Diario del Altoaragón 23/03/2020
En los tiempos de la logística cuyo combustible es -también- el conocimiento,
cuando la distancia se mide por horas cuando no por minutos en lugar de por kilómetros,
cuando apenas hay límite a la velocidad en los suministros, resulta irónica
la denominación de test rápidos para esos diagnósticos tan relevantes
para la evolución de la dolorosa y destructiva enfermedad causada por el coronavirus.
Llegan lentos, demasiado lentos para que podamos considerar, como pomposamente nos
hemos hartado de decir en las últimas semanas, que tenemos uno de los mejores
sistemas sanitarios del mundo. Obviamente, tenemos profesionales absolutamente vanguardistas,
abnegados, humanamente impresionantes, pero en la consideración del sistema
entra la gestión, la previsión y la prevención, y en esta crisis,
aun reconociendo la dificultad de haber adelantado lo que iba a suceder por la novedad
del agente patógeno, cuando menos hay muchas cuestiones que analizar.
Cuando se divulga el anuncio de que el confinamiento de los españoles se va
a alargar dos semanas, que es una decisión irrebatible, lo prioritario para
que el sistema corrija sus deficiencias y sus carencias es incorporar con la máxima
diligencia, sin pausa alguna y con mucha prisa, instrumentos como los tests rápidos,
espacios para atender a los pacientes, recursos materiales y humanos porque las
bajas se están contabilizando a chorros. En esta pelea por la salud pública,
hay que aprovechar la magnanimidad de muchas empresas que, desinteresadamente, están
produciendo o financiando mascarillas y otras herramientas para el uso de los profesionales
además de los propios enfermos. Es hora de facilitar la colaboración,
de priorizar y de crear un frente común contra el enemigo hoy único. Pero
rápido, por favor.
Diario del AltoAragón
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