Pilar NOVALES Coordinadora Comarcal Izquierda Unida Huesca – La Hoya 15/03/2010
Hace pocos días conocimos las conclusiones del estudio "Aplicación de la Ley de Igualdad en las empresas de la provincia de Huesca" elaborado por el Observatorio Socioeconómico, organismo promovido por CEOS-Cepyme, Cámara de Comercio, FUNDESA y Multicaja. Una de las conclusiones de ese estudio es que "…existe menor diferencia en la temporalidad y brecha salarial que la que arrojan los datos oficiales" (un 30% para Aragón en cuanto a brecha salarial). El problema es que el estudio no aborda la cuestión de la brecha salarial, que es la diferencia media de salario entre hombres y mujeres por hora trabajada. Tan sólo se aproxima a la discriminación salarial, práctica completamente ilegal que consiste en pagar salarios distintos por el mismo trabajo, y que queda oculta simplemente dando contratos de categorías diferentes según el sexo del trabajador o trabajadora aunque el trabajo sea el mismo. En realidad lo que se ha hecho, mezclando ambos conceptos en la presentación de las conclusiones a los medios de comunicación, es dar una visión mucho más suave de la realidad que las mujeres hoy siguen viviendo en su ámbito laboral, al eludir el fondo de la cuestión salarial con bastante autocomplacencia. Las empresas altoaragonesas no son probablemente ninguna excepción respecto a esa brecha salarial en Aragón por la que en los datos oficiales, las mujeres cobran un 30% menos que los hombres, pero este estudio no ha querido entrar allí, flaco favor para los propios empresarios y ninguno para las mujeres. Estudios aparte, la cosa está en que en este país, la dualización del mercado de trabajo ha ido in crescendo, cada vez hay más personas con bajos salarios y malas condiciones laborales, mientras el número de trabajos con condiciones dignas, disminuye. En ese contexto, las mujeres siempre salen peor paradas, siguen ocupando de manera mayoritaria los trabajos precarios y mal pagados. La brecha salarial entre hombres y mujeres es ciertamente escandalosa, tanto como el número de mujeres que caen o rozan la exclusión social. Si en la salida de la crisis se sigue avanzando en este mismo modelo económico, donde la precariedad se expande a sus anchas a la par que las desigualdades sociales, una mayor proporción de mujeres seguirá pagando las consecuencias. Parece que desde los poderes públicos basta con la sensibilización en materia de igualdad, con programas y planes en todos los ámbitos, necesaria desde luego, pero a mi modo de ver, insuficiente. Es tan imposible una sociedad justa con profunda desigualdad entre hombres y mujeres, como una sociedad igualitaria para ambos sexos en la que las desigualdades sociales crecen y arraigan.
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