MERCEDES NASARRE 08/04/2020
La esperanza es esa luz que nunca podrá extinguirse del espíritu humano.
Nosotros confiamos, a veces, contra toda esperanza (Romanos 8,20) y gracias a esa
luz nos enfrentamos a las dificultades e incluso a las tragedias.
Es la luz que nos hace mirar adelante, hacia la vida que vendrá. Es la luz
que nos orienta y aunque la vida nos desnude de repente y todo nuestro mundo se
quede vacío, nos da la certeza de que tiene sentido intentarlo de nuevo. Cada
día. No importa haberlo pasado mal. La última libertad humana, la libertad
esencial, esa que nada ni nadie nos puede arrebatar, es la de elegir nuestra actitud
ante cualquier circunstancia. En última instancia, el ser humano se determina
a sí mismo, no se limita a existir.
Ante las dificultades hay tres reacciones básicas que nos vienen del animal
que somos: Una reacción es la huida, otra es el ataque o la lucha y una tercera
es hacerse el muerto o paralizarse. En estos momentos actuales de miedo es interesante
observar con cuál de estas reacciones nos identificamos más. Son comportamientos
normales ante la emoción del miedo.
Pero el ser humano es ese animal que se humaniza, es decir, es capaz de razonar,
de crear y de amar. Y todos sabemos, a estas alturas de la pandemia, que la esencia
y la salvación de la persona están en el amor y a través del amor.
Que no nos dirija el animal, que no nos pongamos a atacar, y me refiero a cualquier
grupo organizado contra otro. Que no nos paralicemos pues eso lleva a la depresión.
Que no huyamos de lo que hay, que resistamos. Todos tenemos la semilla de la Esperanza
en nosotros. Por eso, al atrevernos a transitar por la propia interioridad, debemos
hacernos solo esta pregunta: Si de esta situación pudiera aprender algo positivo,
que me hiciera crecer como persona, ¿qué sería Yo rezo, medito, escucho
a las personas, no dejo de esperar. La historia está llena de historias de
coraje, de resistencia, de ayuda mutua… Historias en las que las personas nunca
han entrado en la desesperación, a pesar del agotamiento, del confinamiento,
de las pérdidas, de las muertes.
Volver a levantarse cada día con esa luz que nos orienta es el reto. "Y
la paz de Dios, que supera la inteligencia humana, custodie nuestros corazones y
nuestras mentes" (Filipenses, 4,7).
MERCEDES NASARRE
Psiquiatra
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