JAVIER GARCÍA ANTÓN 19/11/2020
He coincidido con los dos. Con Manuel Castells, hará 35 años en
mayo próximo, cuando Manuel Campo Vidal organizó el primer Seminario de
Nuevas Tecnologías de España, en concreto en Monzón. Con Pedro
Duque, en la conferencia en el Planetario de Aragón en Huesca, tras la
que además compartimos mesa y mantel. He de reconocer que tanto uno como
otro me fascinaron, el primero con sus entonces revolucionarias teorías
sociológicas, el segundo con su apertura universal de miras.
Alguien de su entorno debió recomendarles que no se metieran en trinidades.
Que su carrera había sido tan lustrosa que no merecía, ni por lo más
remoto, ser sometida a la maleabilidad de la política de hogaño (otra
cuestión era la de antaño), cuya vaporosidad no entiende, por otro lado,
de siglas ni ideologías. Modernidad líquida a lo Bauman.
Un directivo de esta casa, cuando se hablaba de la clarividencia de los jugadores
del tablero, afirmaba: "Los ajedrecistas son muy inteligentes... jugando
al ajedrez".
¿Qué se le ha perdido a Castells arrastrando su reputación con sus
extravagancias, defendiéndose pero alimentándose de los prejuicios y los
estereotipos?
No es Pedro Duque el que conocí. No hubiera respondido al torpe lanzamiento
del satélite Ingenio con el falaz argumento de que, pese a su extravío,
la industria espacial española ha quedado fortalecida... con un cohete
que la ha pifiado dos veces en año y medio. Contradicción, por cierto,
con la responsable directa de la misión, Eva Vega, que calificó el hecho
de horrible.
Unos cables mal instalados son oportunidad para la reflexión de dos genios
que en lo suyo fueron magister y fracasan como minister. Cada mochuelo a su
olivo.
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