 ovejas. "Al quedarnos con las ovejas que ya tenía mi padre, quisimos
modernizar, poner vallados... pero son inversiones que cuesta mucho recuperar",
indica. Por ello, aunque ahora quiten las ovejas, aprovecharán las instalaciones
para poner terneros de cebo. "Ahora vamos a optar por el intensivo porque
se puede compatibilizar mejor con la agricultura", indica.
"Siempre decimos con mi hermano que la juventud nos la hemos dejado con las
ovejas. Y no me importa, pero si fuera rentable", indica. Según comenta,
los jóvenes no se quieren incorporar a este sector y "una explotación
de ovino cerrada no se vuelve a abrir". Al final, explica que hay que ser
realistas y que las explotaciones tienen que ser rentables. "La gente que
se dedica al extensivo está toda muy harta porque no solo no hay ayudas sino
que nos ponen palos en las ruedas", denuncia. Además, otro de los problemas
es la dificultad de encontrar mano de obra especializada, pastores para contratar
y que los salarios no son muy altos por la falta de rentabilidad.
Con su hermano han comenzado a trabajar más tierra y a las menos de
200 hectáreas que cultivan de cereal de secano en Junzano, suman 18 de otro
patrimonio en Castejón del Puente y algo más de 50 en Pompién, cerca
de la capital oscense. "Como estamos los dos, nos pudimos comprar una cosechadora
y así uno cosecha mientras el otro carrea y ya no tienes que depender de gente
de fuera. Además, nos podemos dar días de fiesta y eso con la ganadería
es muy importante", asegura.
Ahora se centrarán más en la agricultura, aunque su zona tiene
sus pegas, ya que "aquí es todo minifundismo con arbolado y accesos como
hace 60 años", dibuja. Otros del pueblo viven fuera y cultivan sus tierras
los fines de semana, pero "si para una explotación cuesta conseguir un
relevo, imagínate en estos casos". Por ello, se abandonan patrimonios,
porque además cada vez hay que trabajar más hectáreas para conseguir
una rentabilidad.
María Paúl vive en Junzano con su madre, que ha trabajado mucho en
el campo. "Ella iba con las ovejas al monte y los tres críos. ¡Eso
sí era conciliación!", comenta para poner en valor el trabajo de las
mujeres de la generación anterior que no eran titulares de explotaciones. Su
padre falleció y su hermano vive en Huesca porque tiene allí la familia.
Por ello, insiste en que la ganadería extensiva es lo que más población
asienta en el territorio. Pero entiende que no resida más gente en Junzano
porque "aquí no hay trabajo y si trabajas fuera con un sueldo de 1.000
euros y tienes que pagar 300 al mes en gasolina, ya no salen las cuentas". Además,
no hay servicios.
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