Jerry González y Total Vibración, un final de lujo para el Festival Jazz Alai de Huesca
HUESCA.- Las previsiones se cumplieron en la segunda noche del Jazz Alai. El trompetista Jerry González triunfó y Total Vibration fue la propuesta sorpresa. Una larga noche de trompetas y ritmos étnicos. Abrieron fuego los Total Vibration, capitaneados por Markus Breuss, en su homenaje (que no copia o reinterpretación) a Don Cherry. Al igual que Peter Pan, Breuss tiene su mundo de "nunca jamás". Un universo musical, colorista y rítmico en el que vive en la música. Como un inquieto duende, alterna entusiasmado todo tipo de instrumentos. De la trompeta y la corneta de bolsillo a todo tipo de percusiones y chinchines pasando por caracolas o flautas de hueso, sin olvidar la aportación tecnológica de la informática. Visualmente, el despliegue instrumental que gusta hacer, tiene mucho en común con el Art Ensemble Of Chicago –y musicalmente tampoco anda tan lejos-. Acorde con la aproximación "multikulti" de Cherry, se paseó por los ritmos, sonidos y melodías de medio mundo y, por supuesto, no faltaron unos mantras. Hizo sonar, en un contexto de jazz, melodías, instrumentos o ecos del Lejano Oriente, India, Tibet, Turquía… y Cherry fue la excusa para disfrutar creando con un grupo fantástico. Impresionante el saxofonista Per Gärdin, muy en la onda de Roscoe Mitchel en el Art Ensemble. Por más que "viejo conocido", el batería Javier Carmona no deja de sorprender. Lleva cinco años de residencia en Londres tocando con la flor y nata de la escena libreimprovisadora británica y no para de crecer. Y completando, la japonesa Tsukiko Amakawa, teclados, percusiones tibetanas o tampura, responsable de la fijación del sonido del grupo a la tierra a falta de un bajista. Coherencia y fundamento. Y a una propuesta de grupo siguió una individualidad. El trompetista Jerry González es de esos músicos que viven en el malditismo. La vieja historia de grandes figuras del jazz y sus complicadas vidas. Poseedor de una sonoridad davisiana de la que muy pocos trompetistas pueden hacer gala, cuenta además a su favor el que no le suena a clon. Suena como si "El Príncipe de la Oscuridad" se hubiera decidido a tocar salsa. Se reconoce ese "andar entre huevos", la actitud huidiza escondida bajo el ala de su sombrero y siempre cabizbajo… Y huye también de la trompeta cuando regresa a sus orígenes percusionistas y se entrega a las tumbadoras. El triunfo de su actuación recae exclusivamente en él. Cuenta con el gran apoyo puntual del cantaor flamenco El Ranki, con el que logró empastar varios momentos de gran intensidad, pero el grupo de acompañamiento, por más que tocaran mucho, le aportó más bien poco. Mercenarios correctos, pero no creadores dispuestos a compartir. Aun así, la fusión de ese jazz davisiano con el latín y el flamenco, pese a los altibajos por los que discurrió su actuación, no es una sucesión de estilos, según temas, sino que realmente logra fusionarse de forma convincente. Y al público le importaron poco los momentos de caos, ciertas repeticiones de tics o la falta de una propuesta más elaborada, entregándose y ganándose un bis que se hizo de rogar. El Jai Alai, prácticamente, patas arriba. Por más que el jazz sea una música con fuerte carga de improvisación, la Peña Laurentina no se va a poder permitir improvisar en la tercera edición de su Jazz Alai. La progresión en las dos primeras ha ido poniendo el listón alto.
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