La localidad, junto a Jaca, es un caso excepcional en su zona porque en tres de las cuatro casas abiertas del núcleo original siguen jóvenes con ovejas o vacas. Al lado, en Ulle, también continúa la tradición familiar Vanessa Pardo
ELENA PUÉRTOLAS 15/12/2018
HUESCA.- Hacer lo que te gusta es nuestro sueldo real, el que nos da fuerza
para seguir en la ganadería y la agricultura; además de conservar el
medio y de venir a trabajar a esta oficina que tenemos hoy aquí. ¿Quién
no pagaría por esto?". Son las palabras de Daniel Lacasa, de 25 años
y jugador de hockey en el Club Hielo Jaca, desde sus naves de vacas en Barós,
un núcleo a 4 kilómetros de Jaca, en un día soleado. Y casi tiene
que pagar por trabajar porque la rentabilidad del sector es "muy baja".
En su "oficina" se reunió con otros ganaderos de su localidad,
los primos y socios Jorge Navarro y Pedro Betrán, y solo faltaba José
María Viscasillas. Todos ellos son los sucesores de tres de las cuatro casas
que siguen abiertas en el núcleo original. El caso de su pueblo es una
rareza en su entorno, donde ya no quedan tantas explotaciones. A ellos, se sumó
Vanessa Pardo, otra joven ganadera de la localidad vecina de Ulle. Son conscientes
de que, en la situación del sector, "cada explotación ganadera que
se cierra, es una puerta que no se vuelve a abrir".
Y alertan de que, si no se toman medidas, en pocos años desaparecerán
muchas más. Sus padres han conocido 10 o 12 casas en Barós y Jorge
Navarro, que con solo 38 años es el más mayor, ha visto ganado en seis.
Ya solo quedan tres y son la excepción.
Les da la risa cuando escuchan hablar de iniciativas para mantener los "pueblos
vivos". "No es la idea bucólica de me pongo unas cabras y vivo
con un huerto en la puerta de casa. Esa no es la realidad", aclara Navarro.
Tal y como está el sector, "en pocos años los pequeños desaparecerán",
indica su primo Pedro Betrán. Y es que se necesitan grandes inversiones.
"Es una pena que es sector esté así, porque si a alguien le gusta
y quiere vivir de esto, es imposible empezar de cero", denuncia Lacasa. "Para
que un joven se pueda incorporar necesita como mínimo un talón de 500.000
euros a fondo perdido", asegura Lacasa.
UNA LABOR AMBIENTAL EN EL TERRITORIO
Barós tiene música, la de los cencerros y los mugidos, pero también
voz, la de jóvenes ganaderos que son el futuro de una localidad, que
creció en los años del boom inmobiliario con una urbanización y que
ahora cuenta con 88 empadronados frente a los 39 de principios de siglo. "Con
lo cerca que está de Jaca, está claro que aquí siempre vivirá
gente, pero solo vienen a dormir. Llegas por la noche y se ven muchas luces,
pero es un pueblo fantasma porque por el día las puertas están cerradas",
indica Daniel Lacasa, quien resalta que el ganado es un símbolo de vida.
"Si vas por cualquier carretera y miras a ambos lados, el territorio lo mantienen
los agricultores y los ganaderos. Y por el momento la comida no se hace en las
fábricas, allí solo se transforma", indica Navarro para ensalzar
la importancia del sector. A su primo Pedro Betrán le da mucha tristeza viajar
por algunas zonas de Teruel y ver los terrenos sin cultivar. "El abandono del
territorio será un grave problema", indica.
"SOMOS EL ÚNICO SECTOR QUE NOS MARCAN LOS PRECIOS"
Serán las consecuencias de la política agraria, que a su juicio tiene
que cambiar. Su voz se alza para reclamar mejoras en el sector, el único
en el que "nos marcan el precio de lo que se compra y de lo que se vende",
denuncia Jorge Navarro, quien añade que también "somos esclavos de
las subvenciones".
Por ello, su primo Pedro Betrán resalta que ahora ya no pueden ser pequeños
ganaderos sino empresas con empleados para gestionar grandes volúmenes de facturación.
"En los años 80, con 20 hectáreas y 200 ovejas podías vivir,
pero ahora no", indica Navarro. En su caso, tienen 1.100 ovejas de Rasa
Aragonesa que venden directamente a Supermercados Alto Aragón para ahorrarse
un eslabón de la cadena -una cooperativa, por ejemplo- y aumentar su margen
de beneficio. Aunque esto les exige una calidad mayor que también la tienen
avalada por el sello Ternasco de Aragón.
Para ello, tienen contratado a un pastor y además han creado una empresa
de servicios agrícolas de manera que cosechan o siembran por toda la provincia.
El ser dos les permite darse días de fiesta y, por ello, tanto Pedro como Daniel
creen que el sector tiene que cambiar y tendrá que ir a modelos de empresas
o cooperativas. Pero, sobre todo, Pedro insiste en la necesita de abarcar mucho
trabajo para que salga a cuenta. "Si sumamos lo que facturamos entre todos,
mucha gente se asombraría, pero como la rentabilidad es tan escasa...",
indica. "Al final te queda un sueldo como si trabajaras en una oficina",
concluye Vanessa Pardo, que da continuidad a la explotación de su padre
en la que inicialmente comenzó como asalariada. Aunque al principio apostó
por salir fuera, al final "es lo que me gustaba". De hecho, todos los demás
que la conocen aseguran que a nadie le sorprendió que siguiera con la explotación
de vacas de Raza Parda Pirenaica. Además, tienen ovino, pero "las ovejas
dan mucho más trabajo y menos rentabilidad".
En su caso, y no es nada fácil, tienen la suerte de haber encontrado a un
pastor, Mohamed Dahmari, que llegó con contrato de trabajo desde Marruecos.
"Saca mucha faena, pero es difícil encontrar a alguien que sepa y, sobre
todo, que tenga ganas de trabajar", añade Vanessa Pardo. Que se lo digan
a Jorge, que recientemente puso un anuncio para encontrar pastor y cuando
les preguntaba por la experiencia más de uno le dijo: "Ya sé lo que
es un animal porque he tenido perro".
El padre de Pedro y la madre de Jorge, hermanos, apostaron por el ovino cuando
tuvieron que cambiar su explotación de vacuno de leche. Tras el cierre
de la Central Lechera Osca a finales de los años 80, se pasaron al ovino. Navarro
resalta que se trata de una especie que aprovecha más los pastos que la vaca.
Aunque tienen alguna pardina próxima arrendada, también aprovechan los
rastrojos tras las cosechas y otros campos mientras las vacas del pueblo están
en el puerto en verano. Entre todo, cuidan el entorno.
Por su parte, los padres de Daniel Lacasa, en la misma situación, optaron por
el vacuno de carne. En su caso, llevan las vacas a otros montes porque se crían
en extensivo pero, igual que los primos, cierran el ciclo para acabar de criar
a los terneros en lugar de mandarlos a cebaderos. Es la manera de aumentar la rentabilidad.
Aunque tienen 163 madres, 120 terneros de engorde y unos 25 recién nacidos
en este momento, lo complementan con la agricultura. "No hay grandes
extensiones ni las casas tienen mucho patrimonio y es necesario combinarlo. En cuanto
cruzas Monrepós, la cosa ya es diferente", indica Daniel. Por ello, las
medidas para hacer rentable el sector, como reclama Adelpa (Asociación de Entidades
Locales del Pirineo Aragonés), tienen que tener en cuenta las condiciones especiales
de la ganadería de montaña. "Los agricultores y ganaderos pequeños
tienen los días contados", augura Pedro Betrán. Y, con ellos, a veces,
los pueblos.
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