JAVIER GARCÍA ANTÓN 12/01/2021
No seré yo quien me convierta en portavoz de gargantas profundas que no existen.
Para eso están tuiteros y feisbuqueros, una caterva de premios-nobel, guardiolas
y mourinhos a los que la sucesión de los acontecimientos desnuda permanentemente
hasta que llega el momento en el que el sino fatal se precipita y creen haber vaticinado
ventajistamente lo que jamás supieron leer. Es como lo que sucedió con
mi columna "Entender las lágrimas", un alegato para no perder los
valores ni siquiera por el fútbol, o por Míchel o por la Sociedad Deportiva
Huesca. El balón como excusa, una trampa saducea a la que entraron como
moscas en la telaraña por su falta de atención. Lo mide Google: no más
de 8 segundos en las pantallas.
Míchel
ha sido cesado. Su sustituto se conocerá hoy. Fallarán los augures.
En realidad, Míchel sucumbió en el momento en el que el instinto de supervivencia
llegó de la mano de las urgencias. Cavó su tumba cuando vio peligrar el
crédito -ese maldito rosario que va descontando la credibilidad-. La confianza,
que es el tesoro de estos tiempos, se le desparramó definitivamente en los
últimos choques, cuando adivinó que la vistosidad de sus planteamientos
chocaba con la tabla clasificatoria de manera cruel.
Cuando alguien se traiciona, el abismo abre unas fauces tan magnéticas que
es punto menos que imposible resistir. Y, así, el entrenador que nos devolvió
a la Primera -con pandemia, como dicen algunos en la búsqueda de la excusa,
como si el resto no hubiera competido en igualdad de condiciones- se ha mostrado
ineficaz en LaLiga. No voy a emplear palabras gruesas, porque no creo que las
merezca.
El caso es que, pese a la dificultad, si de verdad sostenemos que somos fieles siempre
sin reblar, ahora tendremos que mirar hacia delante. No sé con quién
en el banquillo -insisto, cada uno tiene que aceptar sus roles y sus responsabilidades-,
ni siquiera qué refuerzos vendrán. Ahora mismo, me sumerjo en la misma
tristeza que todos ustedes, queridos lectores. Pero mañana saldrá
el sol y, si Filomena ha huido, quizás los negros nubarrones despejen. FSSR.
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