Suena la bocina pero nadie se asusta. Forma parte del sonido cotidiano de Caldearenas,
donde la vida también se escucha en el quiquiriquí que se cuela en la
conversación vecinal. Es viernes al mediodía y todo cuadra.
Óscar Daniel Fernández, el pescatero de Sabiñánigo, llega con
su camioneta de frío para vender pescado recién llegado del mar.
Poder comprar merluza o sardinas frescas en esta localidad del Alto Gállego
de solo 15 habitantes es algo así como un pequeño lujo al que están
acostumbrados, pero ¿qué pasará el día que Óscar no vaya
Quien dice a Caldearenas dice a cualquiera de las más de 30 localidades del
Alto Gállego, Jacetania y Sobrarbe que recorre de martes a sábado -el
lunes no hay pescado- porque permite a mucha gente mayor no tener que desplazarse
ni depender de nadie para continuar viviendo en sus casas. Óscar ya cogió
el testigo de su padre, que comenzó a hacer las rutas hace 40 años.
Sin embargo, "hay pueblos a los que va a llegar un momento en que no iremos
porque ya no habrá nadie", indica.
En Villalangua, por ejemplo, donde acaba la ruta de Caldearenas, solo
viven en invierno cuatro mujeres, todas de más de 80 años. "Mucha
gente mayor me compra prácticamente a mí todo lo de la semana. La gente
joven sale fuera, pero para los mayores este servicio es fundamental", comenta
Óscar. Como cada vez hay menos gente, la rentabilidad del servicio se resiente,
por eso a su camión de frío ha incorporado un remolque donde lleva frutas
y verduras. "Es para dar más servicio, porque por esta zona la gente es
más de carne que de pescado, y para sobrevivir, porque en invierno no siempre
es rentable parar en un pueblo. Lo bueno es que se compensa con el verano",
explica Óscar, que se niega a abandonar a sus clientes y recalca que el precio
del producto es el mismo que en la pescadería que tienen en Sabiñánigo.
Óscar empieza la ruta los martes por Gavín y el valle de Broto hasta
la ribera del Ara, donde para en Ligüerre y Borrastre, por ejemplo; el miércoles
se desplaza a la Canal de Berdún y Artieda; los jueves visita el valle de Hecho,
con Embún, Javierregay, Jasa o Aragüés del Puerto; y los viernes
va desde Latre, por Caldearenas, Javierrelatre, Anzánigo, dos paradas en La
Peña, Triste, Salinas y Villalangua; y en verano también entra en Santa
María.
HASTA CALDEARENAS POR EL BOCA A BOCA
Caldearenas es una parada ideal para estar a media mañana, ya que Óscar
puede echarse un café en el bar-restaurante que se llama como el pueblo y entrar
en calor, porque el camión frigorífico no es el mejor refugio. Pero el
tiempo apremia porque hoy llegará a hacer nueve paradas y hay días
que recorre hasta 11 pueblos.
En el bar, le atiende María José Eneri, que después de estar
23 años trabajando en hostelería y viviendo en Jaca, apostó por volver
a su pueblo y coger la gestión del establecimiento. Tras un año, "estoy
muy contenta, porque no es fácil abrir un bar en un pueblo así y que
funcione", asegura. Trabajadores de la autovía, cazadores franceses
que acuden a estos pueblos y, a partir de allí, el boca a boca hace que tenga
el comedor lleno.
"Con los de aquí desde luego no podría trabajar porque no hay gente",
señala. De hecho, resalta que de los 15 vecinos habituales del pueblo, nueve
son de su familia.
Antes de tomar ella la decisión, su hija que se crió allí con la
abuela y que siempre ha estado enamorada del pueblo, ya se había instalado
con su pareja y tienen un niño de 20 meses, el único de la localidad.
Además, la madre de María José, que ya se había mudado con ella
a Jaca, ha podido volver a su pueblo, donde vive otro hijo. "Es calidad de
vida," asegura Eneri, y para el visitante el único servicio en muchos
kilómetros.
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