Diario del Altoaragón 24/03/2020
Cuando Peter Drucker profetizó hace más de seis décadas sobre la
importancia de que las empresas devolvieran a la sociedad una parte de lo que ella
les ha entregado, no podía imaginar que fueran capaces de llegar más allá
incluso, y expusieran incluso su viabilidad cuando hubiera que despojarse para salvar
a sus países y a la humanidad en un estado de alarma como el que estamos viviendo.
Queda desmontada, desde luego, la frivolidad de Milton Friedman de pretender generalizar
la filosofía de que no hay más responsabilidad en las compañías
que aumentar sus ganancias, una visión simplista por su maximalismo, aunque
obviamente a todas las comunidades nos va bien cuando su tejido productivo es próspero.
Siempre repercute en riqueza y empleo, que son dos bases sustantivas del bienestar.
La llegada ayer de los cientos de miles de mascarillas de la empresa de Amancio
Ortega a Zaragoza, la fabricación desde la Zona Franca de Barcelona de cien
respiradores diarios que va a liberar a muchos pacientes de ser "seleccionados"
en base a su esperanza de vida o la impresionante labor de Julio Luzán, secundado
en sus esfuerzos por su entorno empresarial de confianza -amplio y solidario, superando
con su talento y entrega las leyes del sentido común y casi de la física
al producir cuarenta mil protecciones diarias, se añaden a un llamamiento casi
generalizado de organizaciones patronales para suplir las carencias que las instituciones
no pueden cubrir, sin entrar en disquisiciones a este respecto. Los españoles
debemos ser conscientes y agradecer el papel del empresariado como líder, como
vanguardia en una emergencia arrolladora en la que se requiere coraje, audacia y
generosidad, que son atributos de quien decide arriesgar por el bien común.
Gratitud eterna.
Diario del AltoAragón
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