Ahora que ya estamos, parece, en el tramo final del temporal de nieve y frío
protagonizado por Filomena, no está de más reflexionar sobre la condición
humana.
Y es que hay gente para todo. Mientras los servicios de emergencia recomendaban
encarecidamente que no nos moviéramos de casa, algunos decidieron que eso no
iba con ellos.
Así que, por ejemplo en Madrid, en plena nevada hubo quienes decidieron lanzarse
a la calle a jugar con la nieve, lo cual es comprensible, pero otra cosa muy distinta
es que se concentraron grupos que desencadenaron una "guerra"de bolas de
nieve con las que atacaron incluso a la policía.
Pero ya puestos también ha habido quienes se han congregado para bailar y cantar
como si, amén del temporal de nieve, la covid no existiera.
Y ya que me he referido a la covid, me continúa sorprendiendo que haya quienes
no cumplen las mínimas normas para intentar esquivar la maldita enfermedad.
Todavía hay personas que pasan de llevar mascarillas, o simplemente se la colocan
como si de una bufanda se tratara. En cuanto a mantener las distancias, ni se les
pasa por la cabeza.
Cuando suceden estas cosas no puedo dejar de preguntarme qué es lo induce a
determinados individuos a tener estos comportamientos tan poco cívicos y desde
luego estúpidos.
Claro que, frente a este tipo de comportamientos, también hay personas que
con su actitud nos devuelven de inmediato la confianza en nuestra especie.
Por ejemplo, durante los meses duros de confinamiento hubo muchos ciudadanos que
se volcaron en intentar aliviar la situación de sus vecinos más vulnerables.
Y ahora que estamos sufriendo los efectos devastadores de Filomena, hemos visto
como un grupo de conductores de coches 4x4, desde que empezaron a caer los primeros
copos de nieve, están ayudando a enfermos, ancianos, personas solas o aisladas
por el temporal, a trasladarles donde necesiten.
Estos comportamientos cívicos y generosos, que se han dado y se dan a lo largo
y ancho de España, de quienes se ponen al servicio de sus convecinos es lo
que,al menos a mí, me impide caer en el pesimismo. Frente a unos cuantos irresponsables,
hay otros muchos ciudadanos cuyo comportamiento es un ejemplo. Así que una
vez más en una situación límite nos volvemos a encontrar con las
dos "caras" del ser humano, la una es el rostro de quienes siempre dan un
paso adelante para ayudar a los demás, y el otro rostro es el de quienes viven
ensimismados en su nadería y por tanto pasan del resto de la gente.
Ojo, no digo que haya que tener vocación de héroes, pero sí que la
línea entre un comportamiento y otro nos define como personas. Porque no, no
es lo mismo echarte a la calle para ayudar a quienes lo necesitan que echarte a
la calle para cantar y bailar en plena nevada y pandemia de la covid.
Sí, es en situaciones límites donde mejor se ve de qué pasta estamos
hechos.
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