ELENA PUÉRTOLAS PUÉRTOLAS 22/02/2020
Por el olfato de un trufero, el núcleo de Cañardo (Sabiñánigo),
en La Guarguera, deshabitado desde 1955, ha vuelto a la vida.
Y no hablamos de un perro, sino de su dueño, David Royo Grasa, de 39 años,
que ha plantado 30 hectáreas de roble y carrascas micorrizadas con trufa
negra en el pueblo del que su abuelo y su madre, con 5 años, tuvieron que
marchar. Fueron los últimos habitantes. Hoy esta familia vuelve a echar
raíces allí. El "oro negro" le ha impulsado a reconquistar
esas tierras de sus ancestros.
Y dicho así suena a aventura, pero no fue una "fiebre del oro", sino
el proyecto de negocio de su carrera de Administración de Empresas.
Lo puso sobre el papel en 2003 y, en 2004, comenzó a trabajar sobre la tierra.
Sus fincas más antiguas tienen 15 años y es ahora cuando se encuentran
en plena producción.
¿Se gana mucho dinero con la trufa? "Se puede vivir", responde
a esta pregunta David Royo, presidente de la Asociación de Truficultores de
Aragón, que cuenta con 230 socios de las tres provincias, aunque principalmente
de la oscense. Este sábado tienen una cita en Boltaña, donde se celebra
del
XIII edición de Trufa-te, la feria de degustación y venta de la
trufa negra, impulsada por la Diputación Provincial de Huesca, en la que participan
siete bares y restaurantes.
Pero no se vive mal, puntualiza. Aunque él trabaja dos días
a la semana como director financiero de una pequeña empresa en Sabiñánigo,
más por amistad que por necesidad, tiene a dos personas del vecino núcleo
de Solanilla contratadas por temporadas. Estos ingresos también les permiten
estar allí. "Nos vienen a ayudar para la recolección y generamos empleo
en la zona. Un pueblo estará en pie mientras la gente tenga de qué
vivir", asegura convencido.
La campaña de recolección acabará el 15 de marzo, fecha en
la que echarán el cierre al Mercado
de la Trufa Fresca de Graus, aunque este año llegarán justos porque
la cosecha se ha adelantado. No obstante, en las fincas hay trabajo todo el año,
de ahí que pueda dar empleo a estos dos vecinos de uno de los pueblos ocupados
legalmente por la Asociación Artiborain, que desarrolla proyectos de recuperación
en Aineto, Artosilla, Ibort y Solanilla.
SIN EMPLEO, NO SE PUEDE ASENTAR POBLACIÓN
"Si una zona no genera riqueza, no puede asentar población", asegura.
"La Guarguera es un valle muy bonito si te gusta la tranquilidad", apunta.
"Hay más gente de la que parece a la que le gustaría vivir así,
pero las oportunidades son pocas. Si no generamos con qué vivir, solo pueden
ser pueblos dormitorio", indica. Royo opina que solo hay dos vías para
repoblar: quienes van a vivir del entorno, fundamentalmente del sector primario;
y quienes viven en el pueblo porque les gusta la paz y tranquilidad y pueden teletrabajar.
Y, en este último caso, "se necesita una conexión a internet potente",
indica.
Además, reclama ayudas en los trámites administrativos porque denuncia
que le ha costado conseguir permisos para poner regadío en sus fincas, donde
en algunas tiene concesiones provisionales desde hace años. "Mucha gente
que intenta hacer proyectos sostenibles, al final se desespera", denuncia.
Por el contrario, pone en valor las ayudas a la truficultura que concede la Diputación
Provincial de Huesca. "Me han permitido hacer un proyecto de vida aquí
en La Guarguera porque es una gran inversión (calcula que 10.000 o 15.000 euros
por hectárea) a largo plazo y los primeros años son solo inversión
y trabajo", indica. De hecho, tardan entre 7 y diez años en empezar
a producir.
David Royo comenzó en 2004 a trabajar en las fincas y años después
se instaló definitivamente en Cañardo, un núcleo al que se accede
por una pista de un kilómetro desde la carretera, cerca de Laguarta, que tuvieron
que arreglar. "Para vivir aquí, además del cariño familiar, te
tiene que gustar mucho. A mí me pasa lo contrario que a mucha gente, que yo
me voy de vacaciones a las grandes ciudades para ver gente y aglomeraciones",
indica. Inicialmente contaba con una caseta para poder tener los aperos o refugiarse,
mientras residía en Sabiñánigo. En esta ciudad fue donde en 1955,
poco después de que marcharan sus vecinos, se instaló su abuelo en busca
de unos servicios y una vida mejor, aunque David se crió en Calatayud.
Según explica, este núcleo, que en sus mejores tiempos llegó a tener
30 habitantes, contaba con cuatro casas originariamente. Dos herederos se casaron
con dos herederas, así que se juntaron los patrimonios y se quedaron en dos.
David ha vuelto a cultivar las tierras de su abuelo, en una zona donde históricamente
había trufa silvestre, aunque ahora se encuentra poca. Pero no está solo
en Cañardo.
También han vuelto sus padres María Josefa Grasa Riazuelo, que
vivió allí sus primeros años, y Manuel Royo Abanto. Y, desde
hace pocos años, vive también su mujer María Lahuerta Agustín,
natural de Zaragoza, a la que siempre le ha gustado el paraje y colaborar en el
campo. Con todo, María va a trabajar a Sabiñánigo, hasta donde
tiene 40 kilómetros, que parece poco, pero que en este caso supone 40 minutos
de viaje por la sinuosa carretera A-1604, para la que existe una reivindicación
eterna de mejora.
Ya son cuatro en el pueblo. Algo es algo, para ser que La Guarguera llegó
a contar con unos 2.000 habitantes a principios del siglo XX repartidos en una
veintena de núcleos. Se quedó con menos de 100 y, ahora, Royo estima
que serán unos 150. Eso sí, en Cañardo hay más perros (seis:
cuatro adiestrados y cuatro "en el instituto", dice) que personas, porque
para la recolección de la trufa es imprescindible contar con su olfato. Con
todo, el olfato principal para recuperar Cañardo fue el de David.
ARAGÓN, LA MAYOR PRODUCTORA DE TRUFA
Aragón cuenta con la mayor producción mundial de trufa, de la que
más de 50 % proviene de Teruel. Solo de allí salen unos 3.000 kilos
por semana. Es la primera provincia, seguida de Huesca, con unos 500 kilos por semana.
El Alto Aragón está por encima incluso a países enteros, según
explica David Royo, presidente de la Asociación de Truficultores de Aragón.
Se superan las 1.000 hectáreas, de las que unas 485 están en La Ribagorza,
la comarca junto con Sobrarbe con una mayor tradición trufera y donde se encuentran
las fincas más antiguas, indica Eva Gómez, la técnico del Centro
de Investigación y Experimentación en Truficultura de Graus, impulsado
por la Diputación de Huesca. Desde allí, tramitan las subvenciones, realizan
el control de las plantas micorrizadas, investigan o asesoran.
Y quizá, en el hecho de que La Ribagorza sea la primera, influye el que sea
un cultivo que funcione en fincas donde otros no son tan rentables. En general,
"la provincia presenta muy buenas condiciones por los suelos calizos, el pH...
Eso sí, quien más produce es quien mejor trabaja en el campo",
comenta Gómez. Por orden, en La Hoya hay unas 200 hectáreas; en La Jacetania,
alrededor de 100; y en Somontano y Sobrarbe, unas 90. "La superficie dedicada
al cultivo de la trufa crece gradualmente, aunque en los últimos años
la tendencia de nuevas plantaciones es algo menor en comparación con la puesta
en riego de las parcelas existentes, que ha aumentado considerablemente. Este crecimiento
en Huesca va muy ligado a las subvenciones de la Diputación Provincial",
indica. Y es que la inversión es muy fuerte y para rentabilizarla es necesario
esperar unos años, ya que no producen hasta pasados 7 u 8 años.
Las subvenciones al riego son "prioritarias" para acabar el ciclo.
Este sábado, se podrá degustar el producto en Boltaña, pero el
90 % se exporta, sobre todo a Francia e Italia, indica Gómez. El reto es
el mercado nacional, donde hay poca tradición de consumo.
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