Diario del Altoaragón 07/11/2020
En la analogía establecida con uno de los términos deportivos, se sostiene
la virtud de vencer y convencer. Una renuncia al resultadismo, a la mera eficacia
sin belleza ni autenticidad. En el caso de la pandemia, lo cierto es que lo fundamental
sí son los guarismos, esto es, la reducción de la incidencia del coronavirus
con el objetivo hoy utópico de situar el número de contagios en el cero.
Vencer, como sea, con el mínimo número de bajas (pese a que las acumuladas
ya son horrorosas), con las repercusiones más nimias para la salud pública
e individual. Y, sin embargo, en ese tránsito una buena gestión institucional
debiera llevar hacia el convencimiento, concepto en este caso atribuible a la generación
de certezas hoy inexistentes casi hasta el infinito. La propagación oculta
sus razones a la ciencia, a los profesionales y no digamos a los gobernantes.
Si ya las restricciones en la hostelería y el comercio fueron discutibles y
rebatidas, el nuevo escenario para el deporte, con cierre de todas las instalaciones
bajo techo, no está exento de dosis sustanciosas de controversia. La falta
de evidencias y la insuficiencia de las estadísticas pone en entredicho unas
medidas tan drásticas, sobre todo en gimnasios y recintos donde se aplica una
meticulosa política de protección de los practicantes y de los trabajadores.
En este riego a manta, cada vez más sectores ven reducida no sólo su actividad,
sino además su rentabilidad y viabilidad. La pregunta, para la que nadie tiene
respuesta -ya se lo anticipamos-, es si estas acciones repercutirán positivamente
en el combate contra el virus, de manera que el sacrificio no sea en vano. En esta
etapa de la tercera ola -es muy bonancible aludir a una segunda, si acaso es la
continuación de la primera-, se buscan argumentos volteando la ecuación:
convencer y vencer.
|