Causada por un virus, una variedad del coronavirus felino, esta enfermedad es una de las más graves que puede sufrir un gato.
Acaba fatalmente en casi la totalidad de los casos, provoca debilidad progresiva y crónica en el animal. Organos vitales se afectan por el virus, las defensas de los tejidos son directamente destruidas por él y esto hace que infecciones secundarias oportunistas tengan mucho que ver en la mayoría de los fallecimientos.
En veterinaria se utilizan unas siglas que facilitan la nomenclatura de la enfermedad, la conocemos como PIF (Peritonitis Infecciosa Felina)
SINTOMAS INICIALES
Es común a muchas enfermedades del gato, el felino cuenta muy poco acerca de su enfermedad, no importa la que ésta sea. Todo lo más, al principio de la infección, el propietario ve que el gato “no es el que era”. Los síntomas son inespecíficos, cierta apatía y pérdida moderada de apetito se muestran al comienzo del cuadro.
Puede existir una alternancia de periodos de diarrea con periodos de estreñimiento, y fiebre discontinua.
La evolución continúa con un adelgazamiento progresivo, que suele ser la causa de la primera visita a la consulta del veterinario.
FORMAS CLÍNICAS
La enfermedad se presenta bajo dos formas bastante diferentes según sea la respuesta primera del sistema inmunitario del animal a la infección viral:
-Forma efusiva.
-Forma no efusiva o granulomatosa
Común a las dos formas, es la diseminación por vía sanguínea del virus a bordo de las células mononucleares circulantes. La diferencia viene dada porque la respuesta mediada por células es menor en la forma no efusiva que en la forma efusiva.
La forma más común es la húmeda o efusiva. El animal presenta los síntomas antes descritos, pero además se acompaña de palidez de mucosas, e incluso tono amarillento de la piel (ictericia) si se ve afectado el hígado. Pero la característica fundamental es la llamada “efusión peritoneal”, o lo que es lo mismo, la presencia de grandes cantidades de liquido en el abdomen, y puede que también en tórax. Como resultado tenemos a un animal hinchado, con fuerte distensión abdominal e intolerancia al ejercicio, con problemas para respirar, especialmente a la manipulación. Todo ello es consecuencia de la acumulación de líquidos en las cavidades.
La forma seca o no efusiva de la PIF es todavía más grave y difícil de diagnosticar puesto que como su denominación indica no es habitual la presencia de exudados o éstos son muy escasos. Esta variante de la enfermedad puede enmascararse durante varias semanas con síntomas tan comunes como fiebre que resiste al tratamiento y alteraciones en el apetito y la conducta.
Afecta principalmente a ojos, riñón o sistema nervioso. Los síntomas varían en función del órgano diana. De esta forma se producirá fallo renal si se afecta el riñón, uveitis y queratitis si se afectan los ojos, o incoordinación progresiva de movimientos y cambios de conducta si se ve afectado el sistema nervioso central.
CÓMO SE INFECTA
La vía más frecuente de infección es la digestiva, por ingestión del virus que eliminan los animales contaminados, aunque aún no tengan signos de la enfermedad.
Este virus atraviesa la mucosa del intestino y se multiplica en unas células del organismo denominadas macrófagos o monocitos, cuya misión es proteger el cuerpo de infecciones. De esta forma, el virus se distribuye por el organismo hasta alcanzar los diferentes órganos que contienen grandes cantidades de estas células, como son el hígado, bazo o ganglios linfáticos.
En esta fase el animal se muestra asintomático. Si en este momento tuviera una respuesta aceptable de su sistema defensivo, la enfermedad sería erradicada y el animal quedaría inmunizado. Desgraciadamente esto no suele ocurrir y la enfermedad progresa con rapidez. Otras formas de infección, aunque menos frecuentes, son a través de las secreciones nasales y a través de la orina.
La transmisión a través de utensilios es muy poco frecuente dado que el virus es muy débil en el medio ambiente.
La transmisión de madres a hijos, bien durante la gestación, bien durante el periodo neonatal se puede producir. Los recién nacidos, que paradójicamente pueden sobrevivir, desarrollarán o no la enfermedad en el futuro dependiendo del estado de sus defensas naturales.
PREVENCIÓN
El pronóstico para los gatos con PIF es malo, puesto que no existe un tratamiento eficaz para erradicar el virus del cuerpo del animal. Además, el diagnóstico suele llegar cuando nos encontramos ante un estado avanzado de la enfermedad. Por ello los esfuerzos deben centrarse en los modos de prevenir el contagio.
Respetar la cuarentena
Es interesante evitar la mezcla de animales de distintas camadas con el fin de evitar el riesgo. También se deberán guardar escrupulosamente los periodos de cuarentena, así como las inspecciones veterinarias que puedan detectar cualquier síntoma de ésta o de cualquier otra enfermedad.
Desinfección de gateras
La higiene de las gateras es otro punto fundamental. Este virus es muy lábil con la temperatura y es muy sensible a los agentes desinfectantes y jabones que habitualmente se utilizan. Por lo que la limpieza es uno de los mejores y más baratos tratamientos preventivos.
LA VACUNA, UNA OPCIÓN MÁS
Como en todas las enfermedades infecto-contagiosas se hace muy importante la inmunización de los animales cuando son cachorros y posteriormente a lo largo de su vida, esto se hace mas necesario en enfermedades tan graves como la que hoy les mostramos.
Los animales jóvenes se pueden vacunar a partir del cuarto mes de edad e incluso si son demasiado jóvenes, se puede valorar la necesidad de realizar una analítica para descartar la presencia de coronavirus, en el propio cachorro e incluso en la madre.
Raúl Cajal
Carlos Malo
Sergio Lanuza
Natalia Calvo
Centro Veterinario Los Olivos
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