"A Europa le hacía falta un susto". En la mañana del primer día
del estado de alarma una mano desconocida trazó este inquietante mensaje en
una caseta situada cerca del Palacio Real, en la Plaza de Oriente de Madrid. No
era un susto lo que necesitábamos. Coordinación, sí. La pandemia
del coronavirus, además de la secuela de muertes, pánico y anuncios de
recesión nos ha traído la mala, sí se me permite: la malísima
noticia, de una notable descoordinación en el seno de la Unión Europea.
Ante la amenaza fantasma del virus, aquí cada país ha ido por su lado.
Nadie adoptó medidas mientras el coronavirus asolaba China, porque Asia quedaba
muy lejos; cuando empezó a cebarse con Irán, tampoco. Más tarde,
cuando ya empezó a golpear en Europa y durante días y más días
los muertos y los contagiados iban creciendo de manera alarmante en Italia, Bruselas
estuvo ausente.
La capital de las comisiones, los eurogrupos, los paneles de trabajo y los varios
miles de funcionarios no dieron señales de vida. Y Madrid, París y Berlín,
estuvieron en el limbo hasta que el virus, para el que no existen las fronteras,
empezó a hacer estragos en España, Alemania y Francia. Nadie se lo había
tomado en serio. Ya con fallecidos y contagiados en Madrid, en España un Gobierno
irresponsable alentó la asistencia el día 8 de marzo a las manifestaciones
masivas del Día de la Mujer; en Francia, también con estadísticas
de muertes y contagios creciendo el Presidente Macron en un gesto cesarista se empecinó
en mantener la celebración de las elecciones municipales el domingo día
15 y en Alemania, aunque realizaban de manera generalizada la prueba de contagio,
mantenían abiertos los locales de hostelería entre las seis de la mañana
y las seis de la tarde.
Ha tenido que subir la curva de decesos y contagios de manera alarmante para que
los gobiernos de algunos países -entre otros el nuestro- decretaran medidas
excepcionales: confinamiento, cierre de fronteras, clausura de vuelos, etc. Pero,
desgraciadamente, algunas medidas han llegado tarde. Y con ciertos ribetes de improvisación.
En cada país las cosas se están haciendo de manera diferente. Sin apenas
coordinación. De la Bruselas que dicta normas para casi todo: hasta una directriz
(24/10/2007) que establece las condiciones para permitir la alimentación de
las poblaciones de aves rapaces necrófagas amenazadas, se esperaba más.
Ante la letal amenaza que supone la pandemia traída por el coronavirus, se
esperaba más de la Unión Europea. El susto nos lo estamos llevando los
ciudadanos.
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