Diario del Altoaragón 12/01/2021
Las instituciones, definitivamente, necesitan cambiar el perfil de sus asesores.
Deben incorporar empresarios, directivos, profesionales capaces de planificar después
de observar como está ese mercado global que somos todos los ciudadanos en
cuanto contribuyentes, para que las decisiones estén fundamentadas en bases
sólidas, no en percepciones, no en presupuestos gratuitamente expresados.
La pandemia ha arrollado toda capacidad de previsión desde las administraciones.
Seguramente, su ritmo vertiginoso de contagios ha propiciado un enorme desconcierto
y la inmediatez ha atropellado al criterio, a la reflexividad, al sentido crítico.
A ese imperativo en la acción pública y también en la privada que
consiste en dibujar una tabla en una pizarra, sea física o mental, en la que
en dos filas se escriban las acciones y sus repercusiones, las presumibles y las
seguras. Quizás con ese prisma, las decisiones serían distintas, se incorporarían
matices a la escala de grises y los perjuicios serían menores.
Después de los estropicios que, en nombre de la salud pública, se está
realizando a importantes sectores de la economía aragonesa (no hay más
que ver ese 41,7 % de subida de paro en nuestra provincia), la borrasca Filomena
ha incorporado el concepto de la seguridad para provocar una desbandada de las aves
de la previsión en los ministerios que, afortunadamente, ha sido resuelta por
esa combinación entre los magníficos alcaldes y los vecinos, además
de fabulosos y abnegados profesionales. Ha desbordado el temporal y ha motivado
esa improvisación de decidir la suspensión de las clases un domingo por
la tarde, cuando los padres tienen una capacidad de maniobra nula. Si se veía
venir, analizando pros y contras, la medida debió ser antes... o no debió
ser. Hemos de centrarnos.
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