La Borda de Pastores, en la Pardina de Ayés (Sabiñánigo), donde reside una sola familia, se prepara para abrir sus apartamentos y espacios abiertos con una experiencia turística singular para conocer el oficio y el ovino
ELENA PUÉRTOLAS PUÉRTOLAS 09/05/2020
¿Cómo vive un pastor? Darle un biberón a un cordero, apacentar
a las ovejas o comprobar la labor de los rebaños para la conservación
del medio natural es parte de la experiencia que pueden vivir los turistas en
La Borda de Pastores. Este alojamiento turístico singular, situado en
la Pardina de Ayés, en el municipio de Sabiñánigo, se prepara
para la reapertura, posible en su caso desde este lunes día 11, aunque aún
no saben para cuándo. Como su nombre indica, una pardina es una casa aislada
con un terreno circundante con una explotación agropecuaria, lo que la convierte
en una opción atractiva en estas primeras fases de la desescalada de
la crisis sanitaria por el coronavirus.
Ya lo fue para María Teresa Nogueras y Vicente Sancho, que dejaron Caspe
hace seis años (aunque no su rebaño), para desarrollar el proyecto
de la Cooperativa Oviaragón-Grupo Pastores, de la que son socios. El objetivo
de La Borda de Pastores es divulgar la importancia de este oficio y del ganado ovino
para la economía rural y el mantenimiento del medio ambiente. De esta forma,
también fomentan el consumo de la carne de cordero, que se desplomó al
inicio de la crisis en gran parte por el cierre de la hostelería.
Aire libre y aislados. La localidad más próxima es Rapún,
donde viven dos familias de las cuatro que hay, aunque está muy cerca de Sabiñánigo.
Esta es su oferta, que ya disponen de cinco apartamentos con cocina (uno
de seis plazas, tres de cuatro y una habitación doble adaptada), que solo comparten
escalera. Además, tienen espacio para hacer barbacoas, que están
adecuando para que las familias no tengan que juntarse, aunque tendrían que
cerrar el antiguo horno de pan, que es de uso compartido. "A la gente le gusta
comer al aire libre, y este año habrá más ganas", apunta. Y es
que entre el 80 y el 90 % de los clientes que reciben son familias con niños,
que disfrutan mucho cuando le pueden dar el biberón a un cordero. No obstante,
María Teresa ya está al tanto de los protocolos que se barajan para aplicar
el plan de higiene y las medidas de seguridad que correspondan.
Además de tratarse de un conjunto de edificaciones aisladas, donde ni siquiera
hay vecinos, "los clientes suelen pasar el día fuera porque salen a
ver otras cosas y, cuando vuelven a media tarde, hacemos actividades", indica.
Su programa se llama "Vivir como un pastor", que es al aire libre y
entre los miembros de una familia no tienen que guardar distancias. Además,
ofrecen servicio de restauración con migas y ternasco, para que conozcan
el producto aragonés. También se puede ver el Museo del Ovino.
Con todo, "ahora estamos con mucha incertidumbre. Si podemos abrir en
agosto, ya estaría contentísima. Primero es la salud de las personas.
Ahora, ¿quién va a venir de la provincia de Huesca? Ellos pueden hacer
excursiones de un día", reflexiona por las limitaciones de movilidad. La
mayoría de los turistas que reciben proceden de comunidades como Valencia,
País Vasco, Cataluña y Madrid, y en el mes de agosto de Andalucía.
Además, les llegan muchos extranjeros. Pero, es consciente de que su oferta
genuina va a ser una ventaja para este verano.
Por ello, "con un proyecto de turismo rural y ganado, no te tienen que importar
las horas que le echas. Igual tienes que atender a un cliente a las 23.00 y
al día siguiente prepararle el desayuno a primera hora". Vicente Sancho
cambió los parajes de Caspe, donde todavía mantienen un rebaño
de 500 cabezas, por los de la Pardina de Ayés, donde cuidan unas 400. Pero
el cambio para María Teresa fue mayor. Dejó su trabajo como arquitecto
técnico, que desarrollaba proyectos para varios ayuntamientos del entorno
de Caspe, por sacar adelante este en una zona de la que se habían enamorado.
Y ahora, aunque sigue colegiada, se encarga de la cocina, algo con lo que
disfruta. Habitualmente subían a un camping a Fiscal, conocían a gente
de la zona... y, con sus hijos mellizos de 14 años, tomaron la decisión.
"Entonces me querían matar, y después han estado encantados",
comenta María Teresa, que explica que ahora estudian en Lérida y en
Barcelona. "Mucha gente me dice que hice my bien", apunta. Y ella no
lo duda ni por un momento.
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