ELENA PUÉRTOLAS 22/06/2019
HUESCA.- Las voces de los vecinos y ruido del trabajo de los albañiles
compiten hoy con los bramidos del río Ara en Jánovas. La vista del pueblo,
que en 1951 fue condenado a su desaparición cuando se autorizó la construcción
de un pantano que lo inundaría y que
se descartó a principios de este siglo, está cambiando. Las casas
"espaldadas" (caídas) hablan de su historia entre seis en construcción,
una acabada y la antigua escuela convertida en salón social. La hormigonera
de Casa Agustín, que da la bienvenida como un organillo alegre, pone sonido
a la vida que brota entre la ruina. Jánovas emerge.
"Nuestra idea es venir a vivir aquí", asegura Óscar Espinosa,
presidente de la Fundación San Miguel, que levanta la casa de su padre de 500
metros cuadrados donde, además de instalarse con su mujer, Patricia Arilla,
planea alquilar cuatro apartamentos de turismo rural. "El plan sería
que entraran cuatro o seis a vivir aquí al mismo tiempo", indica Ramón
Garcés Castillo, que conversa sobre el futuro con sus hermanos Javier y Jesús,
la última familia que habitó Jánovas.
"Está cambiando mucho. Faltan muchas cosas, pero
ya trajimos la luz con 100.000 euros que nos dio la DGA y luego otros tantos
para una fase del alcantarillado de las calles. Pero hace falta mucha paciencia",
detalla Jesús, quien explica que a principios de julio les confirmarán
si cuentan con otra subvención. Será para continuar con la urbanización
y construir la depuradora porque quieren ser un "ejemplo" de sostenibilidad,
indica Óscar Espinosa. Además, Endesa rehabilita el campanario de la iglesia
tras consolidar las paredes y las cubiertas.
Los Garcés se juntaron con su prima Lourdes Dueso, también propietaria,
y otros vecinos en el primer festival benéfico "Jánovas Insumergible",
que se celebró el pasado sábado. Jugaban al guiñote mientras actuaban
músicos en la plaza y en una calle se instalaron artesanos. Nadie cobró
nada, y se recaudaron 6.500 euros, aunque con los gastos les quedarán unos
500. Con ellos, la Fundación San Miguel, formada por los vecinos, quiere
continuar la recuperación. Y repetirán la fiesta, porque no solo les
importa el dinero. "Llegó gente que no había estado nunca. Queremos
que se convierta en un emblema de la España vaciada y de la lucha por recuperar
bienes expropiados", señala Espinosa. Jánovas ya es un símbolo
y el mejor ejemplo de que detrás de un pueblo deshabitado (mal llamados
abandonados) siempre hay antiguos vecinos.
La hormigonera de Óscar estaba parada y el sonido era el de la fiesta de la
convivencia. La cita era un clamor por que se haga justicia y se invierta en la
reconstrucción. "Le veo futuro pero un poco a largo plazo y no solo
por los nativos, sino por el interés de la gente de fuera, que preguntan si
se vende. Pero no se vende nada", indica Antonio Espinosa, el padre de Óscar,
que se tuvo que ir con 17 años y el dolor en la maleta. "Mi padre cuando
se marchó a Barcelona, a los 65 años, se cargaba una talega (saco de 60
kilos) y se murió a los cinco años después hecho un viejo. Le
costó la vida y no solo a él", dice.
"La recuperación será muy poco a poco", comentan los Garcés,
aunque Jesús apostilla que, en cuanto pueda, se planta a vivir allí. Se
está reconstruyendo una casa y, en la que nacieron los seis hermanos, ha comenzado
a trabajar Javier con su hijo Javi, que tiene ilusión por trasladarse a
vivir allí desde Boltaña. Pero no todos van a poder invertir. "Si
teníamos una casa buena, nos tendrían que devolver una casa buena",
coinciden. "Después de 50 años abandonado,
volvemos a comprar a más precio", denuncia Javier. "Pagamos
seis veces más de lo que nos dieron", indica Antonio Espinosa. Las primas
de los Garcés son las primeras que, al otro lado del río, ya han acabado
su casa.
Las fotografías de sus padres, Emilio Garcés y Paca Castillo, penden de
la antigua escuela desde el sábado, como homenaje a los últimos de
Jánovas que fueron expulsados el 19 de enero de 1984, después de vivir
solos durante 20 años. "Fuimos a Campodarbe, a una casa que buscó
Iberduero, y al llegar estaba llena de "sirrio" (estiércol de oveja)
y quisimos volver al día siguiente aquí y ya nos habían tirado
la casa para no darnos la opción", recuerda.
Ya
se han resuelto 90 expedientes de reversión, quedan 15 pendientes y
19 en tramitación, según informa Endesa, que inició el proceso en
2008 tras la resolución de 16 de junio de ese año del Ministerio de Medio
Ambiente por la que se declaraba extinguido el derecho del aprovechamiento hidroeléctrico
tras la expropiación realizada por Iberduero en los años 50. Además,
los 49 inmuebles de titularidad pública (plazas, caminos de acceso,
fuentes, abrevaderos,... de Jánovas, Lavelilla y Lacort)
los recuperó el Ayuntamiento de Fiscal el 28 de noviembre de 2018.
Antes, en diciembre de 2017, se había devuelto a Fiscal parte del patrimonio
y se firmó un convenio de colaboración. Por otro lado, según Endesa,
los bienes "sobrantes" (los que no han reclamado las familias), se pondrán
a la venta conforme con las fases diseñadas en el citado convenio, "existiendo
un importante interés por parte de los vecinos en su adquisición".
La Fundación San Miguel quiere acordar con Endesa la gestión para que
se queden en el pueblo.
"Las familias y las administraciones pequeñas hemos cumplido -ha invertido
también la Diputación Provincial y el Ayuntamiento- y la administración
central parece que no va con ellos (por la
falta de inversión). Es desesperante. Están jugando con las familias,
los sentimientos y con el desarrollo de una zona", apunta Manuel Larrosa,
el alcalde de Fiscal. Con todo, Jánovas emerge.
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