MANUEL CAMPO VIDAL 07/09/2020
Ni que viviéramos una crisis sanitaria y económica que exigiera unidad.
Ni que necesitáramos acuerdos para sacar el país adelante. Ni que fuéramos
campeones en contagios de coronavirus en Europa, en esta segunda oleada. Ni que
los sistemas sanitarios (muy poco reforzados) estuvieran exhaustos por el sacrificio
de la primavera. Si todo eso sucediera, habría que actuar buscando consensos
y soluciones. Pero como entienden que no pasa nada de eso, pues que prosiga el festival
político de desencuentros y vetos cruzados, de divisiones internas y broncas
parlamentarias. Decididamente, una parte importante de los políticos españoles
está fuera de la realidad.
La ciudadanía, entretanto, se enfrenta a una dura vida y en los periódicos
se leen noticias como éstas: "Crece la pobreza en Barcelona"; "Cáritas
ayuda a personas que hace poco eran donantes"; "Caos en algunas ciudades
ante el comienzo de curso"; "Un propietario denunciado por entrar en su
piso cuando los okupas veraneaban en Ibiza". Pero hay políticos que solo
deben leer revistas del corazón, o deportivas, por no concluir que no leen.
"A mí nadie me advirtió de que Carles Puigdemont era un alocado",
confesaba en privado Artur Mas a algunas personas solventes en Barcelona. Es decir,
que nombró sucesor en la Generalitat a una persona sin informarse debidamente
de sus desvaríos. Ahora Mas y Puigdemont están enfrentados y el espacio
convergente, hegemónico con Jordi Pujol, estalla en tres o cuatro partidos.
"Yo era convergente hasta la médula -señala un alto ejecutivo bancario-
pero Artur Mas montó este lío y me he alejado totalmente. Lo que no entiendo
es como tantas personas aún no se percaten del fiasco".
Entretanto, en España se juega una partida vital para aprobar un Presupuesto
del Estado para 2021 que permita gobernar con estabilidad. Pedro Sánchez reclama
que "ya que España se ha entendido con Europa, falta que España se
entienda con España". Cierto y deseable. Pero el drama es que preside un
gabinete donde su socio Podemos va por su cuenta y está en el espectáculo,
que no en la gobernación. Vox presenta una moción de censura que quizás
Sánchez agradezca porque siempre cohesiona. Pablo Casado sigue instalado en
el "No" a cualquier negociación importante, desoyendo incluso a los
poderes económicos que le recomiendan entendimiento. Hay un PP -que no es el
que gobierna, como Núñez Feijóo, Moreno o Mañueco- anclado en
la ensoñación de que Sánchez se va a caer de pronto. No se percatan
de que hay una derecha moderada, con Inés Arrimadas al frente, que gana credibilidad
porque anuncia una política constructiva.
En medio bailan Esquerra Republicana -siempre impredecible-, el PNV, con disposición
a entenderse por su alianza con los socialistas en Euskadi, y los diputados proclives
a dialogar: Iñigo Errejón, Compromís, el de Teruel Existe, que resultó
decisivo para formar gobierno, y alguno más. ¡Ah! y la última sorpresa:
cuatro diputados del PDCAT que, con condiciones, quizás apoyen el Presupuesto
después de que Torra (o sea, Puigdemont) los echara del Govern de mala manera.
Mientras, CaixaBank y Bankia anuncian una fusión con sede en Valencia y gobernada
por dos vascos, Goirigolzarri y Gortázar Rotaeche. Torra y otros se enteraron
por la prensa. O quizás aún no lo sepan. Están en sus batallitas,
fuera de la realidad
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