Ernesto Ferrer es un ganadero trashumante de San Juan de Plan, instalado durante los inviernos entre Almudévar y Tardienta
ELENA PUÉRTOLAS 28/03/2020
"No se encuentran pastores. La gente no sabe estar sola", dice Ernesto
Ferrer, ganadero trashumante de San Juan de Plan que se instaló con sus
ovejas hace unos años entre Almudévar y Tardienta atraído
por las grandes extensiones de terreno que le permitían crecer en su profesión.
En estos días en los que abundan las reflexiones sobre la oportunidad de estar
con uno mismo y, por otro lado, los vídeos de Youtube, las actividades en la
red y las horas de aumenta el consumo de televisión, que no dejan tiempo para
el silencio, su reflexión es más pertinente que nunca. El confinamiento
apenas cambia la vida de un pastor que sigue disfrutando del aire libre o, mejor
dicho, trabajando a la intemperie. Viento, lluvia, nieve o sol.
Ernesto Ferrer, de 44 años, es uno de esos profesionales que estos días
merecen un aplauso desde los balcones, porque como los sanitarios, las fuerzas
de seguridad, los repartidores, las limpiadoras, las cuidadoras... y tantas otras
profesiones imposibles de enumerar, los ganaderos y agricultores siguen cada día
en el campo, en el medio rural, para producir los alimentos para abastecer a
toda la población. Lo suyo es el cordero.
Así que tiene salvoconducto para desplazarse cada día hasta su paridera
en Almudévar o para salir a pastar con sus ovejas en este término
municipal o en Tardienta, donde también tiene tierra arrendada. Por ello, en
su confinamiento particular tampoco tiene los problemas físicos que se plantean
ahora ni de falta de Vitamina D ni de movilidad o ejercicio físico.
No solo puede, sino que tiene que moverse por obligación. Y esta no
se la impone el estado de alarma regulado por el Real Decreto sino las necesidades
de sus 2.300 ovejas, que tiene repartidas en dos rebaños. "Algún
rato también me gustaría estar encerrado en casa para estar tranquilo,
caliente y hacerme las cosas. Pero por poco tiempo", bromea. "Todo tiene
sus pros y sus contras. Y este trabajo es muy vocacional", admite.
LA DUREZA DE LA MONTAÑA Y DE LA TRASHUMANCIA
Ernesto Ferrer ha generado empleo en el medio rural porque para manejar esa cantidad
de ganado tiene a otro pastor fijo y uno eventual. Sin embargo, no es
fácil encontrar. En verano hace la trashumancia a la montaña y
así es como comenzó su historia con la tierra baja. "En casa siempre
habíamos tenido ovejas y, como me gustaban, me decidí por esto. Mi
hermano sigue en San Juan de Plan con vacas", indica. Y fue hace 20 años
cuando comenzó a hacer la trashumancia a Almudévar.
Así que finalmente, acabó por comprarse un piso en Huesca, "aunque
cada vez voy menos a San Juan, porque con este trabajo no hay días de fiesta,
me gusta subir a cazar y no he perdido el contacto el trato con el valle, donde
vive mi hermano y mi madre", indica.
"Nuestro valle (de Chistau) es uno de los más desfavorecidos porque
las parcelas son pequeñas y pendientes, y para muchas cabezas de ganado, es
imposible. Aquí se puede hacer un pastoreo más sostenible porque se aprovechan
los restos de cosecha, pero allí hay menos superficie de pastos y hay que subir
la comida en camiones", lamenta. Por ello, porque quería mejorar su explotación
y desarrollarse profesionalmente es por lo que poco a poco se fue asentando en la
Hoya de Huesca y, ahora, en verano sus cabezas ya no vuelven a San Juan de Plan
sino que las lleva a Panticosa.
Una de las razones es que frente al terreno abrupto del valle de Chistau en Panticosa
encuentra prados pero, sobre todo, que está más cerca. En cinco días,
sube el ganado al valle tensino por la cabañera, mientras que al suyo le
lleva 8 o 9. Ahí, en Panticosa, en una caseta de propiedad municipal en
medio del monte pasa parte del verano. Con placas solares, puede tener móvil
y luz. "Leo mucho, llamo a algún amigo... no se me hace largo el tiempo
y eso que en la montaña no es un pastoreo muy intenso y te dejan tranquilo",
explica. Pero no todo el mundo está dispuesto a pasar así el verano, entre
otras cosas porque, insiste, "la gente no sabe estar sola y eso que ahora
con las nuevas tecnologías y con internet se puede leer y hacer de todo".
Ya no se puede hablar de estar aislado, dice.
Pero no es fácil encontrar a alguien. En el día a día en La Hoya
de Huesca, con sus compañeros se van turnando para sacar a pastar a las ovejas
y así se ayudan con el manejo cuando hay que triarlas por alguna razón.
Además, alguien tiene que atender las que por unas u otras causas se quedan
en la paridera. Allí mismo es donde hace parte de su confinamiento, porque
cuenta con una cocina en la que puede preparase la comida.
Lo cierto es que desde su valle lo tradicional, la costumbre de generaciones anteriores,
era bajar el ganado a la zona de Zaidín, Almacellas, Altorricón... Sin
embargo, explica que ahora hacen allí una agricultura muy intensiva, de
forma que queda poco espacio para la ganadería extensiva.
SIN RELEVO GENERACIONAL
Ferrer defiende esta última y, especialmente, el ovino. "La carne de
cordero es de las más saludables y sostenibles que hay, pero se consume
mucho más pollo o cerdo", lamenta. De hecho, en esta situación de
crisis del coronavirus ya se ha notado una caída del consumo. "El
cordero tenía un precio aceptable, pero con esta incertidumbre... Además,
tanto el ovino como el vacuno dependen mucho de la hostelería, por lo que
baja el consumo", argumenta. "Antes, las familias con cuatro o cinco
hijos comían cordero y ahora tienen uno o dos y dicen que no se puede comprar
porque es cara", compara.
Este pastor defiende la ganadería extensiva y la trashumancia para la
sostenibilidad del medio rural. Sin embargo, lamenta que cada vez hay menos jóvenes
que quieren dedicarse a esto. "En este trabajo no se pueden contar las horas",
sentencia.
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