Jorge F. Español Fumanal. Abogado 13/04/2019
El obispo de Lérida monseñor Giménez Valls, en un carta dirigida
a varios medios, dice que no ha de ser su Obispado quien traduzca del catalán
al castellano los documentos que el Obispado de Barbastro-Monzón ha pedido
que exhiba en el juicio civil por las 111 piezas artísticas aragonesas que
retiene en el Museo de Lérida.
Tiene razón. El juez de Barbastro ha determinado que esa traducción compete
hacerla, si le conviniere, al obispado solicitante (Barbastro-Monzón), lo cual
le vendrá de perlas, pues podrá traducir solo los documentos, o acaso
los párrafos de los mismos, que le resulten beneficiosos. Y el documento que
no se traduzca, no valdrá.
Pero, ¿a quién realmente interesan esas nimiedades procesales El obispo
de Lérida, en lugar de intentar distraer y esquivar sus graves responsabilidades
hablando de trivialidades a los periódicos (así, sobre documentos intranscendentes
en catalán), haría mejor en tomarse más seriamente este juicio de
las 111 piezas.
Posiblemente el juez de Barbastro se muestre grave y circunspecto cuando tenga que
oír las explicaciones del obispo, que ahora se ha declarado dueño de 83
de esas 111 valiosas piezas, a la vista de que existen multitud de actos propios
y públicos de ese Obispado reconociendo que esas 111 obras de arte, sin dejar
una, son de las parroquias aragonesas.
Es casi seguro que monseñor no dará explicación alguna a los periódicos,
ni acaso lo haga ante el juez el 16 de mayo, día en que tiene que declarar
sobre ello, bien porque no acuda, bien porque no tenga razones.
Pero este silencio ante los medios y sus lectores no le librará de su escandalosa
incoherencia, pues, en otro escrito no muy lejano (finales de 2016), donde monseñor
juraba y perjuraba a su homólogo barbastrense que la propiedad de las 111 piezas,
sin excepciones, era de las parroquias aragonesas, le tranquilizaba así: "Este
Obispado de Lérida no ha cambiado de opinión ni en público ni en
privado, ni ante la jerarquía de nuestra Santa Madre Iglesia, ni ante las autoridades
civiles, dejando patente, una y mil veces más, nuestro respeto y acatamiento
sin reserva alguna, a la resolución del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica
y a los documentos firmados por los obispos anteriores". Y concluía: "No
es mi intención variar su contenido".
En una carta de su antecesor monseñor Piris a la Secretaría de Estado
vaticana pretendía justificar su reacia posición a querellarse contra
el Consorcio del Museo de Lérida, como Roma le ordenaba, porque, de hacerlo,
decía, supondría su "suicidio pastoral" en Lérida. Imagino
que lo mismo debe alegar monseñor Giménez Valls ante la Secretaría
de Estado Vaticana, al instarle ahora a salir de dicho Consorcio.
¿Suicidio pastoral Las gentes de Lérida, cristianas o no, son magníficas
y honradas y, lejos de querer lo ajeno, como personas cabales que son, antes devolverán
una cosa a su dueño. No les hace falta que el señor obispo vaya a predicarles
sobre el séptimo y el décimo mandamiento. ¿Acaso habrá de ser
al revés El problema no es de la gente, sino de la curia de Lérida.
Nos dirá monseñor que ha recibido una herencia envenenada y que la bola
rodante se ha hecho muy grande. Solo que él, lejos de intentar reducirla, la
ha hecho tan gruesa como ha podido con su asombrosa declaración de ser ahora
dueño de 83 de las piezas que debe devolver. ¡Casi nada! El ejemplo que
el obispo debería seguir es el de Jesús, rehusando la tentación del
demonio sobre el poder y los bienes materiales, no vaya a ser, si no, que confunda
lo intrascendente con lo serio e importante, que es obedecer a los tribunales del
Papa, desligarse del Consorcio del Museo de Lérida, devolver las piezas ajenas
que allí están depositadas y abrir con su colega aragonés una línea
franca de colaboración fraterna en beneficio de ambas comunidades. Catalanes
y aragoneses lo agradecerán.
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