Fallece con 67 años después de una vida intensa y fructífera
JAVIER GARCÍA ANTÓN 31/03/2020
HUESCA.-
Ramón Justes Carilla ha respondido siempre a la máxima de que
el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. A pesar de su
verbo fácil, de su inteligencia preclara y de su vocación de transformar
la sociedad, eligió el camino de la discreción, conocedor de que lo
fundamental es lo eficaz y no la figuración.
Ramón nació en una casa nutrida por la progenie de hermanos el 6 de noviembre
de 1952 en el barrio, que es como se conoce en Huesca al de Santo Domingo y San
Martín. Avispado desde su más tierna infancia, un chico listo como le
definen quienes le conocieron, encaminó sus pasos profesionales hacia la banca.
Y, sin embargo, su conciencia social le empujaba desde su juventud hacia la militancia
política, admirador como era de "Tallo" Marraco, del PSA y de una
generación de maravillosos personajes entre los que destacaban Paco Beltrán,
Mateo Sierra y otros entrañables servidores de lo público.
Relator excepcional, Ramón Justes nos ha dejado sin escribir la historia de
la Transición en Huesca y Aragón que tenía en ese disco duro que
era su privilegiado cerebro. Nos recordaba el terrible impacto del 23-F,
donde en el PSOE corrieron ante la eventualidad de que triunfara el golpe de estado
a recoger toda la documentación.
Tras las elecciones de octubre de 1982, con el triunfo de Felipe González,
confió en él como secretario particular en el Gobierno Civil Miguel Godia
Ibarz. Fue más que un tándem profesional ejemplar, también un
estilo de liderazgo amparado en la acción sin ruido, pensando en todos los
pueblos de la provincia y respondiendo a la crisis con serenidad y solidez. Momentos
terribles como los de "los fusilamientos de Abena" o el rescate de montañeros
fallecidos vascos y catalanes que les pusieron en la tesitura de contestar con firmeza
a acontecimientos dramáticos.
Ramón era cerebro del PSOE altoaragonés, fiel a sus ideas siempre arraigadas
en la voluntad de mejorar la comunidad, leal a las personas a las que sirvió.
Fue decisivo en la pujanza de Marcelino Iglesias, con quien llegó a la Diputación
Provincial como jefe de gabinete en 1987, en el recién estrenado Palacio. Allí
impulsó algunos de los programas y políticas que han trascendido hasta
hoy.
En su haber universalmente reconocido, una capacidad de negociación fuera
de lo común, con la flexibilidad de los clarividentes y siempre la máxima
de que hay que dejar todos los puentes abiertos. Por eso mantuvo siempre tan excelentes
relaciones con todo el arco de partidos.
Y, sin embargo, sin dejar de ser el animal político que nunca abandonó
(sus lecturas siempre interesaban a sus interlocutores porque descubrían más
aristas y mundos), Ramón Justes dio un cambio de orientación a su vida.
Se consideraba "más útil a la sociedad" en ese momento en la vida
privada, probó un tiempo en el registro y se integró en Oza Publicidad.
En esa época, a través de la familia Sancerni, conoció a Luis Nozaleda,
que quería explorar las veredas del Somontano para instalar una bodega. Se
aliaron dos personalidades pasionales, recias de carácter y vivas, muy vivas.
El entusiasmo de ambos levantó Bodega Enate, donde Ramón Justes fue nombrado
director de Marketing y Comunicación, aunque los cercanos sabemos que su
influencia trascendía incluso estas áreas. Con ambos, observadores
hasta el extremo, renació una idea de una prestigiosa bodega francesa y asociaron
vino y arte a través de las etiquetas. Todo estupendamente pensado: un gran
pintor para miles de botellas anuales y la configuración de una de las pinacotecas
más importantes de Aragón.
Ramón fue consejero de Luis, hoy profundamente dolido por la pérdida de
su amigo. Con él vivió los días de vino y rosas, Panticosa Resort,
la Fundación Beulas, la expansión en otras bodegas y negocios... Y
la crisis. Y la reacción. Y la reconquista.
Ramón era un innovador. Convirtió Enateca en una revista de empresa referente
en España, con entrevistas a grandes personalidades atraídas por la reputación
del vino y su gran conexión con el universo creativo de artistas y literatos.
Las presentaciones de novedades eran un acontecimiento sugerente, los críticos
se interesaban y los maridajes alcanzaban nombradía nacional. Y supo ver, además,
la necesidad de entrar en la sociedad con los vinos amigos de Valentia, Atades,
los Rotarios y multitud de iniciativas solidarias. En Tecmolde de su amigo Julio
Luzán, la máscara de protección número 100.000 ha llegado con
el recuerdo y el cariño a Ramón Justes.
Dotado de una sensibilidad especial, compartía todo lo que podía y
lloraba la pérdida de grandes amigos como ahora el llanto nos inunda a
los muchos, quien sabe si un millón o más, que le queremos. No hemos podido
leer la historia de la transición con la que nos amenazaba, en esta época
en que su perspicacia, su reflexividad y su coherencia entregaban a los próximos
su visión de precisión quirúrgica y crítica.
Tampoco le vamos a saludar dando el meñique –identidad propia de Ramón-.
Y al menos sí podremos abrazar a sus corazones, Teresa Larrosa, a los hijos
de los que se enorgullecía, la farmacéutica María y el ingeniero
Javi, y su numerosa familia.
Esta maldita situación nos impide acompañarle en el último
viaje, pero, cuando miremos hacia arriba, sepamos que en las estelas celestiales
hay una enseñanza para cada situación. La que nos envía el sabio
Ramón Justes Carilla. Descansa, Ramón, que te lo has trabajado. Y gracias
por tanto.
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