Nos enseñón Édith Piaf a soñar la vida en rosa. Su canción
ha trascendido generaciones y, sin embargo, es todo un himno. Con la que cae, algo
trivial, pensarán. Y, sin embargo... Kakuzo Okakura, en El Libro del Té,
reconoció en el placer de un hombre cogiendo una flor para regalarla a su amada
el momento preciso en el que la especie humana se había elevado por encima
de los animales. Quien no sabe apreciar la utilidad de lo inútil, no puede
comprender el arte ni la esencia del ser.
La vida en rosa tiene su día. Cada uno tiene su afán, como decía
la santa. Y el 19 de octubre es el del Cáncer de Mama. El de la mujer. El de
la familia. El de la esperanza. Decía Buda que el dolor no es opcional, sí
en cambio el sufrimiento. En él, confluye incluso la percepción de la
felicidad, de la diversidad y de la enfermedad, como describe López-Otín.
Pero, al final, en una cita como la de ayer existe el concepto de la celebración,
que no es sino la convicción de dar todo a cambio de nada. De compartir y descubrir
grandes almas.
Amo la AECC más allá del reconocimiento recibido hace muchos años,
con un grande como Elías Campo. AECC es gente por la que merece la pena luchar
y vivir, como José Manuel, Aurora, Ana, Clara, Carmen María, Inma y todo
el equipazo provincial. Por mis chicas -y mi chico Salvador, bendito seas...- de
Monzón: Josela, Magali, Marisa, Rose... Por las valerosas grausinas como María
José, Conchita, Rosé y su meritorio colegiado. Por María Jesús
y Miguel en Barbastro... Y por todos los de la provincia. Lecciones andantes, alegres
y generosas. Por todas, por todos, saco pecho en una carrera, sin retorno, hacia
la vida. Todo lo que damos, nos lo damos.