FERNANDO JÁUREGUI 28/07/2020
De mi repaso habitual de una docena de cabeceras periodísticas, una, de un
diario malagueño, llama no poco mi atención: "la Costa del Sol exige
al Gobierno que no solo luche por Baleares y Canarias".
Este titular se produce, claro, tras el intempestivo anuncio del Ejecutivo de Boris
Johnson de que exigirá el cumplimiento de una cuarentena a los turistas que
regresen de España, algo que la ministra de Exteriores española, Arancha
González Laya, trata de evitar diplomáticamente para Canarias y Baleares,
obviando Andalucía.
Hay muchas cosas que no se entienden en la acción e inacción del elenco
ministerial español: por ejemplo, dónde está la ministra encargada
del turismo. O, ya que entramos en ello, dónde diablos para media docena de
ministros, diluidos en la actividad frenética de otros colegas en el Gabinete.
La protesta de la Costa del Sol, los titulares alarmadísimos de un buen número
de diarios de toda España, hacen prever una agitada sesión este viernes
en la "cumbre" de presidentes autonómicos en San Millán de la
Cogolla. Allí se discutirá el destino de esos ciento cuarenta mil millones
que llegarán, paulatinamente y en los próximos meses, para sofocar los
muchos incendios económicos que, cual rebrotes del coronavirus, van surgiendo
en las distintas Comunidades.
Para colmo, ni Urkullu, públicamente enfadado porque antes no se ha convocado
a la comisión mixta del concierto, ni Torra, porque no le da la gana (él
dice que por el virus que llena de temor a toda Cataluña) estarán en San
Millán, aunque seguro que luego reclaman su parte en el "bienvenido míster
Marshall".
Pienso que, a la hora de reprimir las efectos de esta segunda oleada del Covid"19,
las autonomías no han actuado con idéntica eficacia todas ellas. Se ha
fallado en el recuento de datos, en la contratación de rastreadores, en la
detección de visitantes de fuera, en la seguridad de las discotecas, en el
control de las playas... ¿sigo? Ahora, el clamor pide un retorno del mando
único por parte del Gobierno central; vuelve Illa, que te perdonamos. Y todo
eso estará presente en la presumiblemente "movida" Conferencia de Presidentes
Autonómicos, la primera presencial en seis meses, la más angustiada.
No creo que el Gobierno central, tal y como está, pueda afrontar el control
único. Está en parte agotado, quemado, cuarteado por las ya innegables
grietas internas derivadas de la existencia, en verdad, de dos ejecutivos paralelos
y crecientemente alejados. Las protestas de la Costa del Sol; la pretensión
del presidente valenciano, Puig, de negociar por su cuenta con los británicos;
la señora González Laya negociando por su cuenta con el ministro principal
de Gibraltar la creación de un "área de desarrollo" en la zona
(¿dónde está el ministro de Fomento?); las polémicas en torno
a la forma del Estado o sobre si se puede o no pactar con Ciudadanos la confección
de los Presupuestos me parecen, todos ellos, y muchos otros más, puntos que
abonan una inmediata remodelación del Gobierno.
Una crisis en toda regla, que afronte que las cuatro vicepresidencias no fueron
sino una dádiva a la coalición, lo mismo que varios ministerios, como
el de Igualdad, o el de Consumo, o el de Universidades. Y una crisis que, sobre
todo, cambie la orientación de un Gobierno que ha de seguir presidido, cómo
no, por Sánchez, el ganador de las elecciones, pero con otras adherencias.
Al elenco gubernamental, a una parte de él al menos, hay que reconocerle dedicación,
esfuerzo y valor a la hora de afrontar el tremendo imprevisto de la pandemia. Pero
este equipo está, ya se ve, superado por la realidad y por la incompetencia
de algunos. No entiendo que el inquilino de La Moncloa prolongue su inmovilismo:
hay que enviar mensajes al mundo, a Europa, al propio país, en el sentido de
que esto tiene arreglo, que algo se mueve. Y el viernes, con todos los presidentes
autonómicos (menos dos, claro) reunidos, puede ser un buen momento para lanzar
ese decisivo mensaje. Bien podría incluso haberse invitado a San Millán
al líder de la oposición, pero claro, eso es una utopía. ¿Dará
Sánchez el paso, algún paso? Sí, yo también desconfío.
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