ELENA PUÉRTOLAS 06/07/2019
HUESCA.- Juegan al guiñote delante del club social mientras otros conversan
en los bancos de la plaza y, en el centro, juega un perro y una niña. Entre
un entramado desordenado de calles, casas nuevas, rehabilitadas, en ruina
y una iglesia vallada tras el hundimiento de parte del tejado, surge la vida. ¡Y
qué vida! La de un pueblo en una tarde de verano donde el disfrute está
en la conversación. Es Barluenga, uno de los doce núcleos del Abadiado
de Montearagón, que resiste con escasa población, no más de 25
en invierno, a escasos 15 minutos de Huesca, pero que en verano se llena. Ahora,
se ha puesto en el foco en esta localidad por el vídeo de la campaña
de socios de la SD Huesca, que hace un guiño a la despoblación.
Sus vecinos piden mejoras básicas como el arreglo de las calles, pero se saben
privilegiados por vivir en lo que algunos llaman "la toscana de Aragón
ignorada".
Mercedes Nasarre lo sabe muy bien. Llegó hace más de 50 años desde
Chimillas y tiene claro que es su sitio. Y eso que algún rato solo está
ella por las calles. Y qué. Pero otros vecinos no andan muy lejos. Alejandro
Caudevilla, que fue alcalde del municipio de Loporzano, y su mujer, Macu Banzo,
nacieron allí, criaron a sus hijas y ahora a sus nietas. "Estamos pocos,
pero nos movemos bastante. Se hace un campamento para los niños, hay piscina
con cursillos...", explica Macu.
Mercedes vive con su hijo, Luis Abós, que trabaja en Huesca y que lleva la
tierra de casa. Juega al guiñote contra Luis Banzo, que decidió continuar
con la agricultura y quedarse, igual que Mariano Suelves, de 70 años. "Cuando
era pequeño estaba todo el pueblo en pie, las casas habitadas y una escuela
mixta", apunta con Antonio Escartín, que también vive allí,
y su hermana Carmen Escartín, que se fue por trabajo. "Nosotros no solo
hemos visto desaparecer a la gente sino a especies como mariposas, luciérnagas,
lagartos y las lombrices de tierra", indica Antonio. Pero ellos siguen "En
el campo sin reblar", como reza la campaña del Huesca, que se ha fijado
en este pueblo porque su creadora, Sara Palacino, tiene casa y sus orígenes.
El canto de los pájaros llevó a Juan Carlos Albero a salir de Huesca capital
y buscar en los pueblos del Abadiado un lugar para vivir hace ya 20 años.
"Tenía la idea en la cabeza. Me gustan los pájaros, la naturaleza
y venía mucho por aquí. Cuando me puse a buscar tuve la suerte de encontrar
lo poco que se vendía", recuerda. Por un primo de su padre de Sasa del
Abadiado llegó a ver "un caserón impresionante, que parecía un
museo, pero que se iba de dimensiones, de presupuesto y de todo", y que lamentablemente
tiraron hace poco. Entonces, coincidieron con el padre de Macu Banzo que se decidió
a venderle la casa de enfrente. Años después llegó Silvia Fernández,
su pareja, que soñó con invertir y reconstruir una casa para
turismo rural, pero no tuvo opción de comprarla y hoy sigue sin recuperarse.
Se topó también con la falta de una buena conexión a internet,
ya que trabajó tres años desde casa. Ahora, dice que con la empresa Embou
tiene muy buena calidad, pero les falta cobertura móvil. En la plaza ya está
colocado el aparato para instalar la banda ancha, dentro del
Plan de Extensión de la Diputación Provincial de Huesca, que está
en pleno desarrollo. Por su parte, Embou se ha comprometido con el desarrollo rural
con el concurso Empulsa, abierto hasta el 8 de septiembre, para premiar a emprendedores.
Macu reconoce que es difícil que el pueblo tenga más vida porque no
se vende nada y "hay muchas casas que están cerradas y las podrían
alquilar. Ahora parece que está más en auge que los de aquí se queden".
Y lo dice por su hija María Caudevilla que con su marido, también de Barluenga,
se han construido una casa en un terreno de la familia, igual que otro joven del
pueblo, y tienen dos niñas.
No se vende nada, pero algunas casas han caído al suelo y otras marcan ruina.
"En los años que llevo aquí he visto pasar muchas parejas interesadas
pero...", dice Albero. "Hay amores que matan", apostilla César
López. Él también habla de "suerte" porque rehabilitó
una casa para quedarse. "La ventaja es que estamos a 15 minutos de Huesca,
que es el desplazamiento mínimo en cualquier ciudad. Es calidad de vida
y, ahora que llevo un tiempo, me atrevo a decir que no me he equivocado...",
señala.
Tras estudiar Historia en la Universidad de Zaragoza y escultura, llegó a trabajar
al taller de Julio Luzán, en Loporzano, y se quedó. "Conocí Barluenga
de casualidad, me lié la manta a la cabeza y a restaurar una casa en ruinas",
señala. "En los años que llevo, han ido desapareciendo casas muy
bonitas del siglo XVI, totalmente abandonadas y despreciadas. Ya he visto caer
unas cuantas", indica.
El problema de encontrar vivienda en el medio rural ya lo ha constatado la Diputación
Provincial, que lanzó una serie de propuestas para que se incorporen en
la Estrategia Nacional del Reto Demográfico, que elabora el Gobierno central,
para conseguir cambios legislativos que permitan, por ejemplo, a los ayuntamientos
actuar en caso de ruina o invertir para poner vivienda en el mercado.
César López vive allí con sus hijos Alex, de 11 años, Elian,
de 9 meses, y su mujer Oana. Sus hijos comparten juegos con Julieta (10 años),
Rocío (9), Daniela (4) y María (2). Además, Juan y Lorenzo, que van
al instituto. Keisi Altagracia Segura y su marido Carlos Pomeda, padres de María,
se instalaron hace cuatro años. "Nos gusta la vida en el pueblo, pero hay
que ir a Huesca para todo y por eso los pueblos no tienen más desarrollo.
El gobierno tiene que pensar que hacen falta trabajo y servicios", señala.
César reflexiona que "la agricultura moderna ya no vale para asentar
población, porque uno solo lleva muchas hectáreas. En los pueblos
del abadiado, debe ser un factor más junto a otras industrias y que sea residencia
de Huesca". "Es curioso -señala la vecina Silvia Fernández, gerente
de la Asociación de Hostelería- que estamos en un lugar privilegiado,
donde no se ha desarrollado la industria turística. Hay pocas casas de turismo
rural y no hay un restaurante, un bar", indica. Con la ermita de San Miguel
de Barluenga, el Viñedo al lado, Castilsabás, San Eulalia... ofrece un
alto nivel cultural y natural. "No se ha tenido en cuenta el paisaje privilegiado.
La toscana de Aragón la tenemos aquí y está ignorada", sugiere
César.
"EL PLAN DE RESTITUCIÓN DE MONTEARAGÓN SE HA CONVERTIDO EN UNA CONDENA"
El alumbrado público llegó a algunas calles de Barluenga el año
pasado. Aunque parece increíble, vivían a oscuras hasta que les instalaron
unas farolas de led, que rompen un poco con la estética del entorno, apunta
la vecina Silvia Fernández, pero al menos tienen luz. Es solo un ejemplo de
la situación. Los vecinos denuncian el abandono porque algunos proyectos
de mejora forman parte del plan
de restitución del embalse de Montearagón. Por ello, otras administraciones
no invierten, pero tampoco se desarrolla. Solo
se ha hecho obras en la carretera de Apiés, donde ante la situación
de urgencia, la DGA actuó.
"De los 30 millones de euros del plan de 2004 se han ejecutado solo 2 o 3.
Se espera a que lleguen las promesas del plan de restitución y, al final, en
lugar de ser una mejora para el pueblo se está convirtiendo en un lastre, en
una condena", comenta César López. "Llevamos 15 años que
no se ha hecho nada en la zona a la espera de que cumplan. Nuestros diputados
son provinciales y tienen que luchar por toda la provincia", indica.
También reclaman atención del Ayuntamiento de Loporzano donde,
"en los ocho años del PAR y los ocho del PP, no han hecho nada", indica
Juan Carlos Albero. Al menos, para el arreglo de las calles, de las que denuncian
su lamentable estado. "Al final somos nosotros los que vivimos aquí
y los que pagamos impuestos como si viviéramos en una ciudad", señala
Silvia.
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