Diario del Altoaragón 23/12/2020
El gran consuelo de cada año para quienes no se han visto acompañados
por la diosa fortuna en la Lotería de Navidad, que es una especie de sueño
que albergan los optimistas, redobla este año su sentido porque el más
anhelado de los tesoros es la salud. Con muchos miles de muertos a las espaldas,
más allá de que cada uno puede tener los deseos que personalmente elija
dentro de su libertad, como sociedad estamos obligados a priorizar los objetivos
del país, que son la protección, la prudencia y la responsabilidad porque
sólo a partir de ellos y de la recuperación de la confianza se puede caminar
hacia la normalización de nuestros desempeños. Y, puestos a seleccionar
otro valor básico, el segundo es el trabajo. Cientos de miles de españoles
han sumado al dolor por el duelo y a un miedo lógico la incertidumbre por la
pérdida de sus puestos de trabajo.
Por eso, cuando el bombo se ha detenido y han quedado en él las bolas de la
suerte que ha sido azarosa, caprichosa como no puede ser de otra forma, tenemos
que rearmar nuestro ánimo, celebrar la Navidad pensando en todas las virtudes
que alumbra y prepararnos para un cambio de año que, con absoluta certeza,
todos anhelamos. Recobrada la cotidianeidad que se puede dentro de este mundo en
el que tapamos los rostros con mascarilla como es obligado, las vacunas y la prudencia
están llamadas a ser las herramientas -habrá, seguro, otros medicamentos
contra el virus- para que los objetivos pasen a ser los rutinarios y para que las
discusiones sobre lo primordial y lo accesorio se ciñan exclusivamente a las
habituales entre concepciones del mundo y de las relaciones dentro de la comunidad
normales. Tenemos mucho esfuerzo, talento y recursos que poner en el empeño
que la lotería es ya una remembranza. Ahora, salud.
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